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El día comenzó de manera bastante normal para Takemichi. No esperaba mucho; después de todo, sus cumpleaños solían pasar desapercibidos desde hacía algunos años. Pero esta vez era diferente. Había algo en el aire, una sensación ligera, como si algo importante estuviera por suceder, aunque no sabía exactamente qué. Takemichi estaba terminando de alimentar a Shinichiro cuando escuchó el sonido de un motor deteniéndose frente a su casa.

Frunció el ceño, algo confundido. No estaba esperando a nadie. Pero cuando se acercó a la ventana, vio el auto familiar de Manjiro. **¿Qué estaba haciendo aquí tan temprano?** No habían quedado en nada especial para ese día.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió y Manjiro entró con su típica expresión relajada, pero había algo en su mirada que indicaba que estaba tramando algo.

- Feliz cumpleaños, Takemichi -dijo con una sonrisa suave, avanzando hacia él.

Takemichi se quedó sin palabras por un momento. Era raro que Manjiro recordara estas cosas, y más raro aún que lo mencionara. Le devolvió la sonrisa, aunque aún algo desconcertado.

- Gracias -respondió, acariciando la cabeza de Shinichiro, quien estaba en su silla de bebé, jugando con una pequeña manta-. No esperaba que vinieras.

Manjiro alzó una ceja, como si esa declaración le resultara absurda.

- ¿No esperabas que viniera? -repitió, haciéndose el ofendido de broma-. ¿De verdad pensaste que iba a dejar pasar el cumpleaños de la madre de mi hijo sin hacer algo especial?

Takemichi soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza.

- No sabía que los cumpleaños te importaran tanto.

- Hoy es diferente -respondió Manjiro, y sin darle tiempo a preguntar, continuó-: Vamos a salir. Los tres.

Takemichi parpadeó, sorprendido.

- ¿Salir? ¿Adónde?

- No te preocupes por eso -Manjiro le dedicó una sonrisa traviesa-. Es una sorpresa. Solo vístete, y trae a Shinichiro. Vamos a pasar el día como... -se detuvo un momento, como si elegir las palabras correctas le costara un esfuerzo-. Como una familia.

Aquellas últimas palabras dejaron a Takemichi en silencio por unos segundos. **¿Una familia?** El concepto resonó en su cabeza de una manera extraña, pero no desagradable. En su corazón, siempre había deseado que Manjiro viera a Shinichiro y a él como más que simplemente personas con las que compartía un lazo sanguíneo. Quería algo más profundo, más real. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez, solo tal vez, ese día había llegado.

- Está bien -aceptó finalmente, con una sonrisa que no pudo contener.

Con una rapidez poco común en él, Takemichi fue a cambiarse y a preparar las cosas de Shinichiro. Mientras metía unos pañales y juguetes en una bolsa, no podía dejar de preguntarse qué tenía planeado Manjiro. Siempre había sido impredecible, y aunque en el pasado eso a veces significaba problemas, hoy sentía una emoción ligera en el pecho, como si estuviera a punto de embarcarse en una pequeña aventura.

Poco tiempo después, estaban todos en el auto. Manjiro conducía con una mano relajada en el volante, mientras Takemichi, en el asiento del copiloto, miraba a Shinichiro por el espejo retrovisor, que balbuceaba felizmente en su asiento infantil.

- ¿De verdad no me vas a decir a dónde vamos? -preguntó Takemichi con una pequeña risa, mirando a Manjiro de reojo.

Manjiro negó con la cabeza, su sonrisa permanecía firme.

- Si te lo digo, no será una sorpresa -respondió simplemente.

Takemichi suspiró, pero en realidad no le molestaba. Había algo en la energía de Manjiro hoy que le hacía sentir tranquilo, como si por fin pudiera relajarse. El viaje fue agradable, con la brisa suave entrando por las ventanas y la música de fondo en el auto. Shinichiro se reía de vez en cuando, y ambos, Takemichi y Manjiro, intercambiaban miradas suaves mientras conversaban de temas triviales. Era extraño lo bien que se sentía estar juntos así, como si por un momento todas las complicaciones que los rodeaban se hubieran desvanecido.

Después de un rato, llegaron a un parque amplio y verde, con un lago tranquilo en el centro y un pequeño grupo de árboles que ofrecían sombra.

- ¿Aquí? -preguntó Takemichi, algo sorprendido-. No pensé que te gustaran este tipo de lugares.

Manjiro sonrió de lado.

- Hoy es tu día, no el mío -dijo mientras bajaba del auto y comenzaba a sacar las cosas de Shinichiro-. Pensé que te gustaría algo tranquilo.

Takemichi no pudo evitar sonreír mientras lo ayudaba a bajar al bebé. Manjiro, pensando en un día tranquilo para él, era algo que no había imaginado.

Pasaron la mañana caminando por el parque. Manjiro empujaba el cochecito de Shinichiro mientras Takemichi caminaba a su lado, observando cómo la luz del sol se filtraba entre los árboles. A veces, se detenían para dejar que Shinichiro estirara las piernas y gateara un poco en la hierba. Ver a Manjiro inclinarse hacia su hijo, ayudándolo a explorar el mundo que lo rodeaba, hizo que el corazón de Takemichi se apretara con una mezcla de ternura y nostalgia.

En un momento dado, Manjiro se giró hacia Takemichi, sonriendo mientras sostenía a Shinichiro en brazos.

- ¿Sabes? -dijo, mirando al pequeño que ahora jugaba con su dedo-. No pensé que sería tan bueno en esto.

Takemichi lo miró, confundido.

- ¿En qué?

Manjiro lo miró con una sonrisa suave, pero esta vez había algo más profundo en sus ojos.

- En ser un padre.

Las palabras cayeron pesadas, pero no de una manera negativa. Takemichi se quedó en silencio, procesando lo que Manjiro acababa de decir. Sabía que él no era perfecto, y Manjiro tampoco lo era. Pero ver cómo se preocupaba por Shinichiro, cómo lo miraba y lo cuidaba, hizo que algo cálido floreciera en el pecho de Takemichi.

- Lo estás haciendo bien -dijo finalmente, con sinceridad-. Y Shinichiro... te adora. Eso es lo que importa.

Manjiro asintió lentamente, como si estuviera absorbiendo esas palabras. Luego, sin previo aviso, caminó hacia Takemichi, aún sosteniendo a Shinichiro, y lo envolvió en un abrazo suave. Takemichi se tensó por un momento, sorprendido, pero luego se dejó llevar, devolviendo el abrazo.

- Gracias, Takemichi -susurró Manjiro, su voz apenas un murmullo-. Por estar aquí. Por todo.

Takemichi no respondió de inmediato, simplemente disfrutó del momento, de la calidez del abrazo y de la sensación de estar juntos, como una familia. Porque, aunque su relación con Manjiro había sido todo menos sencilla, en este momento, en este pequeño espacio de tiempo, se sintió como si todo estuviera bien.

El día continuó de manera tranquila. Almorzaron en el parque, rieron juntos mientras veían a Shinichiro hacer pequeñas travesuras, y pasearon un poco más antes de que el sol comenzara a ponerse.

Cuando finalmente regresaron a casa, Takemichi se sentía agotado, pero de una manera buena. Manjiro lo ayudó a acostar a Shinichiro, y cuando por fin el bebé se durmió, ambos se quedaron un rato en silencio, simplemente disfrutando de la paz del momento.

- Ha sido un buen día -dijo Takemichi en voz baja, rompiendo el silencio.

Manjiro asintió, sentado a su lado en el sofá.

- Lo ha sido.

Takemichi lo miró, y por un momento, no hubo necesidad de palabras. **Tal vez** -pensó- **hoy había sido un paso hacia algo mejor**.

El Amor De madre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora