En el enigmático Valhalla, T/N, una joven que lucha por desenterrar los recuerdos de una infancia envuelta en sombras, se encuentra con Beelzebub, un ser temido por su fría indiferencia, intrigado por su búsqueda de la verdad, él se acerca, pero una...
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¿Qué pasará si no puedo controlar esta oscuridad dentro de mí? ¿Qué está pasando conmigo? ¿Quién soy realmente?
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Mientras me acomodaba en el borde de la cama, un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos.
—¿Quién es? —pregunté en voz baja. No hubo respuesta.
Suspiré, me levanté y caminé lentamente hacia la puerta. Al abrirla, ahí estaba Jack, mirándome con esa mezcla de preocupación y calma que lo caracterizaba.
—¿Por qué no respondiste? —pregunté, con el ceño levemente fruncido.
—Mis disculpas... —murmuró, manteniendo su mirada fija en mí—. T/N, has desaparecido todo el día.
—Lo sé —respondí, intentando sonar despreocupada—. Tenía cosas que hacer.
Jack me observó en silencio por un momento, como si intentara leer más allá de mis palabras. Luego suspiró suavemente y me lanzó una mirada cargada de significado, como si las palabras sobraran.
—¿Por qué mientes...? —preguntó, su tono suave, pero firme.
—¿Eh? —Lo miré, sorprendida por su comentario.
—Sabes que puedes confiar en mí, T/N. —dijo, cruzando los brazos y dando un paso hacia dentro de la habitación. Aunque mantenía su tono calmado, había una cierta determinación en sus palabras.
Suspiré, sabiendo que no podía engañarlo. Jack siempre veía más allá de lo evidente.
—No te estoy mintiendo en nada —dije, tratando de sonar convincente, aunque esta vez con más seriedad.
—Sí lo haces. Tus colores no mienten —dijo con firmeza, haciendo un leve gesto en mi dirección, como si pudiera ver algo invisible.
Suspiré otra vez, sabiendo que estaba atrapada. Pero tampoco podía decirle todo.
—Jack... —comencé, queriendo desviar la conversación—. Quiero preguntarte unas cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó, con su tono un poco más relajado, pero aún expectante.
