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—Dios mío Jake, ¿!En que estabas pensando!? —Dijo la madre de Jake enojada.
— Yo... lo siento mamá, no pensé en lo que hacía.
— Pues claro que no lo hiciste, mírate.
Jake había tomado una decisión inesperada esa mañana. Se levantó antes de lo habitual y, en lugar de vestirse con su uniforme normal, decidió robar un tinte que por casualidad se encontraba en el baño. Se tiñó el cabello de rojo, aunque era uno muy oscuro en realidad.
Era algo impulsivo, pero le resultaba emocionante por una vez intentar ser un chico rebelde como la mayoría de amigos de Sunghoon.
La excursión a la que irían desde esa mañana duraría pocos días, pero sentía que necesitaba un cambio, algo que lo hiciera salir de su zona de confort.
Mientras se miraba al espejo, estaba asustado con el nuevo cambio, y lo primero que hizo fue pensar en cómo reaccionaría Sunghoon.
—¿Sabes que puedo quitarte el permiso de ir a esa excursión?
— Mamá, por favor no...
. . .
Luego de rogarle por bastante tiempo la madre de Jake cedió.
Cuando Jake entró al autobús, la sorpresa fue inmediata.
Estaban acostumbrados a ver a Jake con su cabello rubio, y este cambio repentino parecía fuera de lugar. Una mezcla de curiosidad y desconcierto, preguntándose qué lo había llevado a hacer algo que no haría el Jake de siempre.
Sunghoon conocía bien al rubio, pero no lograba entender su motivación. ¿Había algo detrás de ese cambio? Aunque no dijo nada, su mente estaba llena de preguntas.
— ¿Luce muy mal? — Preguntó un castaño asustado, sentándose a un lado.
—Bueno... no en realidad.
Podría decirse que Sunghoon después de varios días de ser ignorado por parte de su mejor amigo, por fin lo había resuelto. Sabía que había sido intenso, que quizás presiono demasiado a Jake para arreglar y aclarar las cosas, pero no podía soportar la idea de perderlo por las tontas creencias de sus padres.
—Te ves muy bien, Jakey.
Sunghoon pasó una de sus manos en el cabello del ahora pelirojo como si fuera un cachorro, lo que hizo a Jake bufar.
. . .
Ahora estaban sentados juntos, sonriendo y jugando con el Nintendo que Sunghoon había llevado en su pequeña mochila.
Sintió una paz indescriptible. Todo estaba en su lugar otra vez, y esa conexión que siempre habían tenido estaba intacta, como si nunca hubiera habido una grieta.
