Capítulo 21

961 87 18
                                    

Una sensación agradable me recorre todo el cuerpo cuando el olor de una fragancia deliciosa llega a mi olfato.

Creo que estoy en el cielo. La superficie en la que me encuentro es suave, cómoda y caliente. Perfecta para tener un sueño plácido e ininterrumpido.

Lástima que mi comodidad se vea obstruida e interrumpida por un sonido molesto. Mascullo una maldición y estiro la mano en busca de algo con qué taparme los oídos.

La sinfonía se detiene y vuelvo a relajarme.

Giro para quedar sobre mi costado y continuar con mi sueño cuando la música regresa.

—Joder —levanto la cabeza y me quito la almohada de la cara.

Miro a todos lados buscando el origen del sonido hasta que lo reconozco entre la bruma que me nubla la cabeza.

Mi móvil.

Giro la cabeza hacia la mesita de noche junto a la cama. La pantalla está encendida, brillando con una llamada entrante.

Me arrastro un poco hacia allí y lo tomo.

—¿Qué ocurre? —contesto con pereza.

¿Sé puede saber dónde estás, Sarai? —la voz de Nickolas me hace espabilar del tirón.

—Estoy en mi... —me callo cuando noto algo diferente en mi habitación. Que directamente no lo es. La cama es distinta, el suelo es distinto, las paredes son distintas—. Estoy algo ocupada ahora mismo. No estoy en el departamento —termino diciendo.

No me digas. La cosa es que se supone que tengo que estar aquí temprano para llevar a la jefa de la empresa donde trabajo a allí sana y salva en su auto; y ahora resulta que no aparece ni la jefa ni el auto ¿Gracioso, cierto?

Maldita sea.

—Si, lo siento por eso, Nick —me froto las sienes ordenando mis ideas—. Ve adelante, yo voy a ir por mi cuenta.

Vas a llegar tarde.

Soy la jefa ¿Recuerdas? Tengo privilegios —bromeo y lo escucho reír antes de colgar.

Dejo el móvil en la mesa y me dejo caer sobre mi espalda. No se cuanto tiempo me quedo mirando el techo recordando la noche anterior, solo se que regreso a la Tierra cuando escucho unos toques en la puerta.

Me apoyo en mis codos y me incorporo. Mis senos quedan expuestos y me apresuro a toparlos con la sábana cuando la idea de que cualquiera de los hombres de Adrien pueda entrar y verme desnuda.

—Señorita ¿Puedo entrar? —las voz suave de una mujer se escucha al otro lado de la puerta.

Me quedo extrañada de repente.

No he visto en todas las veces que he venido a otra mujer que no sea la supuesta doctora. Pero tampoco es que haya ondeado mucho en los empleados que tiene o deja de tener Adrien.

—Pasa —respondo.

La puerta se abre y una mujer bajita, de piel morena entra con una bandeja en la mano. Es de las que tienen patas que hacen que se quede de pie frente a ti.

—¿Se encuentra bien? —pregunta. Asiento forzando una sonrisa para corresponder la que ella trae—. El señor le manda esto pata desayunar.

El señor.

—Muchas gracias —digo con cortesia cuando ella se acerca y deja la bandeja apoya la bandeja a ambos lados de mi cuerpo— ¿Su señor donde se encuentra?

Perverso Brillo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora