En medio de la ropa, me encuentro con un pequeño estuche negro que había olvidado hace mucho. Al abrirlo, me detengo a recordar cómo pensaba antes. En su momento, las interacciones con él me hacían sentir especial, como si encajara junto a él. Me acostumbré a esperar ansiosamente sus mensajes o cualquier interacción mínima.
Últimamente, me he comprometido a superar mi timidez y torpeza social, y he reflexionado sobre todos los aspectos de mi vida, excepto en él.
No todo fue malo; admito que disfrutaba de su escasa atención, de esas agradables tardes entre besos y risas. Sin embargo, su comentario, "El hecho de que guardes tus sentimientos me repugna", me dolió profundamente. Sabía que me lastimó, y no recuerdo una disculpa.
Cuando rompió conmigo, me sentí aún más vulnerable. Las pocas palabras de cariño que alguna vez me dijo se hicieron polvo con su despedida.
Consideraba que había sido una buena novia; estuve para él cuando me necesitaba y realmente teníamos una buena química. ¿Por qué él no pudo hacer lo mismo por mí?
En el fondo, ansiaba escuchar esas palabras no por lo que representaban en él, sino porque representaban un impulso para mi ego. Sin embargo, he entendido que no todos querrán darme aprobación o cariño.
En su momento, suspiré y lo perdoné desde la distancia. No estoy diciendo que todo fue culpa suya; yo siempre he sido así y, seguramente, mi actitud lo tenía cansado.
Pensándolo objetivamente, es comprensible que una relación entre dos adolescentes sin experiencia en cómo amar tuviera sus dificultades.
Observé el lindo collar de plata y el dije en forma de hoja. Estábamos destinados a caer, y eso está bien y es natural. Me da pena botarlo, pues para mí representa un amor agridulce. Pero tal vez para otra persona sea una demostración de amor. Quizás la hoja de ese amor esté destinada a deslizarse con el viento. Cierro el estuche firmemente y lo pongo junto a las cosas a donar.
Me levanto, me estiro y organizo mi habitación rápidamente. Salgo a la sala y, de repente, siento un golpe seco... Me tomo un par de segundos para darme cuenta de que es Brenda, abrazándome con fuerza. Un sentimiento de ternura me invade mientras le correspondo; no sé cómo decirle que solo es un recuerdo. Para ella, aún soy su pequeña llorando por un corazón roto.
Nos sentamos en el sofá, sabiendo que ambas estamos a punto de llorar, pero nada que un poco de alcohol y buena comida no pueda solucionar. Sin duda, poder tener estos momentos junto a ella me reconforta; no tengo palabras para agradecerle. Sin darnos cuenta, nos quedamos dormidas en el sofá.
Han pasado un par de dias desde eso, Brenda sigue intentando subirme el animo. Aunque la verdad estoy bien.
Y como resultado hicimos algunas compras.Estamos en casa por la noche revisando nuestro pequeño tesoro, le he escrito a Oliver estoy últimos días se demora un poco en contestar.
—¿Mañana tienes trabajo?
—Oh, si tengo que ir mañana...
—Entonces vete a dormir, ya es tarde.
Definitivamente esta es una sensación que pocas veces tengo... Paz.
Asiento y me voy a dormir esto es tan cómodo...🌹
Un ruido molesto nos despierta; es el despertador, parpadeando en un rojo alarmante. Es muy tarde. Nuestra primera reacción es bostezar y estirarnos antes de aceptar la hora. Me levanto torpemente, con las piernas temblorosas, y ambas nos apresuramos en medio de la confusión. Apenas desayunamos...
Subimos a mi auto y ambas permanecemos en silencio. Las ruedas crujen levemente al pasar sobre el asfalto, llenando el silencio entre nosotras.
—He notado esos pequeños cambios en ti, Delia —dice Brenda tras un suspiro.
—¿Qué cambios? —pregunto curiosa, aunque en el fondo sé a qué se refiere.
—Te veo sonreír más, y ya no es una sonrisa de incomodidad o miedo —responde con un tono suave y calmado—. Ahora puedes hablar por ti misma, en lugar de refugiarte en que yo lo haga por ti. ¿Algo cambió?
Si no respondo, me estoy frenando a mí misma...
—Sinceramente, sí. Al recordar cada momento vergonzoso a lo largo de mi vida —mi expresión se tensa con frustración—. Y la mayoría se hubiera podido evitar si tan solo hubiera mantenido mi opinión firme.
—Estoy de acuerdo, pero aun así, ve paso a paso. Odiaría verte sufrir por una decisión impulsada por tu entorno...
—¿Impulsada por mi entorno? ¿A qué te refieres con eso? —pregunto, un poco dolida.
—Bueno... ¿podría ser que tu cambio de actitud sea una manera inconsciente de agradarle más a Oliver?
—Brenda, no es por él, es por mí. Entiendo por qué llegas a esa conclusión —mis manos se aferran al volante, siguiendo el movimiento del camino mientras intento procesar sus palabras—. No voy a negar que tengo celos cada vez que Oliver hace algo que a mí me costaría demasiado.
—¿Pero...?
—Pero esos mismos celos, por él y por todos los que me rodean o rodearon alguna vez, me hacen querer cambiar por mí misma —digo mientras mis piernas se entumecen.
—Delia, si eso es lo que deseas, por favor, cuenta conmigo. No deberías querer algo de los demás que tú misma puedes ofrecerte...
Una sensación de paz me invade. Si tengo a las personas que amo junto a mí, no debo temer ser considerada una burla nunca más.
—Gracias, Brenda, por todo... —respondo, mientras las lágrimas comienzan a correr.
Ella no responde, solo apoya su cabeza en mi hombro. Dejo a Brenda en su trabajo y me apresuro al mío.
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El Aroma de un Chico
Romance"Un destello de luz puede esconderse muy lejos, pero solo lo sabrás hasta tener la valentía de alcanzarlo." El sonido nostálgico de las campanas resonó en mi cabeza, un joven de cabello negro y ojos miel que entró sin avisar en mi vida, y yo, Delia...