Capítulo 22

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Puglia, suroeste de Italia.

El aire que se cuela por la ventana hace que el olor a agua salada me impacte en la cara mientras bajo las escaleras.

En el pasillo se extiende una fila de varios de mis falchis que bajan la cabeza conforme paso frente a ellos. Me acerco al inicio de una nueva escalera hacia el sótano bajo tierra donde guardo a los traidores, culpables o simplemente a los que se merecen un escarmiento.

Mi inspiré en esta fortaleza cuando mandé a construir las otras dos que tengo, o bueno, la que queda en pie. La otra terminó en llama luego de la disputa que tuvo la mafia roja con nosotros el año anterior después de la última reunión.

—Amo, el sujeto se encuentra abajo esperando a que se presente —me avisa mi mano derecha.

—¿Dónde está mi hermana? —comienzo a bajar las escaleras sin mirarlo.

—No lo sabemos, señor. Suponemos que debe de estar recopilando información sobre nuestro objetivo.

—¿Y por qué motivo tiene mi hermana que hacer el trabajo que le corresponde hacer a ustedes? —ahora si, lo miro sobre mi hombro.

La oscuridad de esta parte de las escaleras no me permiten ver su expresión, solo el movimiento de como baja la cabeza en señal de respeto.

—Y lo estamos haciendo, pero tampoco podemos ir en contra de las órdenes de la segunda al mando en la línea.

«Incompetentes» Giro y lo ignoro otro vez.

Continuo bajando las escaleras y desde aquí afuera se escuchan los gritos ensordecedores. Ambos guardias que custodian ahora esta puerta, la abren para mí y no me sorprendo al ver dentro de la habitación iluminada solo por la bombilla que cuelga del techo, el cuerpo de mi hermana.

Se aparta para buscar un nuevo objeto de tortura, dejando a mi vista el cuerpo encadenado en el suelo del sujeto que osó intentar quitarnos parte de nuestra mercancía creyendo que no nos daríamos cuenta.

—¡Maldito! —el grito agudo de mi hermana resuena en toda la estancia cuando, con un bate de metal, comienza a asestar golpes en el cuerpo ensangrentado del hombre.

Le hago una señal a mi mando derecha cuando un golpe certero le impacta en la cabeza al hombre y me parece escuchar como su cráneo cruje si no fuera por el sonido del llanto rabioso que se alza.

El hombre obedece y tomo los brazos de mi hermana para detenerla de que siga dándole batazos al cuerpo ya inerte.

—Suficiente —decreto y ella deja de forzajear para mirarme— ¿Puedo saber por qué estas aquí abajo encargándote de algo que me corresponde a mi?

Mi tono de voz serio hace que ella se enderece y opte una postura seria. Sus mejillas estan rojas y le masculla en italiano a mi mano derecha que la suelte.

Asiento cuando el me mira en busca de aprobación y lo hace.

—¿No estas enterado, verdad? —sisea ella con cólera contenida.

—¿Qué es lo que debo de saber ahora?

—Por lo visto no has visto la última jugada de Volkov.

—No ¿Te gustaría mostrármelo?

Asiente y echa a caminar pasando por mi lado.

—Deságanse del cuerpo —ordeno yendo detrás de mi hermana y todos responden al mismo tiempo con un colectivo «Si, amo»

Subimos ambas escaleras hasta estar en la primera planta de la fortaleza, la sigo igualando su ritmo acelerado hasta la segunda planta, más específicamente hacia la habitación donde los falchis guardan y buscan nueva información que me sea de utilidad.

Perverso Brillo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora