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Milica.

— Príncipe, debe sentirse afortunado de ir de la mano de la señorita, es muy bonita — dijo la castaña, viéndome con sorna. — ¿Tienes pensado casarte?

— Es preciosa, me encanta su vestido. Se ven lindo juntos — dijo la señora, mirándome de arriba a abajo. — ¿Es su prometida?

Rinaldo me sonrió, tomó mi mano y la besó con delicadeza, acercándose a mí y rodeando mi cintura con su brazo.

— Me gustaría decir que sí, pero no es así — respondió, volviendo la mirada hacia la señora. — Soy su compañero esta noche.

— Nos hubiese gustado que se uniera con los Ivankovic, príncipe, pero si es lo que decidió — murmuró su compañero, regalándome una mirada despectiva.

Las mujeres a mi alrededor me miraron de arriba a abajo. No pude evitar pensar en lo tentador que sería quitarme la máscara y ver cómo reaccionaban. JAJAJA.

— Los Ivankovic tienen demasiada influencia, ¿no? — comenté con una sonrisa. El hombre frunció el ceño. — He escuchado que muchos quieren invertir en los negocios de esa familia.

— Los Ivankovic son dueños de casi todo Rusia y mantienen relaciones con muchas familias prestigiosas. No creo que usted sepa de eso — farfulló mientras tomaba un sorbo de su copa.

— Usted entenderá que si le habla de esa manera de nuevo, saldrá con la cabeza rodando, ¿cierto? — murmuró el ojirojo con una sonrisa torcida, dirigiéndose al señor, quien se puso pálido al instante. — Nos retiramos, que su velada sea incierta esta noche.

La señora nos miró, asombrada,suspiré mientras seguíamos saludando a los demás invitados de la noche. Rinaldo llamó a su hombre de confianza, no entiendo cómo pasan por normales estos tipos, todos sus hombres parecen modelos.

— Valerio que la empresa de los Ricci quede en bancarrota — pidió cabreado hacia el hombre de cabello castaño.

— No seas tan dramático, Rinaldo, un mal comentario no me hará perder la compostura — murmuré, blanqueando mis ojos.

— Pretendes que deje que se haga un mal comentario sobre ti — Murmuró enojado, suspiré negando con la cabeza. — Quema la porquería de auto que trajo.

— Quiero una noche tranquila, Rinaldo. Valerio, retírate, pero antes dile a Yosuke que prepare todo — murmuré. El castaño asintió y se despidió. Rinaldo tomó una copa de vino y le dio un sorbo..

— Sabes que son mis hombres, ¿no? — preguntó, mirando por encima de mi hombro, frunciendo el ceño. — No entiendo cómo te ganaste su confianza.

— ¿Te molesta que me hagan caso? — respondí, queriendo darme la vuelta. — Si es así, retira a Enzo del cuidado de Dorian.

Se puso frente a mí impidiendo que me girará y aunque su altura no me intimidaba, su mirada sí. Era como si pudiera quitarme un trozo de alma con solo mirarme.

— Son tus hombres también, Daimonion. No lo malinterpretes — susurró, mientras yo cruzaba los brazos y levantaba la mirada. — Enzo se quedará a cuidado de Dorian y de ti. Un descuido, y se queda sin ojos.

Sonreí de lado y, él me miró con una ceja levantada, simplemente alcé los hombros. Un carraspeo detrás de él lo hizo darse la vuelta y poner su brazo alrededor de mi cintura. Una mujer de estatura media un poco más alta que yo, lo miraba con una sonrisa de boca cerrada.

— Señor Rinaldo Moretti que bueno verlo de nuevo — murmuró con tono seductor, se acercó levantando su mano, Rinaldo inclinó su cabeza sin soltarme.

Runaways En Las Nubes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora