Capítulo 6

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Esto tiene que ser un sueño.

Tiene que ser una maldita pesadilla.

Mentiría si digo que no me replantié alguna vez el que haría si lo volvía a ver alguien día, pero lo dejé solo en un pensamiento inútil. No esperaba que de verdad fuese a pasar, y menos por este motivo.

Y ahora está aquí, frente a mí.

Esta exactamente igual que hace cuatro años, mirándome fijamente. La expresión de sorpresa moldea su rostro sin dar crédito a lo que está viendo, como si estuviese frente a algo que no es de este planeta.

Me encanta que me miren así, pero que precisamente él lo esté haciendo después de todo y después de todos estos años se siente como una puñalada en el estómago.

El sujeto al que le propiné el golpe en la nariz se lleva las manos a la zona afectada mientras yo trato de que en mi rostro no se escurra el dolor que siento ahora en la mano y agradezco que, así como me enseñó a disparar el arma que me dió, Nickolas también me enseñó lo básico para defenderme.

— ¿¡Estás malditamente loca, zorra!? ¿¡Cómo te atreves a golpearme!? —me grita enfurecido, tomándome fuertemente del brazo y obligándome a mirarlo.

Le doy una mala mirada saliendo de mis ofuscados pensamientos y me suelto como puedo, probablemente se me forme un moretón en esa zona.

Cuando quiere volver a acercarse a mi con una mano alzada, rápidamente se la tomo pillándolo por sorpresa y con un ágil movimiento se la pongo detrás de la espalda. <Gracias, Nick>

— ¡Suéltame, maldita zorra! —sisea adolorido cuando le doy un tirón a su brazo.

Me tenso al instante, no porque me gritara ni porque me llamase zorra, si no porque ahora tengo las cantidades de armas que en la vida pensé ver juntas apuntándome directamente a la cabeza, y el grito de espanto de Bea no ayuda a la situación porque algunas van a ella también.

Mierda ¿Qué se supone que haga ahora? Un movimiento en falso y seré...

— Bajen las armas —exigen con voz autoritaria, congelándome en mi lugar.

Joder. Escuchar su voz de nuevo duele más de lo que imaginé y soñé en veces anteriores.

Lo miro de reojo y vuelvo a sentir la bilis subir y la garganta me quemarme dándome ganas de vomitar al volver a sentir un vacío en el pecho y como me comienza a faltar el aire.

Tiene el cabello castaño oscuro más largo de lo que recordaba, varios mechones caen por su frente pero lo que más me impacta son sus ojos porque no son verdes como los recordaba.

Son muy diferentes y la distancia que mantenemos me permite ver lo suficiente como para identificar el color: Almendra. Claros y profundos. Más vivos que aquellos orbes verdes que recordaba pero aún así más muertos que en todas las ocasiones que estuve frente a él.

Los hombres a mi alrededor lo miran sin entender.

— Bajen las armas —repite, todos titubean mirándolo sin entender—. Que a ninguno se le ocurra volver a apuntarle con una a esta mujer.

— Pero, señor... —comienza a decir uno de los hombres que me apunta.

— ¡Dije que las bajen! —grita y rápidamente lo obedecen sin dudar esta vez.

Me esfuerzo en intentar ignorarlo y me concentro en el sujeto que tengo sujetado aún del brazo.

Un tirón fuerte y se lo parto, pero decido a soltarlo para evitar acarrearme más problemas. Y también porque necesito salir de aquí.

Perverso Brillo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora