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Era el tercer y último día de mis días libres, y aún estaba acostado en la cama. El cansancio me invadía, pero no era solo físico, también mental. El trabajo de dama de compañía no era fácil, y aunque lo hacía por mi hijo, no podía evitar sentirme desgastado. Estaba con los ojos entrecerrados, tratando de aprovechar los pocos minutos de descanso que me quedaban, cuando de repente recordé al pequeño cachorro que había adoptado el día anterior. La imagen de él acurrucado junto a su madre muerta volvió a mi mente, y una ola de tristeza me recorrió.

Me sentí mal por él. No solo porque lo había encontrado solo y vulnerable, sino porque su situación me recordaba a la mía. A veces, por las noches, cuando estaba solo, pensaba en lo peligroso que era mi trabajo. Tenía clientes que podían ser violentos, algunos que no respetaban los límites, y había momentos en los que temía por mi vida. Pensaba en Shinichiro, mi pequeño, y me preguntaba qué sería de él si algún día yo no volvía a casa. ¿Quién cuidaría de él si algo me pasaba? Ese pensamiento me daba miedo, pero a la vez, me hacía sentir más decidido a proteger a quienes amaba.

De pronto, escuché unos ladridos suaves que me sacaron de mis pensamientos. Me levanté rápidamente y caminé hacia la habitación donde había dejado a Shinichiro. Para mi sorpresa, allí estaba mi hijo, fuera de su cuna, jugando con el cachorrito. No podía creerlo. ¡Shinichiro había logrado bajar de la cuna por sí mismo! Los dos estaban sentados en el suelo, Shinichiro riendo a carcajadas mientras el cachorrito le lamía las manos.

— ¿Cómo llegaste aquí, pequeño travieso? —le dije con una sonrisa mientras me acercaba y me agachaba junto a ellos.

Era una escena tan tierna, casi irreal. El cachorrito parecía haber encontrado en Shinichiro a un amigo, y mi hijo, tan pequeño, ya estaba mostrando su bondad y dulzura al jugar con él. Los dos reían y parecían estar disfrutando tanto el uno del otro que no quise interrumpir. Solo me quedé allí, observando, sintiendo una calidez que no sentía hace mucho tiempo.

— Así que, ya se hicieron amigos, ¿eh? —susurré, acariciando la cabecita del cachorro—. Creo que te llamaré Bruce. ¿Te gusta ese nombre, chico?

El cachorrito movió su pequeña cola en respuesta, como si aprobara el nombre. Shinichiro se rió más fuerte, como si también hubiera entendido lo que acababa de decir. Me quedé allí unos minutos más, disfrutando del momento. Pero luego recordé que aún quedaban cosas por hacer, así que me levanté.

— Bueno, parece que hoy tenemos un día largo por delante. Vamos a conseguir algunas cosas para ti, Bruce —dije mientras levantaba a Shinichiro y lo cargaba en mis brazos—. No podemos tener un cachorro sin darle todo lo que necesita, ¿verdad?

Me vestí rápidamente y vestí a Shinichiro con su mejor ropa. A pesar de que solo tenía un año, me encantaba verlo bien arreglado. Su cabello suave y oscuro enmarcaba su carita redonda, y sus ojos brillaban con curiosidad. Me aseguré de llevar a Bruce también, aunque no tenía nada más que la pequeña toalla en la que lo había envuelto el día anterior.

Salimos de la casa y caminamos hacia la tienda de mascotas más cercana. El día estaba soleado, y la brisa suave hacía que el paseo fuera agradable. Mientras caminábamos, Shinichiro seguía mirando a Bruce con fascinación, señalándolo y balbuceando cosas que solo él entendía. Yo me reía de vez en cuando, respondiéndole como si supiera exactamente lo que decía.

Llegamos a la tienda y comencé a buscar lo que necesitaba. Primero, compré comida para cachorro, algo que le proporcionara los nutrientes necesarios para que creciera sano. Luego, busqué algo de ropa para él. No es que fuera una necesidad, pero quería que Bruce se viera lindo y cómodo. Encontré un pequeño suéter azul que parecía hecho para él.

— Este se verá bien en ti, Bruce —le dije mientras lo sostenía frente a él.

El cachorro me miró con sus grandes ojos, como si entendiera lo que estaba pasando. Luego, busqué una correa, porque quería poder sacarlo a pasear sin problemas. También me aseguré de comprar una pequeña cama para que pudiera dormir cómodamente en casa.

Una vez que pagué todo, salimos de la tienda y nos dirigimos de vuelta a casa. En el camino, Shinichiro estaba emocionado, moviéndose en mis brazos y señalando todo lo que veía. Cada vez que Bruce ladraba, mi hijo se reía, y yo no podía evitar sentirme feliz al ver a los dos tan unidos.

Finalmente, llegamos a casa. Me aseguré de que Bruce estuviera cómodo en su nueva cama y que tuviera su comida y agua listas. Mientras tanto, Shinichiro seguía observando cada movimiento del cachorro, como si no pudiera apartar la vista de su nuevo amigo. Después de todo, parecía que habíamos encontrado un nuevo miembro para nuestra pequeña familia.

— Bueno, Bruce, parece que este será tu hogar ahora —dije mientras acariciaba su pelaje—. Prometo que te cuidaremos bien, igual que yo cuido a mi pequeño Shinichiro.

Y así, el día terminó con una nota tranquila y pacífica. Shinichiro y Bruce se habían convertido en compañeros inseparables, y aunque sabía que mi vida no era perfecta, al menos por ahora, sentía que todo estaba bien.

El Amor De madre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora