Capítulo 11: El entrenamiento del arconte

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Caminando por los caminos empedrados que una vez conoció tan bien, los recuerdos de su pasado lo invadían con cada paso. Los días en que Inazuma era más tranquila, menos agitada por el conflicto, parecían lejanos. Sin embargo, el presente se sentía igualmente vibrante. Las aldeas, las montañas, las costas... todo era familiar y a la vez diferente. TN sabía que Aether era fuerte y estaba seguro de que estaría bien, por lo que no sentía la urgencia inmediata de ir en su búsqueda. Así que decidió disfrutar un poco más de este reencuentro con su tierra natal.

Los días se sucedieron y se convertían en semanas, cada uno trayendo más recuerdos de su juventud y las personas que había conocido en el pasado. Las calles de Inazuma seguían siendo bulliciosas, y los campos de Narukami le ofrecían una paz que casi había olvidado. Pero después de todo, su mente siempre volvía a un solo lugar: Yae Miko.

Era un pensamiento persistente, una sensación de que algo lo llamaba de vuelta al santuario. Decidió que, antes de enfrentarse a Ei, aún no estaba listo para dejar atrás lo que había experimentado con Yae. Sabía que, tarde o temprano, hablar con la Shogun Raiden sería inevitable, pero primero, necesitaba más tiempo con Yae.

Al llegar de nuevo al santuario, fue recibido por las mikos con sonrisas y reverencias. Su presencia traía un aire de autoridad y calma que siempre lograba contagiar a quienes lo rodeaban. Las mikos, claramente aliviadas por verlo, no pudieron ocultar su alegría.

Miko A: -con una sonrisa nerviosa- ¡Maestro TN, qué bueno que ha regresado! La señora Yae... bueno, se ha escapado de sus deberes otra vez.

TN soltó una suave risa, sabiendo muy bien cómo era Yae. No era la primera vez que se ausentaba de sus responsabilidades en el santuario, y probablemente no sería la última.

TN: -con una sonrisa tranquila- ¿Escaparse otra vez, eh? No me sorprende en absoluto.

Justo en ese momento, antes de que pudiera decir algo más, sintió una energía familiar acercándose. Yae Miko apareció, caminando con su usual gracia, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Sin perder un segundo, se lanzó hacia él y lo besó con una intensidad que tomó a todos por sorpresa, como si hubieran pasado meses sin verse.

Yae Miko: -con una voz suave y seductora, después del beso- Te extrañé, maestro. Pareciera que hubieras desaparecido por una eternidad.

TN, aún con una sonrisa de satisfacción, la miró fijamente a los ojos y le acarició el rostro. Pero no iba a dejar que Yae se saliera con la suya.

TN: -arqueando una ceja, con un tono inquisitivo- ¿Y qué pasó con tus deberes, Yae? Las mikos me dijeron que has estado escapando nuevamente.

Yae fingió una expresión inocente, llevándose una mano al pecho y entrecerrando los ojos con dramatismo.

Yae Miko: -fingiendo inocencia- ¿Yo? ¿Escaparme? No tengo idea de qué hablas, maestro.

TN no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Sabía cómo manejarla, y esta vez, tenía un plan. Sin perder la calma, adoptó una expresión más seria, aunque aún juguetona.

TN: -cruzando los brazos, con una mirada firme- Muy bien, si no cumples con tus responsabilidades, entonces habrá consecuencias.

Los ojos de Yae se abrieron ligeramente, intrigada por lo que su maestro planeaba. Sus labios formaron una leve sonrisa, pensando que podría tratarse de alguna broma, pero TN fue contundente.

TN: -acercándose lentamente, con una sonrisa- Si no cumples con tus deberes de sacerdotisa, voy a imponer una abstinencia... y un distanciamiento.

El rostro de Yae palideció por un momento, sorprendida de que TN estuviera tan serio al respecto. Al instante, lo rodeó con los brazos, presionando su cuerpo contra el de él mientras le lanzaba una mirada suplicante.

Rayos Y Petalos: El Juramento De Eternidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora