El cielo sobre Tenshukaku se teñía de tonos grises, un reflejo de la atmósfera que reinaba en la majestuosa torre donde la Shogun Raiden tomaba sus decisiones. Yae Miko se encontraba de pie frente a Raiden Shogun, una mezcla de determinación y frustración se reflejaba en sus ojos púrpuras. Había intentado convencer a su vieja amiga de dejar el Decreto de Captura de Visiones, pero sus palabras parecían caer en oídos sordos.
Yae Miko: -Con voz calmada pero firme- Ei, sabes que este decreto está causando más dolor que bien. La gente sufre, y las visiones son parte de quienes somos. No puedes simplemente arrancarles eso y esperar que todo siga como antes.
La Shogun Raiden, inmóvil como una estatua, mantenía su expresión imperturbable. El trono en el que estaba sentada era imponente, casi tanto como su propia presencia. Sus ojos brillaban con la energía eléctrica del poder absoluto, pero detrás de esa fachada, Yae podía ver un conflicto interno, una duda que intentaba ocultar bajo la máscara de autoridad.
Raiden Shogun: -Fría y desapasionada- La Eternidad es lo que persigo, Miko. La visión es un elemento caótico, una perturbación en el orden natural. Sacrificios deben hacerse para alcanzar la perfección.
Yae apretó los dientes. Sabía que cambiar la mentalidad de Ei no sería fácil, pero no esperaba que fuera tan intransigente. Dio un paso hacia adelante, intentando una última vez.
Yae Miko: -Con un toque de súplica en su tono- Lo sé, Ei. Conozco mejor que nadie tus razones. Pero las cosas no son tan simples. El mundo sigue cambiando, y si intentas detenerlo de esta manera, solo generarás más caos.
La Shogun Raiden frunció levemente el ceño, una reacción mínima, pero perceptible. Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe, revelando a Sara Kujou, la fiel general del ejército de Inazuma. Su figura, rígida y marcial, contrastaba con la delicadeza de Yae.
Raiden Shogun: -Con una orden final- Kujou Sara, acompaña a la sacerdotisa fuera del Tenshukaku. He escuchado suficiente.
Yae Miko lanzó una mirada fugaz hacia Sara, sabiendo que no había malicia en su obediencia, solo lealtad ciega. Con un suspiro, alzó una mano en señal de paz.
Yae Miko: -Con una sonrisa tranquila- No es necesario. Me iré por mi cuenta. Solo... piensa en lo que te he dicho, Ei. No puedes hacer esto sola.
Sin esperar respuesta, Yae giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida del palacio, su paso elegante resonando en el suelo de mármol. Mientras cruzaba el umbral de las enormes puertas, su mente estaba llena de preguntas, dudas y un profundo pesar. Sabía que detrás de la coraza impenetrable de Raiden, aún quedaba algo de la amiga que una vez conoció.
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Ya afuera de Tenshukaku, Yae Miko se detuvo un momento para observar el vasto paisaje de Inazuma desde las alturas. La ciudad bajo sus pies parecía tan tranquila, tan ajena al conflicto interno que se desarrollaba en las altas esferas del poder. La brisa marina acariciaba su rostro, pero en su corazón, sentía una tormenta formándose.
Yae se cruzó de brazos, intentando calmar sus pensamientos. Sus recuerdos comenzaron a vagar, como si buscaran una respuesta en algún lugar lejano. En ese momento, su mente volvió hacia una figura que hacía tiempo no veía, pero cuya ausencia sentía en cada paso que daba: TN, su maestro, su amigo, su protector en el pasado.
Yae Miko: -Susurrando para sí misma- Si él estuviera aquí... ¿qué habría hecho?
El recuerdo de TN siempre traía consigo una mezcla de nostalgia y serenidad. Había sido él quien la rescató cuando solo era una pequeña zorra herida y temerosa. Fue él quien le enseñó a confiar, a ser más fuerte, a comprender la complejidad del mundo. Y ahora, más que nunca, sentía que necesitaba su sabiduría, su guía.
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Rayos Y Petalos: El Juramento De Eternidad
RandomParte cinco de la serie tn x Genshin Impact