La mañana en casa de Juanjo empezaba como cualquier otra. El aroma del café llenaba la cocina, mezclándose con el murmullo de las noticias de fondo. Catalina, su madre, lo miraba de reojo mientras preparaba el desayuno. Había notado algo en su hijo desde hacía semanas, un cambio pequeño pero evidente en su comportamiento. Juanjo, quien solía compartir sus pensamientos y bromear más a menudo con Pablo, su hermano menor, parecía más callado últimamente, perdido en sus propios pensamientos.
—¿Todo bien, hijo? —preguntó Catalina, sirviéndole una taza de café.
Juanjo levantó la mirada, algo sorprendido por la pregunta. No estaba seguro de cómo explicar lo que pasaba por su cabeza, principalmente porque ni él mismo lo comprendía del todo. Había algo en Martin que lo inquietaba, y aunque no quería admitirlo, se encontraba pensando en él más de lo que quería.
—Sí, mamá. Solo estoy un poco cansado —respondió, tratando de no sonar distante.
Catalina asintió, pero no se lo creyó del todo. Las madres saben cuándo algo no va bien, incluso cuando no se lo dicen. Sin embargo, decidió no insistir. Sabía que Juanjo se abriría cuando estuviera listo.
Pablo y su madre eran su refugio, los dos pilares que lo mantenían estable. Sin embargo, últimamente, incluso en casa, la sensación de inquietud lo perseguía.
En la escuela, el ambiente era ligeramente diferente. Juanjo había comenzado a observar más a Martin, a notar pequeños detalles que antes se le escapaban. En los pasillos, se cruzaban sin mucho más que un saludo o una mirada rápida, pero cada vez que veía a Martin, notaba algo más.
Hoy, por ejemplo, Martin parecía distraído, más ausente que de costumbre. Caminaba rápido, con los hombros tensos y la mirada perdida. Había algo en su forma de moverse, como si estuviera escapando de algo invisible. Juanjo se detuvo un momento, observando cómo Martin desaparecía entre la multitud.
"¿Estará bien?", pensó, aunque sabía que no tenía una excusa real para acercarse. Todavía no eran lo suficientemente cercanos como para que él pudiera preguntar, pero algo dentro de él le decía que debía hacer algo.
En la cafetería, Martin se sentó en la mesa habitual junto a Ruslana, Chiara y Alex. Mientras hablaban de temas triviales, Chiara seguía lanzándole miradas preocupadas. Sabía que Martin aún no estaba del todo bien desde el último ataque de ansiedad. Aunque había logrado calmarse esa tarde en el patio, la tensión seguía presente en su rostro y en su actitud.
—¿Has pensado en ir a hablar con alguien? —preguntó Chiara con cautela, rompiendo el silencio.
Martin fingió no escuchar la pregunta, concentrándose en su bandeja. El simple hecho de que le preguntaran sobre su estado lo ponía nervioso. Sabía que necesitaba ayuda, pero no estaba listo para admitirlo, ni siquiera a sus amigos.
Ruslana intervino, cambiando de tema. —No lo presiones, Chiara. Martin sabe que estamos aquí para él cuando lo necesite.
Alex, por su parte, trataba de aliviar el ambiente con bromas, pero Martin no podía concentrarse en la conversación. Su mente seguía atrapada en el caos de pensamientos, un torbellino de preocupaciones que no lograba detener.
Cada vez era más difícil ocultar su ansiedad, y aunque sus amigos intentaban ayudar, había una parte de él que seguía resistiéndose a abrirse por completo.
Mientras tanto, Juanjo seguía dándole vueltas al tema de Martin. No entendía por qué le importaba tanto alguien que apenas conocía. ¿Era simple curiosidad? ¿O algo más? Esa tarde, mientras repasaba sus apuntes en la biblioteca, su mente vagaba, buscando respuestas a preguntas que no se atrevía a formular en voz alta.
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Slowburn
Fiksi RemajaEn un mundo donde las expectativas son tan altas como el cielo, Martin y Juanjo navegan por la turbulenta vida escolar, cargando con sus propios demonios internos y luchando por encajar. Mientras Martin enfrenta sus inseguridades académicas y el pes...