LA OREJA CORTADA

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    La luna descendió por las montañas y lo único que iluminó la madrugada fueron las estrellas.

    Entre al baño y me duche rapidamente, me vesti con un traje formal, con un gran gaban negro igual al traje y sali de la casa.

    Camine por la ciudad con prisa para que la gente no me comenzara a invadir con los paparazzi y los libros por firmar. Al llegar a un semaforo, este se puso en verde y me obligo a esperar que los autos pasarán. De repente miro a mi costado y veo a una mujer con un libro mío en sus manos, de mi bolsillo saco un esfero y me acerco sutilmente hacia ella:

    —Hola...

    —Buenos días...

    —¿Que tal está?

    —Esta bien, no es de mis favoritas, pero está bien.

    —¿Por que dices eso?

    —Stephen, disminuye su poder de escribir considerablemente y este libro lo demuestra.

    —Eh... ¿Se lo firmo?

    —¿Usted es Stephen?

    —Si

    —No gracias estoy bien así.

    El semáforo cambió su color y ella continuó su camino. Me di cuenta de lo que sucedía y me quedé estático en la calle, guarde el esfero y agaché mi cabeza.

    Camine lentamente por las calles y logré afirmar que ya no era el escritor al que alguna vez fui, la gente me veía, me reconocía, me ignoraba y se alejaba siguiendo su camino...

    Llegue hasta una cafeteria y entre con la esperanza de verla de nuevo siendo iluminada por la luz del sol.

    Mire por todos lados pero no se encontraba, camine y me sente en una mesa junto a la ventana y me dispuse a ordenar algo. De inmediato una empleada llegó y me preguntó:

    —¿Que quieres ordenar?

    —¿Sabes quien soy...?

    —El escritor ¿No?

    —¿No te emociona?

    —No suelo leer, además me dicen que no eres tan bueno...

    —Solo un café gracias...

    —¿Que?

    —Solo quiero un café...

    —Ah, sí, si. Ya se lo traigo.

    —Gracias...

    Mi reloj timbró marcando las 6:00 A.M. mire por la ventana el sol salir de las Montañas, agache la mirada y en la calle vi como la mujer de aquella vez estaba viniendo hacia esta cafetería. Me emocioné, pero me contuve y agarre un periódico de la mesa para que no me viera.

    Ella entro y miro como todas las mesas estaban ocupadas, así que decidió sentarse justo en la mía.

    —¿Te molesta si me siento aquí?

    Agache el periódico para responder y enseguida reconoció mi rostro.

    —¡Ahhh! ¡Eres él escritor!

    —Eh... Si.

    —¿Me puedo sentar?

    —Si claro...

    Ella comenzó a hablarme sobre algunas de mis obras y como le encantaban, también me recordó mi decadencia y como yo era su escritor favorito.

    —Aqui está su café.

    —Gracias.

    —¿Algo más?

    —Dos desayunos, gracias.

    —No, no es necesario.

    —Tranquila yo insisto.

    —¿Dos desayunos?

    —Si

    —Perfecto, ya se los traigo.

     Desayunando juntos me contó un poco sobre ella, que lanzaría una novela pronto, en que trabajaba y tambien me pregunto sobre algunos aspectos de mi vida.

    Ambos salimos de la cafetería y estuvimos en el parque, comimos helado y almorzamos en un restaurante, al llegar la noche fuimos a una discoteca y bailamos por un par de horas.

    Estuvimos todo el día juntos y cuando ya la luna estuvo en su punto más alto llegamos a mi apartamento.

    —Te presento donde vivo.

    —Guau, ¿ese es el Zelfortret de Vincent Van Gogh?

    —Si.

    —Esta hermoso ¿es el original?

    —No...

    —¿Entonces quien lo hizo?

    Ella se dió vuelta y yo la bese, agarre su cintura y caminamos lentamente hasta la cama, ella me quito la camisa y yo su falda...

VINO TINTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora