**Capítulo 2: La Razón de los Tres Días**
Me levanté temprano, como de costumbre. Los primeros rayos de sol apenas se colaban por la ventana, iluminando la pequeña habitación en la que vivíamos Shinichiro y yo. El silencio de la mañana me ofrecía un pequeño respiro, pero sabía que no duraría mucho. Tenía que empezar el día antes de que él se despertara.
Me dirigí a la pequeña cocina de nuestra casa. Abrí el refrigerador, sacando lo poco que había podido comprar el día anterior. Algunas frutas, un par de huevos y un trozo de pan que me serviría para improvisar un desayuno. Encendí la estufa, dejando que el sonido del aceite caliente llenara el ambiente mientras preparaba una tortilla. Era una rutina sencilla, pero la hacía con calma. Estos eran los momentos en los que podía pensar, en los que podía estar solo con mis pensamientos.
Pero entonces, unos pequeños quejidos rompieron el silencio. Giré la cabeza hacia la habitación y sonreí al escuchar a Shinichiro. Se había despertado. Dejé la espátula sobre la mesa y caminé hasta su cuna. Allí estaba, mi pequeño, con su cabello desordenado y sus ojos todavía somnolientos, pero siempre alerta.
— Buenos días, campeón —le susurré mientras lo levantaba en mis brazos.
Él solo emitió un pequeño sonido, estirándose y encogiéndose contra mi pecho. Lo mecía suavemente, tratando de calmarlo. Sabía que tenía hambre, pero también que necesitaba un momento de consuelo antes de enfrentarse al día. Era su primer cumpleaños, y aunque él no lo sabía, yo sí. Y esa era la razón por la que había pedido los tres días libres.
Shinichiro dejó de llorar rápidamente, y cuando me miró, me ofreció una pequeña sonrisa. Era increíble cómo una sonrisa tan pequeña podía iluminar mi mundo entero. Me agaché un poco, haciéndole pequeñas muecas con la boca hasta que soltó una risa dulce y contagiosa. Esos momentos eran lo que más apreciaba en la vida. El sonido de su risa era lo único que podía hacerme olvidar el caos del mundo exterior.
— Hoy es un día especial, ¿sabes? —le dije mientras lo sostenía contra mi pecho—. Vamos a hacer algo increíble, pero primero necesitas comer.
De repente, recordé que había dejado la estufa encendida. Con Shinichiro en brazos, corrí rápidamente a la cocina, apagando el fuego antes de que se quemara la comida. Solté un suspiro de alivio al ver que solo había un ligero borde dorado en la tortilla, nada grave. A veces me olvidaba de las cosas con tanta facilidad cuando estaba con él.
— Casi quemamos el desayuno, pequeño —bromeé mientras lo sentaba en su silla alta.
Preparé un poco de papilla para él, asegurándome de que no estuviera ni muy caliente ni muy fría. Le acerqué la cuchara y él, con su pequeño entusiasmo, abrió la boca esperando la primera cucharada. Verlo comer era una de las pocas cosas que me hacía sentir que estaba haciendo algo bien. A pesar de todo lo que sucedía a mi alrededor, Shinichiro era mi única certeza, mi única razón para seguir adelante.
Mientras él comía, mis pensamientos regresaron al por qué había pedido esos días libres. Había trabajado sin parar todo el mes anterior, haciendo horas extra, sacrificando mis noches y mis fuerzas solo para poder darle un cumpleaños digno. No podía permitirme lujos, pero quería que su primer año de vida fuera algo especial, algo que recordara en las fotos que algún día vería.
Después de que Shinichiro terminó su papilla, lo levanté y lo llevé al pequeño corral que tenía cerca de la mesa. Lo dejé con sus juguetes, viendo cómo se entretenía rápidamente con uno de sus ositos de peluche. Me senté en la mesa, finalmente comiendo mi desayuno frío, pero no me importaba. Sabía que lo más importante estaba por venir.
Mientras comía, no podía evitar pensar en lo mucho que había cambiado mi vida desde que Shinichiro había nacido. Había momentos en los que me preguntaba si había tomado las decisiones correctas, si había elegido el camino correcto para nosotros. No era fácil, y cada día era una lucha, pero cuando miraba a mi hijo, sabía que todo el esfuerzo valía la pena.
De repente, Shinichiro soltó una carcajada desde el corral. Lo miré y lo vi jugando con el osito, llevándolo a su boca mientras reía con esa alegría inocente que solo los niños tienen. Me quedé observándolo, pensando en todo lo que había sacrificado por él y en cómo, a pesar de todo, no me arrepentía de nada.
— ¿Sabes? —le dije en voz baja, aunque sabía que no me entendería—. No importa lo que pase, siempre estaré aquí para ti. Siempre te cuidaré, y te prometo que este va a ser el mejor cumpleaños que podamos tener.
Shinichiro no respondió, obviamente, pero su risa continuó llenando la habitación. Terminé mi desayuno rápidamente, pensando en los preparativos que tenía por delante. Aunque no era mucho, quería que este día fuera especial. Ya había hablado con Chifuyu para que nos ayudara a decorar un poco la casa más tarde. Había comprado un pequeño pastel y algunas decoraciones sencillas, pero sabía que para Shinichiro todo sería perfecto.
— Vamos a tener un gran día, pequeño —le dije mientras me levantaba y lo volvía a cargar en mis brazos.
Ese día no iba a ser solo su primer cumpleaños. Iba a ser un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, siempre había algo por lo que luchar. Y para mí, ese "algo" siempre sería él.
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El Amor De madre
FanfictionTakemichi, un joven Omega de 22 años y padre soltero, lucha por superar el dolor Atrapado en el mundo de la prostitución, Takemichi se esfuerza por brindar un mejor futuro para su hijo, Shinichiro. A medida que Takemichi enfrenta su pasado y busca p...