9

497 46 0
                                    

Era una tarde tranquila en la oficina. Takemichi estaba revisando algunos documentos mientras Shinichiro dormía plácidamente en su cochecito a su lado, y Bruce, su leal perro, descansaba a sus pies. La rutina había sido la misma durante semanas: llegar temprano, hacer su trabajo sin muchos incidentes y mantener la mayor distancia posible de Manjiro. Había logrado adaptarse, aunque la herida de haber sido abandonado por él seguía abierta, y más aún porque lo había dejado por Senju.

La puerta de la oficina se abrió de golpe, interrumpiendo el silencio. Takemichi levantó la mirada para ver a Senju, la esposa actual de Manjiro, entrar con una sonrisa brillante en el rostro.

- ¡Takemichi! -saludó ella alegremente, como si fueran viejos amigos-. ¡Hace tiempo que no nos vemos!

Takemichi se obligó a sonreírle educadamente. **¿Cómo podía esta mujer actuar tan despreocupada después de lo que había sucedido?** Se recordó a sí mismo que no tenía caso desenterrar viejas heridas. Era mejor seguir adelante.

- Hola, Senju -respondió con una voz calmada, tratando de no dejar entrever la incomodidad que sentía-. ¿Cómo estás?

- Muy bien, gracias. Solo venía a buscar a Manjiro, pero parece que aún está en reunión -comentó, lanzando una mirada rápida por la oficina antes de fijar su atención en Shinichiro, quien empezaba a despertarse-. ¡Oh! ¿Este es tu bebé? ¡Es adorable!

Antes de que Takemichi pudiera responder, Bruce se levantó de su posición y se acercó a Shinichiro, moviendo su cola al ritmo del pequeño que comenzaba a balbucear. Senju se inclinó un poco, observando a Bruce con interés.

- ¡Qué perro más lindo tienes, Takemichi! Y tu bebé... ¡qué preciosura! -dijo con entusiasmo mientras Shinichiro le sonreía tímidamente desde su cochecito.

- Gracias, Bruce es un gran compañero -respondió Takemichi, acariciando la cabeza de su perro antes de volverse hacia su hijo-. Y sí, Shinichiro es un buen chico.

Senju sonrió, pero pronto su rostro adoptó una expresión más pensativa. Se sentó en una de las sillas frente a Takemichi, y después de unos segundos de silencio, empezó a hablar con un tono de voz más suave.

- Siempre he querido tener un bebé -confesó-. Le he mencionado eso a Manjiro varias veces, pero... -hizo una pausa, como si estuviera dudando en continuar-. Él me dijo que no puede tener hijos. Que es infértil.

Takemichi parpadeó sorprendido. **¿Infértil?** Eso no tenía ningún sentido. Si Manjiro fuera infértil, entonces Shinichiro no existiría. Sintió una punzada de incomodidad en su estómago. Miró a Senju, quien lo observaba con una mezcla de frustración y tristeza, y por un instante, Takemichi no supo qué decir.

- ¿Infértil? -repitió Takemichi, incapaz de ocultar su desconcierto.

- Sí, eso fue lo que me dijo -respondió Senju, bajando la mirada-. Me dijo que nunca podríamos tener hijos. Es frustrante, pero trato de entenderlo. Supongo que... a veces no todo sale como uno lo planea, ¿no?

Takemichi apretó los labios, evitando la tentación de decirle la verdad. No era su lugar hacerlo, aunque una parte de él se sintió terriblemente culpable por ocultar ese secreto. **¿Cómo podía Manjiro mentirle así a su esposa?** Era algo que no comprendía. La verdad estaba ahí, frente a sus ojos: Shinichiro era la prueba viviente de que Manjiro podía tener hijos. Sin embargo, por alguna razón, él había elegido mantener a Senju en la oscuridad.

Antes de que la conversación pudiera continuar, la puerta se abrió una vez más y Manjiro apareció, su expresión seria como siempre. Vio a Senju y, sin perder tiempo, se dirigió a ella con un tono autoritario.

- Senju, vuelve a casa. Hablaremos más tarde -dijo Manjiro sin darle espacio para replicar.

Senju lo miró con sorpresa, pero asintió sin discutir.

- Está bien, Manjiro. Hablaremos después -dijo antes de dedicarle una última sonrisa a Takemichi y salir de la oficina.

Cuando Senju se fue, la atmósfera cambió por completo. Manjiro cerró la puerta detrás de ella y caminó hacia Takemichi con su habitual mirada fría, pero había algo más en su expresión que Takemichi no podía identificar.

- Necesito que vayas a buscar unos papeles del archivo -le dijo Manjiro, sin molestarse en suavizar su tono-. Rápido.

Takemichi, acostumbrado ya a las órdenes bruscas de Manjiro, asintió y se preparó para salir. Se inclinó hacia el cochecito de Shinichiro, dispuesto a llevarlo consigo, pero Manjiro lo detuvo con un gesto de la mano.

- Deja a Shinichiro aquí. La empleada lo cuidará mientras tú buscas los papeles. No tardarás.

La advertencia en su voz no dejó espacio para que Takemichi replicara, aunque se sentía incómodo dejando a su hijo. **Manjiro nunca había mostrado tanto interés en Shinichiro antes**, pero no podía permitirse discutir. Quería terminar rápido con la tarea y volver cuanto antes, así que accedió, dejando a Shinichiro en la oficina mientras Bruce se estiraba a sus pies.

- No tardaré -dijo Takemichi antes de salir apresurado.

El archivo no estaba lejos, pero para Takemichi, cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad. ¿Por qué Manjiro había decidido que Shinichiro se quedara? Su mente estaba llena de preguntas mientras buscaba los papeles. Finalmente, cuando los encontró, regresó a la oficina lo más rápido posible.

Cuando abrió la puerta, la escena que encontró lo dejó completamente desconcertado.

Manjiro estaba sentado en su escritorio, con Shinichiro en su regazo. El pequeño reía mientras jugaba con un bolígrafo que su padre le ofrecía, y Manjiro le hablaba suavemente, como si estuvieran en una conversación profunda. Bruce dormía tranquilamente a sus pies, y por un momento, la imagen de los tres juntos le pareció casi surrealista a Takemichi.

Manjiro levantó la vista al verlo entrar.

- Siéntate -ordenó con su tono habitual, pero había una suavidad en su voz que Takemichi no esperaba.

Takemichi obedeció, aún tratando de procesar lo que estaba viendo. Manjiro le entregó los papeles, pero seguía jugando con Shinichiro como si fuera lo más natural del mundo. De vez en cuando, le mostraba algún documento al bebé, como si esperara que el niño lo entendiera, y ambos se reían de las caras que Shinichiro hacía al ver los papeles.

Takemichi lo observaba en silencio, sin saber qué pensar. **¿Cuándo había cambiado todo?** Manjiro siempre había sido distante con Shinichiro, apenas lo miraba, pero ahora parecía que estaba completamente involucrado, como si finalmente hubiera aceptado su papel como padre.

- ¿Qué te parecen estos números, Shinichiro? -le preguntó Manjiro en tono juguetón mientras señalaba las cifras en el documento, haciendo que el bebé se riera de nuevo-. ¿Crees que deberíamos cambiarlos?

Takemichi no pudo evitar sonreír levemente ante la escena. Era la primera vez que veía a Manjiro interactuar así con su hijo. **Parecían una familia**... pero ese pensamiento solo lo hizo sentirse más confuso y herido. ¿Cómo podía Manjiro jugar este rol de padre, mientras mantenía a Senju en la ignorancia? ¿Cómo podía vivir con tantas mentiras?

Finalmente, después de unos minutos más, Manjiro dejó el bolígrafo sobre la mesa y miró a Takemichi directamente a los ojos.

- ¿Qué te pasa? -preguntó, notando la tensión en su rostro.

Takemichi negó con la cabeza, sin querer entrar en detalles.

- Nada. Solo... no esperaba verte así con él.

Manjiro frunció el ceño, como si no entendiera la sorpresa de Takemichi.

- Es mi hijo -respondió simplemente, como si eso lo explicara todo.

Pero para Takemichi, no era tan simple.

El Amor De madre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora