La suave brisa nocturna recorría el Templo Narukami, y en la tranquilidad de la noche, Yae Miko, la Gran Sacerdotisa, yacía dormida en su aposento, inmersa en un sueño profundo. Su expresión serena contrastaba con las imágenes que se formaban en su mente, transportándola a un pasado lejano, un tiempo en el que ella aún no era la imponente kitsune de hoy, sino una pequeña zorra rosa, vulnerable y llena de curiosidad.
En su sueño, se vio a sí misma, apenas una cría, correteando libremente por los vastos campos de la nación Electro. Las flores de sakura adornaban el paisaje, y el sonido de los truenos resonaba en la distancia, dándole una sensación de seguridad. Pero aquella paz pronto fue interrumpida por un grupo de humanos que aparecieron de repente. Al principio, la pequeña Miko solo los observó desde lejos, pero no tardó en sentir el peligro en sus miradas.
Humano 1: -Con una voz cargada de avaricia- ¡Allí está! ¡Es una kitsune! Si la atrapamos, nos haremos ricos.
El pánico la invadió. Sus pequeñas patas comenzaron a moverse rápidamente, tratando de alejarse de esos humanos que la perseguían con intenciones claras de atraparla. Corrió con todas sus fuerzas, zigzagueando entre los árboles, pero un golpe certero de una flecha la alcanzó en la pata trasera, haciéndola caer dolorosamente al suelo.
Miko: -Gimiendo de dolor- No... tengo que escapar...
Con la pata herida y su energía disminuyendo, continuó avanzando a trompicones, la desesperación en sus pequeños ojos. El sonido de las voces humanas cada vez más cerca la aterraba, pero no podía rendirse. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de desmayarse, se topó con una figura solitaria en el bosque, un hombre que la miró sin la misma avaricia o malicia que los otros.
El hombre, alto y con una capa oscura que se movía con la brisa, se inclinó lentamente hacia ella. Sus ojos brillaban con una luz calmada, casi como si entendiera su dolor.
Hombre desconocido: -Con voz suave- ¿Qué te ha pasado, pequeña? Estás herida...
En lugar de atraparla, como temía que lo hiciera, el hombre se arrodilló y con mucho cuidado la recogió entre sus brazos. Miko, debilitada por el dolor y el miedo, apenas pudo resistirse, sus ojos entrecerrándose mientras sentía el calor del cuerpo de aquel humano. Pero el peligro aún no había pasado. Los otros humanos llegaron al claro donde se encontraban, con sus armas listas.
Humano 2: -Amenazante- ¡Oye, tú! ¡Entrega al zorro! Nos pertenece.
El hombre no los miró. En cambio, seguía revisando la herida de la pequeña zorra rosa, usando un trozo de tela para limpiar la sangre que brotaba de su pata. Miko lo observó en silencio, confundida por su bondad.
Humano 3: -Con tono agresivo- ¡Te estamos hablando! ¡No te metas en lo que no te incumbe!
Finalmente, el hombre levantó la cabeza, y aunque su mirada seguía siendo serena, había una chispa de peligro en sus ojos.
Hombre desconocido: -Con frialdad- Si tu único propósito es lastimar a un ser indefenso, entonces no mereces ni mi atención. Váyanse antes de que lo lamenten.
Uno de los hombres, envalentonado, dio un paso adelante, levantando su espada.
Humano 1: -Con burla- ¿Y qué vas a hacer tú solo contra todos nosotros?
El hombre bajó la mirada hacia la pequeña Miko que temblaba en sus brazos, y con suavidad, la dejó en el suelo, acariciando su cabeza.
Hombre desconocido: -Susurrando- Duerme un poco. Me encargaré de estos 'malos' por ti.
Sus palabras, llenas de una calidez inesperada, calmaron a la pequeña zorra, quien, exhausta por el dolor y el miedo, cerró los ojos y cayó en un profundo sueño. Apenas consciente de lo que sucedía a su alrededor, solo escuchó un último trueno en la distancia.
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Rayos Y Petalos: El Juramento De Eternidad
RandomParte cinco de la serie tn x Genshin Impact