¥ Una conexión silenciosa ¥

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El amanecer trajo consigo un aire frío que invadía la habitación de Martin. Aún estaba cansado, pero el peso del día anterior lo había dejado más alerta de lo habitual. Se movió con cuidado, dejando que sus pies tocaran el suelo helado, su cuerpo sintiendo la inercia de los últimos días. Cada movimiento le costaba, y aunque sabía que Alex y Chiara estarían pendientes, no quería ver a nadie. Hoy no podía permitirse ser vulnerable.

Mientras se preparaba para salir de casa, intentó bloquear el recuerdo del ataque de ansiedad que había sufrido la tarde anterior. Su mente seguía trabajando en una niebla, pero el control al que tanto se aferraba parecía más tangible que ayer. La rutina de cada mañana —las mismas calles, las mismas personas— le daba una estructura a la cual aferrarse. A veces, eso era todo lo que necesitaba para no hundirse del todo.

El camino al colegio siempre había sido una especie de pausa para Martin. Las mismas esquinas, las mismas tiendas, los mismos árboles que le daban sombra durante los días calurosos. Pero hoy, el ambiente le parecía más denso, más pesado. Las risas de los demás chicos en la calle le parecían lejanas, como si ocurrieran en otro mundo.

Al llegar al colegio, vio a sus amigos en la distancia, pero evitó acercarse. No estaba listo para enfrentar las preguntas silenciosas en sus miradas. Prefería estar solo, aunque esa soledad fuera a veces peor que cualquier compañía.

Chiara lo notó antes que Alex. Desde su lugar habitual en la entrada, entre charlas y risas, observó a Martin caminar con la cabeza gacha. Sabía que algo estaba mal. Lo conocía lo suficiente como para notar esas pequeñas señales. Pero respetaba su distancia. Sabía que Martin no era fácil de abrirse, y mucho menos cuando algo lo agobiaba.

—Le daré su espacio —murmuró, casi para sí misma, mientras Alex le lanzaba una mirada preocupada.

—Deberíamos hablar con él, no está bien —dijo Alex, más serio de lo habitual.

—Lo sé, pero ahora no. A veces, necesita tiempo —respondió Chiara, con una sonrisa forzada que no ocultaba su inquietud.

Martin, por su parte, se dirigió directamente a su casillero, evitando cualquier contacto visual. Quería pasar desapercibido, ser una sombra más entre el bullicio del colegio. Pero había algo en el ambiente que lo hacía sentir expuesto. Como si, a pesar de sus intentos por ocultarse, todos pudieran ver lo que había ocurrido el día anterior.

En ese mismo momento, a pocos metros de distancia, Juanjo también estaba atravesando su propio caos, aunque menos visible.

La rutina de Juanjo, en apariencia, no tenía fisuras. Siempre llegaba temprano, con su cabello perfectamente peinado y su uniforme impecable. Pero debajo de esa fachada, había cosas que no compartía con nadie, ni siquiera con sus amigos más cercanos. Había aprendido a ser el hijo ejemplar, el amigo confiable, el chico que no causaba problemas. Y, a veces, esa expectativa se volvía asfixiante.

Los días de Juanjo estaban programados como si fueran una coreografía. Despertaba a la misma hora, tomaba el mismo desayuno que su mamá le preparaba mientras su papá leía el periódico. Catalina y Andrés intercambiaban pocas palabras, ambos inmersos en sus rutinas matutinas. Pablo, su hermano menor, siempre llegaba tarde al desayuno, y Juanjo solía regañarlo por ser descuidado. Pero en el fondo, le envidiaba esa libertad, esa despreocupación de no tener que ser siempre el perfecto.

—Hoy tienes examen de física, ¿verdad? —preguntó su mamá, sin levantar la vista del café.

—Sí, pero ya estudié —respondió, siempre con la misma tranquilidad. Sabía que era lo que se esperaba de él. Sabía que cualquier otra respuesta preocuparía a sus padres.

—Estoy segura de que lo harás bien —comentó su papá desde el otro extremo de la mesa, pasando una página del periódico.

Juanjo asintió, pero no dijo nada más. Sabía que sus padres confiaban en él, pero esa confianza a veces era una carga. No había espacio para equivocarse, ni para mostrar debilidad. Todo tenía que estar bajo control. Y en días como hoy, esa presión se sentía particularmente pesada.

SlowburnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora