El bullicio del instituto llenaba los pasillos, y las voces de los estudiantes resonaban como una marea constante que arrastraba a todos a la rutina. El regreso después de la excursión había sido más suave de lo que Martin esperaba. Aunque aún no se sentía completamente libre de la sombra que siempre lo acompañaba, el simple hecho de estar de vuelta le daba una sensación de estabilidad, por frágil que fuera.
Juanjo caminaba hacia su salón, el eco de las risas de sus amigos a su alrededor. Lucas, Irene y Denna iban hablando sobre las actividades del día, las mismas conversaciones cotidianas de siempre. Pero algo había cambiado para Juanjo desde la excursión. El pequeño encuentro con Martin en el autobús de regreso había dejado una marca silenciosa, algo que no podía ignorar. Había sentido una conexión más profunda, aunque no hubieran hablado mucho. Y ahora, cada vez que veía a Martin a lo lejos, una especie de inquietud se instalaba en su pecho, como si algo entre ellos estuviera a punto de cambiar.
Las clases de refuerzo comenzaron a hacerse más frecuentes, y tanto Martin como Juanjo, junto a otros compañeros, debían quedarse después de la jornada regular. La sala de estudios era amplia, pero esa tarde parecía que los alumnos se habían dispersado, dejando solo a un pequeño grupo. Martin llegó primero, tomando su lugar en una de las sillas del fondo, como siempre hacía. Sus ojos repasaban los ejercicios, pero su mente no estaba del todo ahí.
Cuando Juanjo entró, lo notó de inmediato. Algo en la postura de Martin, en la manera en que sus hombros parecían un poco más tensos, lo hacía parecer más distante, como si algo lo estuviera consumiendo por dentro. Juanjo decidió sentarse un poco más cerca que de costumbre, lo suficientemente lejos como para no invadir su espacio, pero lo bastante cerca como para que Martin supiera que estaba allí.
La clase avanzaba lentamente. Los profesores iban y venían, dejando ejercicios y explicando conceptos, pero tanto Juanjo como Martin apenas estaban presentes. Cada uno lidiaba con su propio torbellino de pensamientos. En un momento, mientras Martin trataba de concentrarse en una ecuación, una pequeña libreta cayó de su mochila, deslizándose hasta los pies de Juanjo. Era una libreta vieja, con las esquinas gastadas y la tapa cubierta de dibujos que parecían hechos años atrás.
Juanjo la recogió con cuidado, dispuesto a devolvérsela. Pero, justo antes de hacerlo, una pequeña imagen se asomó desde dentro, entre las páginas. Era una foto antigua, un retrato en blanco y negro de una niña pequeña, de ojos grandes y cabello rizado, sonriendo con una inocencia que rompía el corazón. Algo en esa imagen lo detuvo. No era solo la foto en sí, sino el aura de tristeza que emanaba de ella, como si detrás de esa sonrisa hubiera una historia no contada. ¿Quién era esa niña? ¿Por qué Martin la llevaba consigo?
Antes de que pudiera preguntarse más, Martin levantó la vista y se encontró con Juanjo sosteniendo la libreta. Por un segundo, sus miradas se cruzaron. No había enojo en los ojos de Martin, solo una especie de resignación silenciosa.
—Gracias —murmuró, tomando la libreta de las manos de Juanjo, pero sin mirarlo directamente.
Juanjo asintió en silencio, aún sintiendo la extraña carga emocional de la foto. Decidió no decir nada, no presionar. Pero ahora más que nunca, sabía que Martin estaba cargando con algo mucho más grande de lo que todos creían.
Después de la escuela, Juanjo llega a su casa y lo primero que escucha es el murmullo habitual de su madre, Catalina, organizando la casa. La mesa del comedor ya tiene algunos libros y cuadernos de su hermano Pablo esparcidos, mientras que su padre, Andrés, está hablando por teléfono en su despacho. Juanjo se sienta en el sofá, intentando relajarse antes de sumergirse en las responsabilidades.
Catalina lo saluda con una sonrisa, y aunque no dice nada directamente, Juanjo siempre percibe esa expectativa en el aire: buenas notas, buen comportamiento, ser un ejemplo para su hermano. Él la quiere, pero a veces el peso de esas expectativas lo agota. Por suerte, hoy decidió no enfocarse demasiado en eso. Se hace una merienda sencilla, pone música suave en sus audífonos, y se recuesta en su cama, dejando que el peso del día se disipe por un rato.
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Slowburn
Teen FictionEn un mundo donde las expectativas son tan altas como el cielo, Martin y Juanjo navegan por la turbulenta vida escolar, cargando con sus propios demonios internos y luchando por encajar. Mientras Martin enfrenta sus inseguridades académicas y el pes...