CAPITULO II

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Ese día no podía dejar de pensar en lo que había hecho, Delora insistía en verme. Pero yo simplemente no quería salir, no podía. Todos mis pensamientos estaban dirigidos a lo que acababa de hacer, intente incitarme a vomitar, pero fue imposible, por alguna razón mi cuerpo se negaba a ello... Tuve pesadillas. Miles de ellas durante la noche, con la imagen de mi difunto y desconocido abuelo, mis padres trataban de hablar e interactuar conmigo. Pero sinceramente yo no deseaba saber nada de ellos... Me sentía como un monstruo. Yo... Era una bestia, y nada más que eso. Una bestia hambrienta que solo vive de instintos. No salí de mi cuarto durante semanas, no fui a entrenamientos la verdad no deseaba hacerlo. No deseaba ver a la cara a nadie, solo deseaba que me dejaran solo. Procesar todo lo que acababa de pasar, no pude dejar de maldecirme a mí mismo, no pude dejar de odiarme, de querer golpearme. Vomite múltiples veces... Pero la verdad no me sentía para nada bien, aun así, los días se cerraban. Y poco a poco iba a ser el día en el cual yo tendría que volver a la academia para mostrar mis nuevas habilidades, no me sentía bien. Ni confiado, ni seguro. Era más bien una sensación sucia, la sensación de que hiciste algo mal, la sensación de que no hay nada bien, esa misma era la sensación. Solo deseaba que se fuera, pero sabía que no sería tan simple, no lo es... Jamás lo seria.

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Delora había estado yendo a su universidad, era realmente aplicada, de la universidad iba a su casa y de ahí a la gran torre del reloj en la cual seguía pintando. Una y otra vez, las noches en VeritasFalsk eran realmente frías, más sin embargo todos estaban obligados a vivirlas de alguna u otra forma. Así era como debía ser, o al menos eso querían creer, por supuesto que Delora sabía lo que le había pasado a Draven. De hecho, intento visitarlo en repetidas ocasiones, pero él decidía no salir o no dejarla pasar. Delora, odiaba la religión con todo su ser... Para ella la religión de Neiv no solo no tenía sentido, si no que era una maldición para la humanidad. La madre de Delora, en un hospital, enferma. Una enfermedad terminal que tarde o temprano la alejaría del camino. Y todos deberían aceptarlo incluso Delora, por supuesto que... Esto no era fácil. Debian prepararse para la muerte de su madre, pero no era fácil. De hecho, cada día que pasaba era más doloroso, hasta el punto que para evitar el daño Delora comenzó a evitar ir a ver a su madre enferma, por el daño emocional que esto le causaba... No había nada que Delora le tuviera más miedo que a la muerte. Y en este caso la muerte de un ser querido. Mientras Delora pintaba su dolor plasmado en pintura... Theo se acerca a ella. Un chico de su edad, con cabello negro igual al de Draven, peinado en forma de libro, delgado y pálido. Como la gran mayoría de personas de la ciudad, tenía pecas en su rostro y no era demasiado alto. Delora, era más alto que él. Una persona que al verla lo primero que pensabas era que se trataba de alguien muy seguro de sí mismo. Caminando con el mentón en alto, paso firme y seguro, tanto que parecía inquebrantable. Miraba directamente a los ojos al hablar, más sin embargo era muy gentil al hacerlo. Era, pero a la vez no era intimidante, y empatizaba fácilmente con las personas.

—Es una pintura muy hermosa.

—Gracias.

—Perdóname por volverte a interrumpir. Mis intenciones no son distraerte de tu arte, pero. Habías dicho que pensarías en lo que te dije... Estoy aquí para escuchar que es lo que pensaste.

—Si te soy sincera. No lo sé, no creo en eso... Además. Si se llegan a enterar respecto a que me he transformado en pagana voy a ser asesinada.

—¿Quién es realmente el pagano? Tu. O... ¿Ellos?

—Para ellos, seré yo.

—Pero tú, estarás protegida por nuestro Leviatán. Nuestro gran dios, ningún enemigo de él te hará daño. Ningún falso profeta se dará cuenta, además. De que tu madre tendrá la oportunidad de sanar todas sus enfermedades y vivir contigo.

EL NEGRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora