El cristal oscuro I

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Los Elegidos lograron desestabilizar a los crogol utilizando sus respectivos poderes y algunos hechizos de aturdimiento. Aquellas criaturas eran muy sensibles a la magia, por lo que terminaron cediendo poco a poco, hasta rendirse.

—Ahora si parecen cachorros asustados— opinó César, mientras observaba como los demonios con forma de perro gigante bajaban la cabeza en señal de sumisión. 

—Quitémosle los colmillos de una vez, antes que decidan volver a atacar— ordenó Brayan e intentó acercarse a uno de ellos.

—Espera— lo retuvo Camila tras agarrarlo del brazo—. Debe haber otro modo, sin lastimarlos.

—Son demonios— le recordó Brayan con un dejo de fastidio en su voz.

Camila miró a sus alrededores en busca de Noah. Sabía que él encontraría una solución para extraer los colmillos de aquellas criaturas sin tener que matarlos, pero, para su sorpresa, el chico no estaba con los demás.  

—Noah no está— comentó Mariana con voz alarmada—. ¿Alguien lo vio?

Los demás Elegidos se encogieron de hombros. Ninguno lo había visto desde que comenzó la batalla. Observaron los alrededores con preocupación, esperando alguna respuesta para la extraña desaparición, pero solo encontraron quietud. El lugar continuaba impasible y desierto. No parecía que hubiese habido una batalla minutos antes, sobre todo, porque los crogol ahora se mostraban inofensivos, como si comprendieran las buenas intenciones del grupo.

Alejandro comenzó a gritar el nombre de Noah a todo pulmón, al tiempo que daba vueltas en círculos por el lugar.

—¿Dónde pudo haberse metido ese idiota? —preguntó Brayan, cada vez más harto de aquella misión, deseaba regresar a Arcadia.

—Sin Noah estamos perdidos— opinó Diana con dramatismo.  

—Petter tampoco está— comentó Karla en voz baja. 

Los Elegidos se alarmaron aún más, temían que algo grave les hubiese sucedido a ambos muchachos.

—¿Dónde pueden estar? —se preguntó Camila, angustiada. Alejandro le puso una mano en el hombro y se lo sobó para intentar tranquilizarla.

—¿Será que Rosman encontró a Petter y le hizo algo? — se preguntó Karla en voz alta, mientras se frotaba las manos con nerviosismo.

—Chicos, miren esto.

La voz de Jane hizo que todos dejaran de prestar atención a la conversación. Ella estaba parada junto al pozo de las almas perdidas, al parecer había encontrado algo importante. Todos se acercaron. La joven enseñó una pulsera de color rojo que relucía en la palma de su mano.

Karla aguantó la respiración, era suya, pero Petter la llevaba puesta en su muñeca desde que se marchó a Nelvreska para enfrentar a Rosman. Jane se la entregó y ella pudo acariciarla.

—La encontré tirada a los pies del pozo.

—¿Crees que Petter entró ahí? — preguntó la Elegida, cada vez más preocupada. Jane asintió—. ¿Por qué lo haría?

—Ambos debieron ir a ayudar a Giselle— opinó Alejandro. Conocía la valentía de Noah y no dudaba de que se pusiera en peligro por ayudar a cualquiera de los Elegidos.

—¿Cómo van a salir de ahí? — preguntó César.

Los otros Elegidos se encogieron de hombros. Karla buscó la mirada de Camila para intentar encontrar una respuesta a aquella pregunta, pero su amiga estaba sumida en un extraño letargo, como si acabaran de darle la peor de las noticias. 

Los elegidos y las siete partes del cristal [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora