20. Nuevos comienzos

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Cuando el día de regresar a Hogwarts finalmente llegó, la casa estaba llena de actividad. Maletas siendo cerradas, últimas instrucciones de la señora Weasley, y los gritos habituales de Fred y George hacían eco por toda la Madriguera. Me quedé en la puerta un momento, observando todo el bullicio, sintiendo una mezcla de emociones que era difícil de definir.

Ron pasó a mi lado, cargando su baúl, y me lanzó una mirada que decía más de lo que cualquiera de nosotros podía expresar con palabras. Sabíamos que todo estaba a punto de cambiar, pero por alguna razón, esa mirada me dio la tranquilidad que necesitaba.

Hogwarts nos esperaba. Y, aunque el futuro era incierto, estaba segura de una cosa: pase lo que pase, Ron y yo enfrentaríamos lo que venía juntos.

Cuando llegamos a la estación de King's Cross, el andén 9¾ estaba lleno de estudiantes, padres y el bullicio habitual que anunciaba el inicio de un nuevo trimestre en Hogwarts. La locomotora del Expreso escupía vapor, y a lo lejos se escuchaban risas y el crujido de baúles siendo cargados. Mientras caminábamos entre la multitud, sentí un nudo en el estómago. Era como si el último remanente de tranquilidad se evaporara, dejándonos solo la expectativa de lo que estaba por venir.

Harry y Ron iban delante de mí, hablando sobre el Quidditch, mientras Ginny caminaba a mi lado en silencio. Aunque intenté concentrarme en la conversación, mis pensamientos seguían yendo a lo que nos esperaba en el castillo. Las clases, los pasillos, la inevitable confrontación con el caos que había comenzado a desatarse el año pasado... y, claro, Ron. Después de la magia de la Navidad en la Madriguera, algo había cambiado entre nosotros, nuestro lazo se volvió aún más fuerte.

—¿Lista? —Ginny me preguntó de repente, mirándome con una ceja levantada. Sabía que no solo se refería a volver a Hogwarts, sino a todo lo que esa vuelta implicaba.

—No lo sé —respondí, siendo honesta por primera vez en esta última semana. Ella asintió, como si entendiera perfectamente.

Hogwarts, el lugar que siempre había sido el hogar de mis amigos, y comenzaba a convertirse en el mío, se sentía diferente, más sombrío, como si una sombra se extendiera sobre él, oscureciendo cada rincón. Cuando finalmente subimos al tren y encontramos un compartimento, el ambiente cambió de inmediato. Las risas de los demás alumnos y el familiar traqueteo del Expreso me hicieron sentir una nostalgia inesperada. Mientras colocaba mi baúl en el estante, sentí la mirada de Ron sobre mí. Me volví para encontrarlo observándome, su expresión más seria de lo habitual.

—¿Todo bien? —preguntó en voz baja, mientras Harry y Hermione se sentaban a nuestro lado.

—Sí —respondí rápidamente, aunque no estaba segura de si él lo creyó—. Solo estoy pensando.

Ron asintió, sin presionar más, y se sentó junto a mí en el compartimento. El tren arrancó con un suave tirón, y pronto dejamos atrás la estación, sumergiéndonos en los campos nevados que se extendían hacia el horizonte. A lo lejos, Hogwarts se alzaba, invisible aún, pero palpable en nuestras mentes.

Hermione abrió un libro, mientras Harry y Ron comenzaron a hablar sobre la próxima temporada de Quidditch. Yo me apoyé contra la ventana, observando el paisaje pasar.
El tren seguía su curso, y mientras el día avanzaba, una sensación de inevitabilidad crecía en mi interior. Hogwarts estaba cerca, y con él, todas las preguntas sin respuesta que había evitado durante las vacaciones.

El tren comenzó a reducir la velocidad mientras se acercaba a la estación de Hogsmeade. Sentí el mismo nerviosismo que siempre me embargaba al volver a Hogwarts, pero esta vez venía acompañado de una inquietud más profunda, como si supiera que algo grande estaba por ocurrir. Mientras los alumnos empezaban a levantarse para tomar sus cosas, eché un vistazo rápido por la ventana. Las luces del castillo se veían lejanas, pero prometían una bienvenida que, aunque conocida, nunca dejaba de emocionarme.

—Vamos —dijo Ron, tocando suavemente mi brazo mientras se ponía de pie—. Es hora, ya llegamos.

Recogí mis pertenencias y lo seguí fuera del compartimento. El pasillo del tren era un caos de estudiantes moviéndose, riendo y hablando en voz alta. Me aseguré de no perder de vista a Harry, Ron y Hermione, quienes iban un poco delante de mí, pero justo cuando estábamos por bajar del tren, un rostro familiar apareció entre la multitud.
Draco Malfoy estaba allí, apoyado casualmente contra una pared del tren, pero su postura relajada no engañaba a nadie que lo conociera de verdad. Lo observé unos segundos antes de que él me viera, y noté la tensión en sus hombros, la manera en que sus ojos recorrían la multitud con una mezcla de desprecio y desdén, hasta que finalmente se encontraron con los míos.

Su expresión cambió en un parpadeo. Los músculos de su rostro se suavizaron ligeramente, y por un momento, esa fachada de frialdad que siempre usaba como escudo se quebró lo suficiente como para mostrar algo más. Una sonrisa pequeña, apenas perceptible, apareció en sus labios. El tipo de sonrisa que nunca mostraría frente a sus amigos Slytherin.

—____ —dijo en voz baja cuando llegué a su lado. Su tono era neutral, pero yo conocía bien esa voz. Era la manera en que él me saludaba cuando estábamos solos o, al menos, lejos de las miradas indiscretas.

—Draco —respondí, sonriendo de vuelta, tratando de mantener la compostura. Sabía que no podía permitirme bajar la guardia demasiado. No en público. No con él.

Hubo un silencio incómodo, no porque no tuviéramos nada que decir, sino porque sabía que seguía molesto por mi relación con Weasley. Sabía lo que sentía por mí, y se había vuelto cada vez más evidente con el tiempo. Sin embargo, esa amistad extraña, cargada de tensión, era algo que ambos valorábamos, a pesar de todo lo que implicaba.

—¿Cómo estuvieron tus vacaciones? —preguntó finalmente, su voz baja y calmada, como si no le importara la respuesta. Pero lo conocía demasiado bien para creer eso.

—Tranquilas —respondí, consciente de que mis amigos estaban a solo unos pasos de distancia, esperando—. La Madriguera fue... interesante. ¿Y tú?

Draco se encogió de hombros, su mirada desviándose brevemente hacia la multitud que seguía bajando del tren.

—Lo mismo de siempre. —Su tono era más frío ahora, volviendo a ese escudo que siempre levantaba cuando hablábamos de su familia—. Nada que valga la pena mencionar.

Sabía que su vida en la Mansión Malfoy era todo menos fácil, pero no presioné. No lo haría delante de tanta gente, y mucho menos ahora que estábamos a punto de regresar a Hogwarts. Así que simplemente asentí y nos quedamos en silencio un momento más, hasta que escuché la voz de Ron llamándome a lo lejos.

—Tengo que irme —le dije a Draco, sintiendo una pequeña punzada de culpa por dejarlo así.
—Claro —respondió, sus ojos volviendo a encontrar los míos—. Nos vemos en el castillo, ____. —Había algo en su voz que me hizo pensar que esas palabras llevaban más peso de lo habitual, pero no tuve tiempo de preguntarle qué significaban.

Asentí una vez más y me di la vuelta para reunirme con Ron, Harry y Hermione. Mientras me alejaba, sentí la mirada de Draco seguirme, como si sus ojos intentaran retenerme un poco más. Pero no me giré.

Cuando llegué junto a los demás, Ron me lanzó una mirada desconfiada.

—¿Qué quería Malfoy? —preguntó, sus cejas fruncidas.

—Solo saludar —respondí, restándole importancia, aunque sabía que no era tan simple.
Ron murmuró algo inaudible, pero no insistió más. Harry y Hermione intercambiaron miradas, pero también decidieron dejarlo pasar. A veces, tener amigos que sabían cuándo no hacer preguntas era un alivio.

Nos subimos a las barcas, y mientras nos dirigíamos hacia el castillo, no podía evitar pensar en Draco. En su sonrisa tímida, en sus palabras crípticas. Algo me decía que este año sería diferente para los dos. Y por alguna razón, esa idea me inquietaba más de lo que me gustaría admitir.

Amigos, pero algo más -Ron Weasley-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora