¥ El despertar de los sentimientos ¥

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El fin de semana finalmente llegó, y con él, una mezcla de emoción y nerviosismo que se asentó en el estómago de Juanjo. La idea de pasar tiempo con Martin lo llenaba de anticipación. Había decidido que la maratón de películas sería la ocasión perfecta para conocerlo mejor y abrirse un poco más.

La casa de Juanjo era un lugar acogedor, decorado con recuerdos de la infancia y fotos familiares. La sala de estar, con su gran sofá y una televisión de pantalla plana, estaba lista para la maratón. Juanjo había preparado algunas palomitas y había hecho una lista de películas que todos disfrutarían.

El día pasó lentamente, y cada hora que transcurría se sentía como un año. Cuando la hora se acercó, comenzó a sentir un torbellino de emociones. ¿Qué pasaría si Martin no se sentía cómodo? ¿Y si no encajaba con el grupo? Sin embargo, una parte de él sabía que había tomado la decisión correcta al invitarlo.

Finalmente, el timbre sonó, y el corazón de Juanjo dio un vuelco. Al abrir la puerta, se encontró con Martin, que lucía un poco nervioso pero emocionado. Llevaba una chaqueta negra que le quedaba bien, y su cabello desordenado le daba un aire despreocupado.

—¡Hola! —dijo Juanjo, intentando sonar más tranquilo de lo que se sentía.

—¡Hola! —respondió Martin con una sonrisa, sus ojos brillando con curiosidad—. Espero no llegar demasiado tarde.

—Para nada, ¡justo a tiempo! —Juanjo lo invitó a pasar, sintiendo una mezcla de alegría y ansiedad.

Mientras Martin entraba, Juanjo notó que sus amigos ya estaban allí: Denna, Irene y Lucas estaban conversando animadamente, llenando la habitación con su energía.

—¡Miren quién llegó! —anunció Juanjo, tratando de animar el ambiente—. Este es Martin.

Los amigos se dieron la vuelta, y una sonrisa se dibujó en sus rostros. Martin se sintió un poco abrumado por la atención, pero también halagado.

—Hola, soy Denna —dijo la chica con una sonrisa cálida—. Espero que estés listo para una maratón épica.

—Yo... espero que sí —respondió Martin, sonriendo tímidamente.

Irene, siempre perspicaz, observó a Juanjo y Martin, notando la chispa de algo nuevo en el aire.

—Vamos a empezar con las películas, entonces —sugirió Lucas, haciendo un gesto hacia el sofá.

Mientras se acomodaban, Juanjo se sentó al lado de Martin, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. La atmósfera se llenaba de risas y comentarios despreocupados, pero en su interior, Juanjo anhelaba que esta fuera la primera de muchas noches como esa.

La primera película comenzó, y aunque todos estaban absortos en la pantalla, Juanjo no podía evitar robarle miradas a Martin. Era fascinante observarlo; cada expresión que mostraba durante las escenas le daba un nuevo matiz a su personalidad. Sus ojos se iluminaban con cada momento divertido, y cuando había un giro dramático, la sorpresa se dibujaba en su rostro.

—No puedo creer que eso pasó —dijo Martin, riendo en voz alta mientras la película tomaba un giro inesperado.

Juanjo sonrió, sintiendo cómo la tensión se desvanecía. Esa risa era como música para sus oídos, una melodía que resonaba en su corazón.

Las horas pasaron volando, y el grupo disfrutaba de las películas, riendo y comentando cada escena. Martin, cada vez más relajado, comenzó a integrarse en las conversaciones, compartiendo sus propias anécdotas sobre películas que había visto.

—Recuerdo una vez que intenté hacer una película con mis amigos —dijo Martin, sus ojos brillando con entusiasmo—. Resultó ser un desastre total, pero nos reímos tanto que valió la pena.

SlowburnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora