El sol de invierno apenas comenzaba a asomar por el horizonte cuando me desperté en la Madriguera. Las risas y el bullicio de la noche anterior aún resonaban en mis oídos, como un eco lejano de la cálida atmósfera navideña que había compartido con los Weasley. Miré a mi alrededor, recordando los momentos mágicos que habíamos vivido, y no pude evitar sonreír al pensar en Ron. Todo parecía surreal, como si la magia de la Navidad nos hubiese envuelto en un hechizo especial.Me estiré perezosamente bajo las mantas, disfrutando del calor acogedor que contrastaba con el frío que se filtraba por las ventanas. Al darme la vuelta, me di cuenta de que era una de las primeras en despertar. Los ronquidos suaves de Ginny, desde la cama junto a la mía, me recordaron lo tarde que habíamos estado charlando la noche anterior.Decidí levantarme y dirigirme a la cocina, donde sabía que la señora Weasley ya estaría preparando el desayuno. Bajé las escaleras en silencio, intentando no hacer ruido, pero la madera crujía bajo mis pies de una manera que me hizo contener la respiración más de una vez. Al llegar al piso inferior, el aroma a pan recién horneado y a café llenaba el aire.
-¡Buenos días, querida! -la voz de la señora Weasley me sorprendió al entrar en la cocina-. ¿Dormiste bien?
-Sí, muchas gracias, señora Weasley -respondí con una sonrisa mientras me sentaba a la mesa-. No sé cómo lo hace, pero siempre consigue que este lugar se sienta tan cálido.
Ella soltó una risa amable mientras servía un plato de huevos revueltos. -Es la magia de la familia. Y hablando de familia... Ron no ha dejado de sonreír desde que llegaste -dijo, guiñándome un ojo con complicidad.
Sentí mis mejillas arder mientras tomaba una taza de té. -Bueno, Ron ha sido muy amable conmigo -contesté, intentando sonar casual, aunque la realidad era mucho más intensa.
Justo en ese momento, Ron entró en la cocina, despeinado y aún con la marca de la almohada en la mejilla. Me miró y una sonrisa perezosa se dibujó en su rostro.
-¿Ya estás despierta? -me dijo con un tono somnoliento, rascándose la nuca.
Le devolví la sonrisa mientras él se sentaba a mi lado. Había algo en su presencia que hacía que todo a mi alrededor se sintiera más ligero, más sencillo.
-Es un milagro que hayas bajado antes de que la comida se acabara -intervino Ginny, apareciendo detrás de él con una mirada burlona.
Ron le lanzó una mirada de advertencia, pero su hermana sólo soltó una carcajada mientras se servía un poco de jugo de calabaza.
-La próxima vez bajaré más rápido solo para no darle a Ginny la satisfacción -murmuró Ron, tomando un pedazo de tostada del plato que la señora Weasley había dejado sobre la mesa.
-Tienes que levantarte antes de las once para que eso suceda, hermano -dijo Ginny, dándole un empujoncito mientras pasaba a su lado.
Le sonreí a Ron mientras él intentaba defenderse entre mordiscos de tostada. Estaba tan tranquilo, tan él. Esa sensación de calidez en mi pecho se hizo más fuerte. No era solo la Navidad lo que hacía todo tan especial... era él. Pero antes de que pudiera decir algo más, la puerta de la cocina se abrió de golpe y aparecieron Fred y George, con su habitual energía caótica.
-Buenos días, parejita -dijo Fred, dejando caer su brazo alrededor de Ron y apretándolo como si fuera una broma, aunque Ron parecía menos encantado con el apodo.
-¡Y buenos días a nuestra futura cuñada! -añadió George, guiñándome un ojo de manera exagerada.
Sentí cómo mis mejillas se ponían rojas al instante, y Ron casi se atraganta con su tostada.
-¡Cállense! -dijo Ron, tosiendo y fulminando a sus hermanos con la mirada-. Dejen de molestar.
-¡Oh, vamos! Si ya no podemos molestar a nuestra pequeña pareja feliz, ¿qué nos queda en la vida? -respondió Fred, riendo mientras George le hacía un gesto a su mamá para que le sirviera desayuno.
La señora Weasley, sin siquiera mirar hacia arriba, chasqueó los dedos y lanzó un encantamiento en dirección a Fred y George, haciendo que las cucharas flotaran y comenzaran a golpear sus cabezas suavemente.
-¡Ay! ¡Madre! ¡Solo era una broma! -protestaron al unísono, esquivando las cucharas voladoras mientras intentaban sentarse.
-Ya saben lo que les digo sobre molestar a sus hermanos -dijo la señora Weasley, sin dejar de remover una olla de avena en el fuego.
Ron me miró, rodando los ojos con resignación, pero vi el rastro de una sonrisa en la comisura de sus labios. Era raro, pero me encantaba la forma en que su familia interactuaba, incluso cuando los gemelos estaban en su modo más molesto. De alguna manera, todo era parte de esa energía única que los Weasley llevaban consigo.
-Ay, Ron, siempre tan gruñón cuando estás enamorado -dijo George, ignorando por completo la advertencia de su madre mientras se acomodaba en la mesa.
Esta vez, Ron no pudo evitar sonrojarse un poco también. Lo miré, riendo suavemente, y le di un pequeño codazo en el brazo, tratando de romper la tensión.
-Si sigues poniéndote así, tus hermanos nunca te dejarán en paz -le susurré.
-Ya, lo sé -murmuró Ron, soltando un suspiro, pero luego me miró de reojo con una sonrisa tímida-. Pero no me importa... mientras estés aquí.
Mis mejillas volvieron a encenderse, pero antes de que pudiera decir algo, los gemelos comenzaron a fingir arcadas dramáticas desde el otro lado de la mesa, lo que nos hizo reír a todos.
El desayuno continuó con el mismo caos alegre que parecía ser normal en la Madriguera. Después de comer, Fred y George desaparecieron, probablemente para trabajar en algún otro experimento de los suyos, y Ginny subió de nuevo a su habitación, diciendo que quería escribirle una carta a Harry. De vez en cuando, la mirada de Ron se cruzaba con la mía, y cada vez que eso pasaba, era como si el mundo se detuviera por un segundo. No hacía falta decir mucho.
-¿Te apetece salir un rato? -me preguntó Ron finalmente, rascándose la nuca, como si estuviera un poco nervioso.
Asentí con una sonrisa. El frío no me importaba, no cuando sabía que estaría con él.
Salimos de la Madriguera y el aire frío nos golpeó de inmediato, pero el sol de invierno lo compensaba con su luz brillante. La nieve crujía bajo nuestros pies mientras caminábamos por el jardín, que estaba cubierto de un manto blanco que parecía sacado de una postal navideña. Ron caminaba a mi lado en silencio, pero no era un silencio incómodo. De alguna manera, simplemente estar juntos era suficiente.
Miré a mi alrededor, observando cómo las ramas desnudas de los árboles se inclinaban bajo el peso de la nieve. El sonido de los pájaros, apenas audible, llenaba el aire tranquilo. Me sentía en paz.
-¿Te ha gustado estar aquí? -preguntó Ron de repente, rompiendo el silencio mientras pateaba un pequeño montón de nieve.
Me giré hacia él, sorprendida por su pregunta. -¿Estás bromeando? Me encanta estar aquí. Tu familia es increíble... y tú también -dije, sintiendo el calor subir a mis mejillas al final.
Ron se rascó la cabeza, claramente incómodo con el cumplido, pero había una sonrisa tímida en su rostro. -Bueno... me alegro de que pienses eso. Siempre he pensado que mi familia es un poco... caótica.
Reí, porque la verdad era que, aunque caóticos, los Weasley eran exactamente el tipo de caos que hacía que todo se sintiera más vivo. -Sí, caóticos, pero en el mejor sentido. Me hacen sentir como en casa.
Ron me miró, y por un momento, pensé que iba a decir algo importante, algo serio, pero en lugar de eso, sonrió de lado. -¿Sabes lo que haría esto aún mejor? -preguntó.
Lo que empezó como una tranquila caminata pronto se convirtió en una batalla de bolas de nieve, corriendo por el jardín y lanzándonos nieve de un lado a otro. Mi risa resonaba en el aire frío, y el sonido de la risa de Ron lo hacía todo aún más perfecto.
De repente, todo quedó en silencio. Me di cuenta de que estábamos a solo unos centímetros el uno del otro, la respiración de Ron formaba pequeñas nubes de vapor que desaparecían en el aire frío. Sus ojos brillaban con algo más que diversión ahora. Me miraba de una forma que no había visto antes, una mezcla de nervios y determinación.
-¿Sabes...? -empezó a decir, pero las palabras parecían quedarse atrapadas en su garganta. Se rascó la nuca, como si no estuviera seguro de cómo continuar.
-¿Qué? -le pregunté, aunque en mi pecho ya sentía la respuesta. Mi corazón latía fuerte, demasiado rápido para el momento, pero también sabía que algo estaba a punto de suceder.
Ron dio un paso más hacia mí. El mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse, como si solo existiéramos él y yo, en medio del frío invierno y bajo ese cielo despejado de diciembre. Sus manos vacilaron por un segundo antes de finalmente levantarse, y con un suave movimiento, me apartó un mechón de cabello que había caído sobre mi cara. Su toque fue cálido, casi reconfortante, y en ese momento, lo único que podía hacer era mirarlo, atrapada en sus ojos azules.
-Esto... esto hará que me molesten durante semanas -susurró, con una sonrisa nerviosa.
Y antes de que pudiera responder, antes de que cualquier duda pudiera interponerse, se inclinó y sus labios rozaron los míos, de una manera suave, tímida, pero al mismo tiempo llena de algo que había estado esperando salir desde hacía mucho tiempo. Mis ojos se cerraron instintivamente y, durante ese breve instante, todo lo que importaba era ese beso.
El frío desapareció. La sensación de la nieve, el viento, todo quedó a un lado. Solo sentía el calor de su cuerpo cerca del mío, sus manos ligeramente temblorosas en mi rostro, y su aliento mezclándose con el mío.
Cuando se apartó, apenas unos centímetros, nos quedamos así, en silencio, mirándonos de nuevo. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, y aunque no podía ver mi reflejo, sabía que estaba sonrojada.
-Yo... -empezó a decir Ron, pero no lo dejé continuar.
Lo tomé por el cuello de su abrigo y lo besé de nuevo, esta vez con más confianza, como si ambos supiéramos que este momento era exactamente lo que habíamos estado esperando.
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Amigos, pero algo más -Ron Weasley-
Fanfiction____ es hija de un amorío viejo de Remus Lupin. A sus 16 años, a un año de la guerra, su madre decide abandonarla. Por lo cual, sólo le queda su padre, a quien no ha visto ni hablado nunca en toda la vida. N.
