capitulo 7

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JIMIN;

La puerta se golpea contra la pared y me sobresalta. Parpadeo una y
dos veces, con la espalda dolorida y fría contra la pared de piedra.
Mis ojos se posan en el demonio de hombre que asoma en el pasillo.
Al instante recuerdo dónde estoy. Lo que me ha traído aquí.
El instinto de supervivencia me hace ponerme en pie de un salto y
arrastrar los pies hacia el extremo opuesto de la pequeña habitación. La alfombra
me araña los pies descalzos mientras reúno mis sentidos para poner espacio
entre nosotros. Registro los latidos de mi corazón, la adrenalina que corre por mis venas.
Parece furioso. Tiene la mandíbula apretada, la línea de la misma más aguda por esa tensión y apenas oculta bajo la sombra de barba. Sus ojos arden,
uno casi negro de rabia, el otro de un plateado salvaje y animal. Aparto mis ojos
de los suyos y mi mirada se fija en sus antebrazos desnudos, con las mangas
remangadas hasta los codos. Están llenos de músculos, y la piel está sujeta a las
colas de las serpientes. Sus gigantescas manos se cierran en un puño.
Me quedé dormido. ¿Cómo demonios conseguí dormirme sabiendo
dónde estaba? ¿Qué me esperaba?
Da un paso hacia mí, pero cuando retrocedo uno, se detiene. Se pasa la mano  por el cabello oscuro y tengo la sensación de que algo lo ha sacudido. Este
hombre es feroz. Salvaje. La rabia que desprende es palpable. Me pregunto si
es así como experimenta cada emoción. Intensamente. Apasionadamente. Sé
que estar en el lado equivocado de esa pasión es letal. Y yo estoy ahí, en su punto de  mira, el objeto de su odio.
Quiero correr pero no hay ningún sitio al que pueda ir. El pequeño cuarto de  baño tiene el tamaño de una cabina de ducha y apenas hay espacio para el
inodoro y el lavabo. Y no hay cerradura en la puerta. Aunque sé que ninguna
puerta o cerradura impediría el avance de este hombre. Nunca había estado
cerca de alguien como él. Nunca había sentido tanta energía oscura y animal
de ningún ser humano.

—Ya está hecho —

dice, arrojando los papeles que sostiene sobre la cama.
Su voz es diferente a la de la capilla. Incluso la amenaza que hizo suena como un
juego de niños en comparación con su tono ahora. Hay un borde en él. Algo salvaje  Algo que está tratando de controlar.

—¿Qué se ha hecho? —pregunto,

echando un vistazo a las páginas,
notando que una se ha deslizado de la cama y ha aterrizado en el suelo.

Yo inicio el Rito.....

No puede hacerlo. El Rito no es algo que uno pueda tomar. Se da y sólo a un  amigo de confianza.
Toma aire, desplaza su mirada por la habitación, sin importarle la escasez, el  frío, lo viejo. Luego, fija su mirada en mí. La tensión de sus hombros disminuye
un poco. Las manos se flexionan y luego se relajan. Mi mirada se dirige a esas
manos e inevitablemente a los antebrazos entintados. Al poderoso músculo que
hay bajo la piel.

—Me perteneces, jimin PARK
.
No puedo evitar echar una rápida mirada a las hojas de papel que hay sobre  la cama, pero no puedo leer más que unas pocas palabras desde este
ángulo. Está escrito con una letra antigua y al revés. Lo que sí veo
son las palabras Rito y mi propio nombre.
Y una firma que reconozco. La de mi hermano.

Christian no habría permitido que esto sucediera. No firmaría nada que me delatara.

Pero Christian está muerto, y Minho es un hombre muy diferente de lo
que era Christian.
No necesito leer los detalles para saber que no miente. Que sí le
pertenezco. Así es como funciona (La Sociedad). Si hubiera sido otro hombre, otro tipo  de contrato, probablemente sería lo mismo aunque con menos animosidad.
Porque este hombre me odia. Me odia.

—¿Por qué me has ayudado? —pregunto antes de poder pensar en lo que estoy haciendo.
Parece confundido.

—¿Qué?

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