El sol apenas comenzaba a salir cuando el vuelo de Rin y Mariana aterrizó en Bogotá. Mariana, emocionada por la idea de regresar a su tierra natal después de mucho tiempo, no podía dejar de sonreír mientras miraba por la ventanilla. Rin, a su lado, observaba con curiosidad el paisaje colombiano que comenzaba a desplegarse ante ellos.
"Bienvenido a Colombia," dijo Mariana, con una sonrisa orgullosa. "Aquí es donde crecí."
Rin, con una expresión de interés genuino, le devolvió la sonrisa. "Estoy emocionado de conocer tu mundo, Mariana."
Encuentro con la familia
Después de pasar por los controles del aeropuerto y recoger sus maletas, Mariana y Rin tomaron un coche hacia Pitalito, Huila. El viaje fue largo, pero lleno de anécdotas por parte de Mariana, quien compartía con Rin sus recuerdos de infancia, los lugares que solía visitar, y cómo su familia siempre había sido su mayor apoyo.
Al llegar a Pitalito, la emoción de Mariana creció aún más. No había visto a sus padres desde que se mudó a Tokio para estudiar, y ahora, regresar con Rin a su lado hacía que todo pareciera más especial. Cuando el coche finalmente se detuvo frente a la casa de sus padres, Mariana tomó la mano de Rin, apretándola con fuerza.
"Es aquí," dijo, sus ojos brillando de alegría y algo de nervios.
La puerta de la casa se abrió de inmediato, y sus padres, junto con algunos familiares cercanos, salieron a recibirla con los brazos abiertos. Hubo abrazos cálidos y risas emocionadas, y aunque Rin no entendía todo lo que se decía en español, podía sentir el amor y la calidez de la familia de Mariana.
"Papá, mamá, este es Rin," presentó Mariana, con una mezcla de orgullo y nervios. "Él es... muy importante para mí."
Los padres de Mariana saludaron a Rin con sonrisas amables y un abrazo que, aunque un poco inesperado para Rin, fue recibido con respeto. A pesar de la barrera del idioma, el ambiente era acogedor y lleno de alegría.
La bienvenida a la cultura de Huila
Después de los saludos iniciales, la familia de Mariana les invitó a sentarse para disfrutar de una comida tradicional. La mesa estaba repleta de platos típicos del Huila: tamales huilenses, asado huilense, y arepas de maíz, acompañados de jugos naturales de frutas tropicales como lulo y maracuyá.
Rin miraba con curiosidad los platos frente a él, y Mariana, con una sonrisa juguetona, comenzó a explicarle cada uno de los sabores y texturas. "Este es tamal huilense, es una mezcla de carne y masa de maíz envuelta en hojas de plátano. Tienes que probarlo."
Rin tomó un bocado, su expresión cambiando lentamente de curiosidad a sorpresa. "Esto está delicioso," admitió con una sonrisa. "Sabores muy distintos a lo que estoy acostumbrado, pero me gustan."
Mariana rió con satisfacción. "Sabía que te encantaría. Mi mamá es la mejor cocinera del mundo."
La familia se unió a las risas, y poco a poco, a pesar del idioma, Rin comenzó a sentirse más cómodo. El calor de la cultura colombiana, la música de fondo, y el ambiente relajado lo hicieron olvidar cualquier incomodidad inicial. Se daba cuenta de que esta parte de la vida de Mariana era fundamental para comprender quién era ella, y sentirse parte de ello lo hacía feliz.
Conociendo más de la vida de Mariana
Después de la comida, Mariana decidió llevar a Rin a un recorrido por el pueblo. Caminaron por las calles de Pitalito, pasando por los lugares que habían sido importantes en la vida de Mariana: la escuela donde estudió, la plaza central donde solía pasar tiempo con sus amigos, y el parque donde solía jugar de niña.
"Este lugar es muy diferente a Tokio," comentó Rin, mirando a su alrededor con fascinación. "Pero tiene su propio encanto. Puedo ver por qué lo extrañas tanto."
"Es muy especial para mí," respondió Mariana, mientras entrelazaba su mano con la de Rin. "Pero ahora que estás aquí conmigo, todo es aún más especial."
Un día entre montañas y café
Al día siguiente, los padres de Mariana les llevaron a conocer las plantaciones de café que rodeaban la región. Rin, que nunca había visto de cerca cómo se cultivaba el café, estaba fascinado por el proceso. Mariana le explicó cómo el café del Huila era uno de los más apreciados en Colombia y el mundo, y lo importante que era para la economía local.
"Mis abuelos solían trabajar en las plantaciones de café," dijo Mariana mientras caminaban por los senderos entre los cafetales. "Siempre me contaban historias sobre las largas jornadas bajo el sol, pero también sobre lo orgullosos que estaban de producir algo tan valorado."
Rin la escuchaba atentamente, asimilando cada detalle de la historia de Mariana y su familia. "Es increíble cómo todo esto forma parte de ti. Me alegra poder conocerlo."
Una tarde de confesiones
Esa noche, mientras descansaban en la casa de los padres de Mariana, la pareja tuvo un momento a solas en el jardín, bajo las estrellas. El ambiente era tranquilo, y la brisa cálida del Huila les acariciaba suavemente.
"Gracias por venir conmigo," dijo Mariana, apoyando su cabeza en el hombro de Rin. "Sé que dejar tu rutina no fue fácil, pero significa mucho para mí que estés aquí."
Rin la rodeó con su brazo, acercándola más. "No tenía dudas de que valdría la pena. Quiero conocer todas las partes de ti, y este viaje me ha mostrado una faceta que no había visto antes. Estoy feliz de estar aquí contigo."
Mariana lo miró con una sonrisa agradecida, sus ojos brillando bajo la luz de las estrellas. "Rin, nunca había pensado que alguien como tú estaría tan involucrado en mi vida. Me haces sentir tan feliz."
Rin, por primera vez, sintió que este viaje no solo había acercado a Mariana a su hogar, sino que también había acercado más sus corazones. Sabía que, a pesar de las diferencias en sus mundos, ambos estaban construyendo algo fuerte y significativo.