Encuentros y despedidas

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—Por fin en casa— comentó Ernesto con una sonrisa tras tirar las llaves de la casa sobre la mesa—. Espero te sientas cómodo, hijo.

Petter y Camila estaban parados uno al lado del otro en la entrada. El muchacho forzó una sonrisa para no preocupar a su padre y dejó el bolso en una esquina de la habitación. Echó un vistazo rápido en los alrededores. La decoración era tal y como la recordaba, un juego de sofás con cojines azules y una estantería llena de libros. Enseguida pudo notar las fotos que adornaban la pared, casi todas mostraban a Camila en diferentes etapas de su vida, ya sea jugando o en alguno de sus cumpleaños. Un pequeño nudo se atoró en su garganta. Él debió estar en esos recuerdos, aunque...Nuevamente la imagen de Vivian surcó sus pensamientos. La extrañaba demasiado, toda aquella realidad le parecía tan lejana, tan poco creíble. De pronto, sus ojos se posaron en una imagen que ya había visto antes. Mostraba a una familia de cuatro que sonreía con despreocupación.

—Quise agregarla para que te sintieras en casa, pero puedo quitarla si te molesta...—intervino Ernesto tras notar su expresión conmovida.

—No hace falta.

Petter tragó en seco y apartó la mirada.

—Ven.

Camila tomó a su hermano del brazo y casi lo arrastró hacia su cuarto. El muchacho se dejó llevar sin oponer resistencia. Cuando entraron, se encontraron con una habitación bastante amplia que contaba con dos camas personales, un ropero y una estantería con libros y algunas muñecas. Camila quedó un poco sorprendida al ver que su cuarto estaba diferente a como lo había dejado.

—Tuve que hacer algunos arreglos para que ambos puedan compartir habitación. Espero no te moleste, hija. —La joven negó con la cabeza, aunque estaba segura que extrañaría su antigua cama—. Bueno, los dejo para que se acomoden.

Cuando Ernesto salió, los jóvenes se sentaron cada uno sobre una cama diferente. Petter notó que sobre una de las almohadas había un osito de peluche algo desgastado, al cual le faltaba un ojo. Lo tomó con cuidado y casi pudo vislumbrar un leve recuerdo de aquel fatídico día donde su vida cambió para siempre.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Camila con voz dulce.

—Es un poco difícil de explicar—confesó Petter tras dejar escapar un suspiro—. No logro acostumbrarme a la idea de que tengo una nueva familia— hizo una pausa y apartó la mirada hacia un punto lejano—. Además, mi madre...Me cuesta asimilar que ya no está.

Camila se levantó y tras un movimiento rápido estuvo a su lado. Luego, apretó su hombro para intentar reconfortarlo, pero para su sorpresa, Petter soltó un gemido de dolor y se apartó un poco.

—¿Qué tienes? —indagó, preocupada por su reacción—. ¿Estás herido?

—No tengo nada, no te preocupes.

A pesar del poco tiempo que Camila llevaba conociendo a Petter podía reconocer cuando estaba mintiendo.

—Dime qué tienes, ¿acaso no confías en mí?

Petter resopló. Sabía que Camila no era fácil de engañar y tampoco tenía ganas de continuar ocultando lo ocurrido. Se quitó la camisa. Tenía una marca en forma de espiral justo encima de su omoplato derecho, parecía reciente porque continuaba en carne viva.

—¿Qué es eso? —preguntó Camila, sobresaltada. Luego pasó uno de sus dedos por la herida, logrando que Petter ahogara un gemido.

—Es un sello mágico—comentó el muchacho con voz queda. Camila estaba cada vez más sorprendida—. Me lo pusieron en el juicio.

Los recuerdos de aquel día cruzaron fugazmente por la mente de Petter y parecieron ensombrecer su rostro. Todavía no podía superar la mirada decepcionada de Noah cuando dictaron el veredicto, ni tampoco el regocijo de Justine, que continuaba considerándolo la peor persona del mundo.

Los elegidos y las siete partes del cristal [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora