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Katsuki Bakugo, así se llamaba el próximo jefe de la tribu Dragón, quizás la tribu más poderosa del mundo, que solía mezclarse con los reinos vecinos. Sin embargo, también fue el más amenazado. Los Bakugo fueron atacados constantemente en su juventud antes de alcanzar la madurez porque una vez que pasaran esa etapa, serían demasiado fuertes para ser confrontados.

Por eso, por tradición, el nombre y la identidad del próximo jefe generalmente se mantenían ocultos, excepto de los reinos y tribus aliados.

Ahora, la pregunta que se estaba haciendo el futuro jefe de la tribu de Dragones era: ¡¿Cómo ese conejo llorón sabía su nombre completo?! Eso debía descubrirlo en su hogar.

A lo lejos vio como su pueblo se iba haciendo cada vez más grande. Las enormes cuevas donde dormían los Dragones rodeaban todo protegiendo a su vez de los enemigos. Cabañas se hacían más visibles e incluso pequeños puntos que indicaban que los niños estaban jugando en la tierra.

—Ve a casa, ahora —ordenó Katsuki.

El dragón gruñó para luego ir en picada hacía abajo. Katsuki ignoró los gritos de terror de aquel sujeto de cabello verde. Su dragón era muy confiable y jamás soltaría a nadie a menos que él le diera la orden. Se lo habían dado cuando apenas tenía cinco años. Una de sus primeras tareas fue mantener con vida al pequeño animal de color rojo. No podía negar que hubo ocasiones en las que quería deshacerse del maldito dragón, pero Katsuki no podía. Si el dragón moría, no tendría lo necesario para ser el jefe.

—¡AAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!—Aquel deku gritó con tanta fuerza, que Katsuki creyó que su garganta se había destruido. No se sorprendería si el alma de aquel llorón se salia de su cuerpo y se perdÍa en el orizonte.

Aquel Deku se colocó de un salto en posición de defensa y sus ojos verdes se clavaron en Katsuki, sin abandonar todos sus movimientos, desde bajar de su dragón hasta cómo metía sus manos en su pantalón. Katsuki frunció el ceño al ver cómo aquel llorón dirigía su mirada descaradamente a sus muslos, expuestos gracias a las aberturas de la prenda.

—No seas tan llorón. Ahora, no lo suelten —Ante su orden, dos hombres se acercaron y lo sujetaron con sogas.

Katsuki pudo apreciar el miedo y tintes te traición en la mirada esmeralda de aquel peliverde. Como si lo conociera, como si fueran más que dos desconocidos.

—¡¿A dónde me llevan?! ¡Kacchan! —Trató de soltarse, deku luchó con todo lo que parecía tener. Pero su cuerpo era inutil al lado de los miembros de la tribu. Parecia querer luchar, cerrando los ojos, buscando algo en su interior.

Bakugo esperó algo, quizás que usara algo de magia, pues parecía tan concentrado como un patético mago principiante. Sin embargo, no sucedió nada, solo desolación en la mirada de aquel deku.

Observó como se llevaban al extraño sujeto a los profundos calabozos resguardados por los Dragones de la tribu. Por alguna extraña razón, sintió que ese apodo le caía perfecto.

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Shoto Todoroki tenía una sola misión, entender la razón del porqué las espadas sagradas de All Might se habían encendido tres veces en ese día. Era raro, super raro, las espadas nunca habían hecho nada parecido, desde que se las encontraron en la tumba de su anterior sucesor, nadie pudo volver a levantarlas. Pero ahora no solo brillaban, sino que hacían temblar el museo completo donde las reliquias más preciadas del reino se guardaban.

Borrador de El Amor de mi VidaWhere stories live. Discover now