Capítulo 1: El Silencio de la Rutina
Las luces del cuarto apenas eran visibles a través de las cortinas gruesas. Había pasado otro día más en ese ciclo interminable que llevaba desde hace un par de años, un trabajo sin descanso. Mi cuerpo estaba cansado, pero el peso que llevaba dentro era mucho más que solo físico. Me encontraba vistiéndome, cerrando los botones de mi camisa con los dedos temblorosos, mientras sentía la mirada indiferente de Manjiro Sano a mis espaldas. Él no decía nada. Nunca lo hacía, a menos que fuera absolutamente necesario. Nos tratábamos con una frialdad calculada, algo que había aprendido a tolerar con el tiempo.
Manjiro era mi jefe, pero nunca hubo más que una relación de negocios entre nosotros. No me importaba lo que pensara de mí, ni a él le importaba lo que yo pensara de él. En su mundo, yo era solo una pieza más, alguien que cumplía un rol en su vasta red de poder y dinero. Y en mi mundo, él era solo alguien más por el que tenía que pasar para sobrevivir.
— Necesito tres días libres —dije de repente, mientras ajustaba mi ropa frente al espejo.
Pude ver, a través del reflejo, cómo Manjiro levantaba una ceja, sorprendido por mi petición. Era raro que alguno de los trabajadores pidiera días libres, especialmente de la forma en que lo hice: sin explicación, sin mostrar interés por justificarme.
— ¿Y por qué? —preguntó finalmente, con esa voz tan desinteresada que siempre utilizaba cuando hablaba conmigo.
Lo miré por el espejo, mis ojos vacíos y cansados. Sabía que no debía nada a Manjiro, ni siquiera una explicación.
— No es de tu incumbencia —contesté con la misma indiferencia.
Manjiro se quedó callado unos segundos, luego se levantó de la cama donde estaba sentado, tomando el sobre con el dinero que me correspondía por la noche. Lo dejó sobre la mesa de noche, mirándome una última vez antes de girarse y dirigirse hacia la puerta.
— Haz lo que quieras —dijo sin más, antes de cerrar la puerta tras de sí.
Suspiré cuando lo escuché marcharse. Cogí el dinero y lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Este era el único momento de tranquilidad que tenía, justo después de que todo terminaba y antes de que el mundo volviera a caer sobre mis hombros. Me acerqué al baño, donde me desnudé y me metí bajo la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre mi piel. Intentaba relajarme, pero el peso de todo lo que tenía que enfrentar seguía ahí, aferrado a mí como una sombra.
Después de vestirme nuevamente, me miré al espejo una última vez. Mi reflejo me devolvía una imagen que apenas reconocía. ¿Cuándo me había convertido en esto? Un Omega de 22 años que había tomado el trabajo de ser una "dama de compañía" solo para sobrevivir. No era el futuro que imaginaba para mí, pero la vida rara vez sale como uno la planea.
Salí de la habitación, bajando las escaleras del burdel hasta llegar al sótano. El ambiente cambió rápidamente. El ruido de la música y las conversaciones de arriba quedaba sofocado al entrar en ese espacio más tranquilo. Había un aroma a talco y a algo dulce en el aire. Era la guardería del lugar, un rincón reservado para los hijos de las trabajadoras y trabajadores. Allí, entre mantas y juguetes, estaban los pequeños que, como yo, habían nacido en un mundo que no pedían.
— Takemichi —una voz familiar me llamó.
Miré hacia un rincón de la sala y vi a Chifuyu, un Omega como yo, aunque más tranquilo y siempre dispuesto a ayudar. Él había aceptado el turno de niñera ese día. Se había ofrecido a cuidar a los pequeños, como siempre hacía en sus días libres. Me acerqué con una sonrisa cansada pero sincera.
— Gracias por cuidarlo —dije mientras llegaba hasta él.
Chifuyu sonrió, balanceando suavemente a uno de los bebés en sus brazos. Mi mirada fue rápidamente hacia mi hijo, Shinichiro, que estaba en una cuna cercana. Estaba dormido, con la respiración tranquila y el rostro relajado. Parecía tan pequeño, tan frágil. Mi corazón siempre se encogía al verlo así. Había momentos en que me preguntaba si realmente merecía tenerlo, si podría darle algo mejor que esta vida.
— No es nada, Takemichi —respondió Chifuyu—. Sabes que siempre estoy aquí para ayudarte. Shinichiro se portó bien hoy. Apenas lloró.
Me acerqué a la cuna y tomé a mi pequeño en brazos. Su calor me llenaba de una manera que nada más en este mundo podía hacer. Lo abracé contra mi pecho, sintiendo su respiración regular contra mi piel. Era mi razón para seguir, mi única motivación en medio de todo el caos.
— Vamos a casa, pequeño —le susurré mientras lo acunaba.
Chifuyu me miró, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y empatía. Sabía lo difícil que era todo para mí, aunque nunca hablaba de ello abiertamente. Había un entendimiento silencioso entre nosotros.
— ¿Estás bien? —preguntó después de un rato.
Asentí, aunque sabía que esa no era la verdad completa. Pero no quería preocupar a Chifuyu más de lo necesario. Había aprendido a cargar con mis problemas en silencio, a no pedir ayuda, porque en este mundo, pedir ayuda significaba deber algo a alguien.
— Sí, solo necesito descansar un poco —respondí.
— Si necesitas algo, solo dímelo —insistió Chifuyu, y aunque no lo dije en voz alta, apreciaba su preocupación.
— Lo haré. Gracias de nuevo, Chifuyu.
Nos despedimos y salí del burdel, con Shinichiro dormido en mis brazos. Las calles estaban tranquilas a esa hora de la noche, y el aire fresco me ayudó a despejar la mente. Caminaba en silencio, con cada paso sintiendo el peso de mi realidad, pero también el pequeño alivio que era tener a Shinichiro cerca. A pesar de todo, él era mi luz en medio de la oscuridad.
Al llegar a nuestra casa, una pequeña y humilde habitación que alquilaba, lo acosté en su cuna. Me senté en la cama, observando cómo dormía, pensando en lo que vendría después. Tres días libres. ¿Qué haría con ese tiempo? No tenía planes claros, pero sabía que cada día que pasara con mi hijo era un día ganado. Era lo único que realmente importaba en mi vida.
Suspiré y me dejé caer en la cama, cerrando los ojos mientras intentaba, por una vez, no pensar en nada más que en el sonido suave de la respiración de Shinichiro.
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El Amor De madre
FanfictionTakemichi, un joven Omega de 22 años y padre soltero, lucha por superar el dolor Atrapado en el mundo de la prostitución, Takemichi se esfuerza por brindar un mejor futuro para su hijo, Shinichiro. A medida que Takemichi enfrenta su pasado y busca p...