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Capítulo: "Sombras de lo inevitable"

Takemichi apretó los puños con fuerza, sus nudillos blanqueándose mientras el eco de las últimas palabras de Manjiro resonaba en su mente. Era cierto. No podía decirle que no, no en su situación. Pero cada fibra de su ser se retorcía de dolor y humillación al recordar el beso que Manjiro acababa de imponerle.

Respiró profundamente, luchando por mantener el control. Las lágrimas amenazaban con caer, pero no podía permitirse el lujo de llorar frente a él. No de nuevo. Ya había sido vulnerable demasiadas veces, y cada una de ellas había terminado en sufrimiento.

- Odio que tengas razón -murmuró Takemichi, incapaz de mirar a Manjiro directamente a los ojos.

Manjiro permaneció en silencio, observándolo, sabiendo que sus palabras habían dado en el blanco. Siempre había tenido ese control sobre él. Sabía exactamente cómo manipularlo, cómo hacer que Takemichi se sintiera atrapado en una telaraña de decisiones imposibles.

Takemichi alzó la cabeza, respirando hondo una vez más. No le daría el placer de verlo completamente derrotado. Quizá no pudiera decirle que no, pero tampoco se sometería sin luchar, al menos no emocionalmente. Necesitaba proteger lo poco que le quedaba de dignidad.

- Haz lo que quieras -dijo finalmente, con una voz que temblaba apenas perceptiblemente-. Pero te aseguro que nunca volverás a tener el control completo sobre mí.

Manjiro entrecerró los ojos, como si sus palabras lo intrigaran. Dio un paso hacia él, inclinándose ligeramente hacia su oído.

- ¿Es eso lo que crees? -susurró, con una sonrisa en los labios.

El aliento cálido de Manjiro rozó su piel, enviando un escalofrío por su espina dorsal. A pesar de sus palabras, a pesar de la determinación que intentaba mantener, su cuerpo aún reaccionaba ante la proximidad de Manjiro. Y lo odiaba por ello.

- Te espero en la suite -fue lo último que dijo Manjiro antes de dejarlo solo en la oficina.

Takemichi se quedó quieto, paralizado por la mezcla de rabia, tristeza y desesperación. Sabía que tenía que ir. Sabía que no tenía elección. Pero también sabía que, cada vez que aceptaba estar en su presencia, una parte de él se desmoronaba un poco más.

Con pasos pesados, salió de la oficina y se dirigió hacia la guardería. Necesitaba ver a Shinichiro antes de hacer cualquier cosa. Su hijo era lo único que le daba fuerzas, lo único que lo mantenía cuerdo en medio de todo el caos. Cuando llegó a la guardería, vio a su hijo jugando con Bruce, el cachorro que había adoptado. Ambos parecían tan felices, ajenos a los problemas que enfrentaba su padre.

Shinichiro, al verlo, soltó una risita y alzó los brazos hacia él, como siempre hacía cuando quería que lo cargaran. Takemichi sonrió, sintiendo cómo su corazón se ablandaba por un momento. Se agachó y lo levantó en brazos, abrazándolo con fuerza.

- ¿Te has portado bien, pequeñito? -preguntó suavemente, mientras le daba un beso en la frente.

Shinichiro balbuceó algo ininteligible y luego volvió a soltar una risa. Bruce, el cachorro, ladró emocionado y se acercó a Takemichi, saltando alrededor de ellos como si quisiera participar en el abrazo.

Takemichi acarició la cabeza del perrito con cariño, agradeciendo en silencio el pequeño consuelo que le brindaban ambos. Era un momento breve de paz en medio del caos, un respiro que necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

- ¿Todo bien, Takemichi? -preguntó Chifuyu, acercándose a ellos con una sonrisa amable-. Shinichiro y Bruce se han portado de maravilla.

Takemichi asintió, pero no pudo evitar que su sonrisa fuera algo forzada.

- Sí, todo está bien, Chifuyu. Gracias por cuidar de ellos.

Chifuyu le lanzó una mirada preocupada, como si supiera que algo andaba mal, pero decidió no presionar más.

- Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme -dijo, dándole una palmada en el hombro antes de volver a sus tareas.

Takemichi se quedó un momento más con su hijo, disfrutando de su risa, del sonido de Bruce ladrando alegremente. Pero pronto, la realidad volvió a imponerse. Sabía que no podía quedarse mucho tiempo más. Manjiro lo esperaba, y aunque quisiera evitarlo, no tenía opción.

Le dejó a Shinichiro en brazos de Chifuyu, quien le lanzó una mirada preocupada antes de alejarse. Takemichi se obligó a caminar hacia la suite de Manjiro, sintiendo como el peso de su decisión lo aplastaba con cada paso. Al llegar, tocó la puerta suavemente y esperó.

La puerta se abrió con un clic casi imperceptible, y Takemichi entró en la habitación sin levantar la vista. No quería verlo. No quería enfrentarse a esa mirada que siempre lo hacía sentir tan pequeño.

- Cierra la puerta -ordenó Manjiro, su tono autoritario como siempre.

Takemichi obedeció en silencio, y cuando levantó la vista, lo vio sentado en un sillón, con una copa de vino en la mano. Parecía tan relajado, tan indiferente a todo lo que había pasado entre ellos.

- Sabes por qué estás aquí, Takemichi -dijo Manjiro, sin apartar la mirada de él-. Y sabes lo que espero de ti.

Takemichi sintió un nudo en la garganta. No podía responder, no confiaba en su voz. Lo único que sabía es que odiaba este lugar, este momento, y sobre todo, a sí mismo por no tener la fuerza suficiente para huir.

Pero no lo haría. No esta vez.

Al final, no era solo él quien estaba en juego. Shinichiro dependía de él. Y mientras tuviera que proteger a su hijo, estaba dispuesto a soportar lo que fuera, incluso a Manjiro.

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