Martin salió del aula con una mezcla de alivio y ansiedad. El examen de matemáticas había sido una prueba no solo de su conocimiento, sino también de su fortaleza emocional. Sabía que le quedaba mucho por enfrentar, pero al menos esa parte del día ya había pasado. Al unirse a sus amigos en el pasillo, los murmullos de la multitud y las risas parecían distantes, como si él estuviera atrapado en una burbuja de introspección.
—¿Cómo te fue? —preguntó Ruslana, al ver la expresión en su rostro.
—No sé, la verdad —respondió Martin, encogiéndose de hombros. —No estoy seguro de nada.
—Vamos, seguro que lo hiciste mejor de lo que crees —la animó Chiara, chocando su hombro con el de Martin—. Además, siempre tienes la oportunidad de mejorar en el próximo.
Martin no podía evitar sentirse atrapado en un ciclo interminable de dudas. Las palabras de Chiara eran sinceras, pero su mente se negaba a creerlas.
En ese momento, Juanjo pasó junto a ellos, su sonrisa radiante iluminando el pasillo. Se detuvo y miró hacia el grupo.
—¿Qué tal, chicos? —preguntó, despreocupado.
—¡Juanjo! —respondió Ruslana, acercándose un poco—. ¿Cómo crees que te fue en el examen?
—Más o menos, creo. Pero, ¿quién sabe? A veces se me dan bien las sorpresas —respondió Juanjo con una sonrisa encantadora antes de despedirse y continuar su camino. Martin lo observó alejarse, sintiendo que su corazón se aceleraba.
—Ese tipo siempre está tan seguro de sí mismo —dijo Lucas, rompiendo el silencio que se había formado tras la partida de Juanjo—. A veces me da envidia.
Martin se sintió repentinamente expuesto al pensar en sus propios sentimientos hacia Juanjo. Pero en vez de compartir su opinión, optó por cambiar de tema.
—¿Vieron el último episodio de esa serie nueva? —preguntó, tratando de desviar la conversación hacia algo menos personal.
El grupo comenzó a hablar sobre sus programas favoritos, pero la mente de Martin seguía regresando a Juanjo. La chispa de su sonrisa y su confianza lo hacían sentir tanto admiración como inseguridad. Era un contraste abrumador, y Martin se preguntaba si alguna vez podría acercarse a él, no solo como amigo, sino de una manera más profunda.
Las horas de clases pasaron lentamente, y Martin se esforzó por concentrarse, pero su mente divagaba. A cada minuto que pasaba, su ansiedad se intensificaba. ¿Cómo se atrevería a hablar con Juanjo si no podía siquiera mantener su atención en el examen? Cada vez que el timbre sonó, marcando el final de una clase, su estómago se llenaba de nervios.
Finalmente llegó la hora del almuerzo, y mientras sus amigos se sentaban en su mesa habitual, Martin sentía que su nerviosismo había alcanzado un nuevo nivel. La cafetería estaba llena de estudiantes, el aire vibrante con risas y charlas. Se acomodó en su asiento, sintiendo la presión de su entorno.
—¿Quieres comer algo diferente hoy? —preguntó Chiara, observando a Martin mientras jugueteaba con su comida.
—No lo sé, quizás solo un sándwich —respondió él, tratando de sonar desinteresado.
La conversación fluyó entre sus amigos, pero la mente de Martin estaba ocupada en otra parte. Al mirar hacia la mesa de al lado, sus ojos se encontraron de nuevo con los de Juanjo. Este estaba rodeado de un grupo de amigos, bromeando y riendo como si no hubiera preocupaciones en el mundo. Martin sintió que el tiempo se detenía.
Fue entonces cuando, inesperadamente, Juanjo se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia ellos. Martin sintió que su corazón se detenía. ¿Qué querría de él?
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Slowburn
Roman pour AdolescentsEn un mundo donde las expectativas son tan altas como el cielo, Martin y Juanjo navegan por la turbulenta vida escolar, cargando con sus propios demonios internos y luchando por encajar. Mientras Martin enfrenta sus inseguridades académicas y el pes...