capitulo 33

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JEON;

No pasa mucho tiempo luego de quedarnos dormidos cuando me
despiertan los murmullos de jimin . Cómo se sacude y se mueve.
Abro los ojos y observo. Escucho. Sus ojos están cerrados, pero sus
labios se mueven, algunas palabras no son claras, otras me dejan con un indicio de lo que es la pesadilla.

—Christian —dice,

arrugando la frente, la piel alrededor de sus ojos
humedeciéndose. Su brazo se estira y trata de agarrar algo, luego cae a su lado.

Por un momento, parece volver a dormirse, pero luego comienza de
nuevo. Esta vez, en completo pánico. Un gemido bajo sale del interior de su garganta. Es el sonido de alguien que intenta gritar, pero ese grito queda
atrapado. Conozco esas pesadillas. El terror de ellas.

—jimin  —digo en voz baja.

Aún no lo toco.

—No. No. —

Sus brazos se agitan en el aire—. ¡No me toques!
No me toques.
Un destello de la imagen de jimin acostado sobre los fragmentos de vidrio,
sangrando, se reproduce ante mis ojos. Veo cómo los jeans están abiertos. Ver el  jirón de bragas debajo.

No había sido agredidao sexualmente según el informe policial.

Jimin  gime como un niño asustado

—jimin . Despierta. —

Coloco una mano en su estómago. Es suave, aunque espero que se  tranquilize . Pero es lo incorrecto porque eso detona algo
en el. Agarra mi antebrazo con las uñas de ambas manos clavándose en la carne

—¡No! ¡No! ¡No!

Me incorporo y jimin comienza a abofetearme el pecho, la cara.

—Despierta, jimin . Es un sueño. ¡Despierta!

Cuando baja sus uñas por mi pecho y me saca sangre, agarro sus muñecas,
sosteniéndolo  con una mano y abrazándolo  con fuerza.

—Despierta, jimin . Es un sueño. Solo un sueño.

—¿Christian? —masculla,

retrocediendo, sus párpados abriéndose, los
ojos azules muy abiertos, frenéticos y buscando

—. ¡Christian!

Me aferro a Jimi.  observándolo  Está llamando a su hermano.

—Estás teniendo un sueño, jimin . Un mal sueño. Estás a salvo.

Me mira a medida que hablo, sus ojos se enfocan en mi rostro, luego a mi alrededor  observando el entorno. Su cuerpo se relaja cuando recuerda.

—Suéltame.

Asiento. Soltándolo lentamente.

—¿Estás bien?
—Bien. —

Aparta la mirada, se seca los ojos. Quita la manta de sus piernas.

—¿Adónde vas?

—Mi habitación.

Cuando se mueve para ponerse de pie, pongo una mano en su brazo para
detenerlo.

—Necesitas un vaso de agua.

—Estoy bien. Déjame ir. —

No me mira.
Me pongo de pie.

—Quédate —

le digo y voy al baño a traerle un vaso de agua.
Sorprendentemente, cuando regreso, aún sigue sentado allí. Sus ojos están rojos y está intentando ocultar el hecho de que estuvo llorando.

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