CAPITULO XVI

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(Nailah)

Camine hacia los cadáveres de mi madre y Heket; estaba parada ahí. Simplemente mirándolos, lagrimas silenciosas salían de mis ojos. Caían deslizándose por mis mejillas y caían al suelo. Mi cuerpo temblaba... ¿Por qué? ¿Por qué me pasa esto a mí? Mire a mi alrededor. Los soldados de mi madre ahora se estaban rindiendo, murió mi madre. La resistencia ya no tendría sentido, pero ambos bandos. Tanto las águilas negras como Tumuh estábamos tristes y de luto. Eso fue lo que unió a ambos grupos, por unos momentos... Los guerreros de uranio huían al ver a su líder muerta, y yo apenas podía mantenerme de pie, mis piernas estaban débiles. Como si en cualquier momento fuese a caer al suelo, deseaba gritar. Deseaba golpear el suelo mientras lloraba, deseaba golpearlos a todos. Pero no podía hacerlo, no. No al frente de todas estas personas, me trague mi dolor, me tragué mi duelo, me trague mi trauma. Mordiéndome con muchísima fuerza el labio, me lo destroce, de mi boca no paraba de salir sangre, de nuevo; estaba recibiendo toda la atención de todos, todos me miraban, pero no decían una sola palabra, un completo silencio. No, no estaba para nada contenta a pesar de que habíamos ganado la guerra, ambas guerras en la misma batalla. No estaba contenta, el precio a pagar fue demasiado alto. La única persona que se dio cuenta de mi dolor, fue Omorose. Fue la única persona que se me acerco, me abrazo por la espalda. Por alguna razón... Su abrazo solo me causo ira, y aún más tristeza, me sentí increíblemente vulnerable y débil. Fue su abrazo lo que me hizo sentirme de esa forma, y lo odie. Disimuladamente la aleje de mí, mire al frente. Mire en alto, lo más alto que pude, me trague todo mi dolor, sonreí. Aunque no era una sonrisa sincera, aunque era una sonrisa que solo transmitía tristeza decidí sonreír, veía a todos los soldados de Tumuh con las manos arriba, algunos incluso amarrados. Debía decir algo, debía hablar... Sin darme cuenta ahora yo era la líder de Tumuh, sin darme cuenta acababa de liberar a los esclavos. Acababa de darle libertad a estas personas, acababa de terminar y comenzar una nueva era, ahora tenía mucha responsabilidad sobre mí, la adrenalina bajaba de mi cuerpo y comencé a sentir un inmenso dolor en mi espalda. A pesar del dolor decidí mantenerme de pie, a pesar de que mis ojos querían llorar pelee conmigo misma para no hacerlo, a pesar de que me ardía la garganta decidí hablar. Por estas personas, porque estas personas me necesitaban, porque yo debía responder por mis actos, porque Merari y su pueblo merece justicia. A pesar del dolor, como siempre y una vez más. Nailah se mantuvo de pie y se hizo la fuerte.

—Nailah... Creo que necesitas atención medica ahora. —Me dijo Omorose en voz baja.

—Vaya... Qué día. La capitana Zaya ha muerto, hemos derrotado a los guerreros de uranio, por ahora Tumuh vuelve a ser libre. Los soldados de Tumuh han caído ante las águilas negras y ahora el capitolio esta libre y sin defensas. Dejaremos vivo al rey si no opone resistencia, señores y señoras... Las águilas negras han ganado la guerra, es un honor para mí decir que ahora los esclavos, los ciudadanos de Tumuh, sus guerreros. A partir de ahora vivirán una vida de libertad, una vida de amor y empatía, bajo el gobierno de las águilas negras, buscaremos ser una mejor sociedad, buscaremos que todos nosotros crezcamos como personas. Y, las personas que no deseen formar parte de este nuevo reino, pueden irse. Bajo su responsabilidad, ya no se tolerará más opresión en Tumuh. —Hable para todos.

Todas las personas de mi bando comenzaron a celebrar, se les dio una nueva oportunidad a todas las personas. A pesar de esta victoria sentía que algo faltaba... Sentía que algo estaba mal. Heket, él no estaba a mi lado para celebrar conmigo, él no estaba a mi lado para felicitarme. Mi madre... No estaba a mi lado para aconsejarme. Fue la primera vez en toda mi vida, que me sentí... Completamente sola.

Habían pasado bastantes horas, recibí muchos vendajes y atención medica por mis heridas y quemaduras... Enterramos a los muertos y quemamos los cadáveres de nuestros enemigos, liberé a los esclavos. Fue extraño... Cuando entramos en el capitolio no había nadie, ningún líder, no había ningún rey. No había nadie, absolutamente nadie, más sin embargo no teníamos mucho tiempo para pensar en eso ahora. Dividí el gobierno en dos, representantes de los ciudadanos de Tumuh, y representantes de los exesclavos. Esto sería durante un tiempo, mientras se acostumbraban mientras, se entendían los unos a los otros. Cada población elegiría su representante, y yo sería la líder que gobierna sobre ambos. A pesar de eso, me escondí. Me dio igual lo que pasaba, mi cabeza no estaba para nada bien. No podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar... Mi madre y Heket. Fui hasta mi casa... Un completo silencio, no se escuchaba nada, absolutamente nada, un completo silencio. Veía las fotos de mi madre y yo, cuando era niña, en todas las fotos salíamos sonriendo. Una foto mientras ella me vestía, otra foto mientras me enseñaba a cocinar, otra mientras me enseñaba a usar armas. Una foto donde me enseñaba a bailar... Y una foto. Una simple foto en la cual me abrazaba, en la parte de atrás estaba escrito a mano: "Nailah, te amo. Eres mi sol, eres mi niña, estamos solas tú y yo en el mundo, pero me da igual. Solo te necesito a ti, solo te tengo a ti. Te amo hija..."

EL NEGRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora