Los días en la calle habían sido demasiado difíciles para Drake, sobre todo porque era todo un reto conseguir comida en aquella ciudad. Por las mañanas limpiaba los portales de las casas que se iba encontrando y pedía alguna recompensa a cambio de su trabajo. Al principio fue difícil ganarse la confianza de las personas, pero luego comenzó a tener clientes que le pagaban algunas monedas porque dejara sus jardines limpios y organizados.
En cuatro días ya había conseguido algunas monedas, por lo que pudo darse el gusto de comprarse una muda de ropa nueva y cenar algo caliente. Luego, se echó en el rincón de siempre, el cual se hallaba una estación de trenes que estaba en desuso. Las noches le resultaban aterradoras en aquel lugar, apenas podía conciliar el sueño debido a los ruidos de la gente que caminaba cerca de allí. Pero esa noche logró quedarse profundamente dormido, abrazando una vieja mochila donde tenía sus pertenencias. De pronto, alguien lo sacudió entre carcajadas.
—Oye, niño raro—comentó la voz.
Drake apenas podía verlo en la oscuridad, pero notó que era un hombre y que no estaba solo, tres personas más lo acompañaban. Pudo divisar sus siluetas en la oscuridad y se veían bastante amenazantes. De pronto, sintió algo frío rozando su garganta.
—Me darás tu dinero y tus cosas o te cortaré el cuello.
Drake tragó en seco. Un terror inexplicable se apoderó de su cuerpo, pero no podía entregar sus cosas, era lo único que le quedaba. Además, allí estaba un retrato de su madre. Sin pensarlo demasiado, le dio un puñetazo al hombre en el estómago y logró escabullirse por un costado, llevando en sus manos la mochila. Los otros tres hombres se pusieron a la defensiva y lograron agarrarlo por la espalda. De un tirón lo tiraron al suelo y comenzaron a golpearlo. Drake forcejeó como pudo, pero un puñetazo casi lo hizo perder el conocimiento. Entonces optó por cubrirse el rostro con las manos y aguantar los golpes.
De pronto, los hombres retrocedieron, estaban sujetando sus cabezas con las manos y gritaban desesperadamente. Drake no supo lo que estaba pasando, pero sintió una extraña energía en su cuerpo que le dio fuerzas para levantarse y escapar corriendo de allí. Logró alejarse algunas cuadras hasta sentirse a salvo. Su corazón latía a toda velocidad y su respiración estaba agitada, como si llevara horas corriendo. Entonces, un mareo lo hizo tambalearse, seguido de una punzada en el abdomen.
—Mierda—murmuró al percatarse de que estaba sangrando.
Tenía una herida que no se veía nada bien. Su primer impulso fue ir al hospital, pero luego se dio cuenta de que llamarían a su padre y tendría que volver a su casa, por lo que descartó la idea. Siguió caminando sin rumbo en busca de alguna farmacia, aun le quedaba un poco de dinero que podría usar para comprar vendajes y alcohol. Anduvo algunos minutos hasta que sus piernas comenzaron a flaquear y un mareo impidió que pudiera seguir avanzando. Estuvo a punto de caer al suelo, pero alguien lo sujetó antes.
—¿Estás bien? —preguntó una voz desconocida. Drake fijo su mirada en la persona que lo estaba ayudando y se sorprendió al encontrarse con una chica—. Ayúdame un poco porque no puedo cargarte—protestó ella.
Drake intentó espabilarse, pero continuaba sintiéndose muy débil. Con ayuda de la joven desconocida logró llegar hasta un banco que estaba en una esquina de la calle.
—¿Quién eres? —preguntó Drake. Le costaba entender cómo una joven tan bien arreglada se encontraba allí en mitad de la noche y había decidido ayudarlo, aun cuando parecía un loco con aquellas fachas. No pudo dejar de mirar sus pequeños ojos pardos durante algunos segundos, como si quisiera encontrar respuestas en ellos.
—Me llamo Diana Valentina—respondió la chica con una sonrisa amable. Luego su expresión cambió al percatarse de la sangre que manchaba sus ropas—. ¿Estás herido? —preguntó con el ceño fruncido. Drake asintió—. ¿Qué te pasó?
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Los elegidos y las siete partes del cristal [2]
FantasyLa diosa Cindra creó la última de las reliquias mágicas para albergar una parte de los poderes del universo. Tras la guerra contra Anemith y Rosman, tuvo que tomar la decisión de dividir el cristal en siete partes (una para cada reino), así estaría...