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Narrador omnisciente

Septiembre, 23, 20""

Un joven de cabello blanco se subió a la camioneta, frustrado por el evento de la familia Moretti. Se preguntaba qué ganaba una familia tan rica al organizar algo que no les beneficiaba. Vestido con un traje rojo rubí, buscaba que todos lo miraran. Un narcisista, ególatra y siempre deseando ser el centro de atención. Con él antifaz a un lado de él envío un mensaje a su asistente.

— Quiero todo preparado, para cuando está mierda acabe, los Moretti solo nos darán veinte minutos después de terminar el evento para salir — mandó el mensaje y a los pocos minutos tuvo una respuesta.

— te darán treinta si te mantienes cerca de la chica — escribió su asistente, mientras manejaba todo desde su portátil para tener un avista panorámica del salón donde se llevaría a cabo el evento. Las calles cercanas, callejones, y ver a cada uno de los invitados, de esta noche.

Él suspiro, y guardo su teléfono, tomando el antifaz y colocándolo sobre sus ojos una vez estaban cerca.

— Una mujer insípida y poca agraciada, Stela Gromova es una vieja que cualquier día morirá por la vejez — pensó sonriendo de lado, a él muy poco le importa adueñarse de las guerras ajenas. Mientras su imperio no caiga a él le da igual, si una de las dos debe morir.

En otro lado

El demonio de ojos rojos veía con satisfacción el resultado del vestido, él solo quería que lo ajustarán, pero lo que tenía frente a él era totalmente distinto a como lo había mandado.

— Por el infierno, que esto te quedó bellissimo — dijo con una sonrisa amplia, mientras se pasaba la lengua por los labios saboreando el diseño creado por ella. — Sólo tú puedes, destruir y recrear algo con tus manos.

La chica con sus manos vendadas, sonreía viendo su trabajo, ella dejaría que ese logro lo tomará otra persona que ya no estaba entre ellos. Solo como un comienzo de una guerra que ella quería ganar. Y deshacerse de lo que tanto la lastimaba.

— Si trabajaré, debo hacerlo bien demonio — dijo acercándose al maniquí que llevaba puesto el vestido que presentarán ante la multitud — Solo cuídalo, no volveré a tocar algo que era para Masha.

Él asintió gustoso, sabía que pedirle algo era una gran suma que pagar, y aunque el vestido era de alguien a quien ambos querían, era un trabajó el cual debía pagar.

— Me iré a alistar, me vestire de negro, para que sepas que no vine por gusto — dijo ella, soltandose su cabello, y despeinando un poco su flequillo.

Él la tomó del brazo impidiendo que se fuera, tenía un vestido a juego con su traje que le daría para que lo luciera, un vestido color ciruela que acentuaba su figura, y la haría ver cómo una puta diosa sacada del infierno o eso era lo que él creía.

— Gabriella, busca la caja que te encargué — dijo hacia su mucama, ella asintió con sonrisa. — Dejaras el negro por hoy bellísima, te convertiras en una diosa del infierno.

Susurro hacia ella haciendo que se tensara, levantando unas de sus cejas en confusión. La mucama salió de la habitación dirigiéndose hacia la habitación de su Señor. Sacando la caja de su armario y el juego de tacones con unas medias. Suspiro pensando que algún día ella quisiera a alguien como su Señor.

Salió, caminando de regreso, en el pasillo otras mucamas hablaban sobre la señorita y el señor. A lo que se quedó escuchando lo que ellas murmuraban.

— Si la señorita acepta casarse con el señor, sería la pareja del año, es que los dos son guapísimos, y si tienen hijos serían como reyes del Olimpo — murmuró una de las mucamas mientras fingía echarse aire con la mano en su cara.

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