(Ya se la saben lo de siempre 5 estrellas y continua este es uno especial de Carlos y price)
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La tarde caía sobre la casa de Carlos y Sofía, y el sol dorado se deslizaba detrás de las colinas, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Carlos, que había pasado un largo día trabajando en el jardín, decidió que era un buen momento para invitar a Price a cenar. Había algo en el aire, una mezcla de nostalgia y camaradería, que lo hacía sentir que necesitaba conectar con su viejo amigo.
Price llegó poco después, con una sonrisa que reflejaba su personalidad desenfadada. La química entre ambos era palpable, un lazo forjado en el fuego de experiencias compartidas, tanto en el campo de batalla como en la vida cotidiana.
—¡Carlos! —saludó Price, abrazándolo con fuerza. —¿Listo para una buena cena y algunas cervezas?
—Siempre. Te tengo algo especial preparado —respondió Carlos, guiándolo hacia la cocina.
Mientras preparaban la cena, la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de los viejos tiempos en el ejército, de las misiones que habían compartido y de los momentos que habían forjado su amistad.
—¿Recuerdas aquella vez en que nos quedamos atrapados en el barro durante la misión en Afganistán? —preguntó Price, riendo.
Carlos soltó una carcajada. —¿Cómo podría olvidarlo? Pasamos más tiempo tratando de salir de allí que en la misión misma.
—Y tú con esa broma sobre ser un “caballero de barro” —agregó Price, guiñando un ojo.
La risa llenó la cocina, y por un momento, las preocupaciones del presente se desvanecieron. Pero en medio de la diversión, Price sintió que había algo más en juego. A pesar de la alegría, un hilo de melancolía se entrelazaba en sus recuerdos, una sombra que siempre había estado presente.
Una vez que la cena estuvo lista, se sentaron en el comedor. Mientras disfrutaban de la comida, Carlos notó que Price parecía distante en momentos.
—¿Todo bien, amigo? —preguntó, con una mirada sincera.
Price se quedó en silencio un momento antes de responder. —Sí, solo... A veces me siento nostálgico. Mirar a tu familia, a König y ___, me recuerda lo que he dejado atrás.
Carlos asintió, sintiendo que el peso de la conversación estaba a punto de cambiar. —Sabes que siempre estás bienvenido aquí. No tienes que enfrentar esto solo.
Price miró a Carlos, y en su interior, sintió una lucha entre el deseo de abrirse y el miedo a arruinar la amistad que tanto valoraba. —Gracias, realmente lo aprecio. A veces me pregunto cómo habría sido si las cosas hubieran sido diferentes entre nosotros antes de que ___ naciera.
Carlos sintió un pequeño tirón en su corazón, sin saber que Price aludía a algo más profundo. —Yo también he pensado en eso —dijo Carlos, su voz más suave—. Hubo un tiempo en que éramos más que amigos, pero la vida nos llevó por caminos distintos.
Price se inclinó hacia adelante, tratando de ocultar la verdad de su corazón. —A veces siento que esa conexión no desapareció del todo. Ha estado allí, aunque hemos seguido adelante con nuestras vidas.
Carlos sintió un nudo en el estómago. Sin conocer los verdaderos sentimientos de Price, solo quería reafirmar el vínculo que compartían. —Tal vez, pero no debemos perder de vista lo que tenemos ahora. Tu amistad ha sido fundamental para mí, especialmente en estos tiempos difíciles.
Price asintió, aunque una parte de él lamentaba el camino que nunca pudieron tomar. —Tienes razón. A veces, las cosas no son como uno espera, pero eso no significa que no podamos seguir adelante y encontrar felicidad de otras formas.
La conversación se desvió hacia los recuerdos más felices, pero el aire seguía cargado de emociones no resueltas. A medida que terminaban la cena, Carlos sugirió salir al patio trasero para disfrutar de la brisa nocturna.
Bajo un cielo estrellado, ambos amigos se acomodaron en sillas de jardín. La conversación continuó, pero ahora era más reflexiva, más centrada en el presente. Hablaron de sus planes futuros, de lo que esperaban lograr y de cómo podían apoyarse mutuamente.
—Sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad? —dijo Carlos, mirando a Price con sinceridad.
—Lo sé, y eso significa mucho para mí. La verdad es que, a pesar de todo, siempre he sentido que podríamos haber tenido más, si las circunstancias hubieran sido diferentes —respondió Price, luchando por mantener su voz neutral.
Carlos no captó el trasfondo de sus palabras. —Quizás, pero en otra vida, podríamos haber explorado eso. Pero en esta, tenemos la oportunidad de ser amigos y apoyarnos mutuamente en nuestras luchas.
Price sonrió, aunque su mirada reflejaba una mezcla de tristeza y aceptación. —Sí, eso es cierto. A veces, las cosas no se alinean como queremos, pero siempre podemos encontrar la manera de seguir adelante.
La conversación se desvió hacia anécdotas cómicas del pasado, y ambos amigos se rieron al recordar momentos compartidos en el ejército. Con cada risa, el peso de las emociones se aligeraba, y la noche se volvía más brillante.
Al final de la velada, Carlos y Price se despidieron con un abrazo cálido. Aunque había una nube de melancolía en el aire, también había un sentido de renovación. La amistad que compartían se había fortalecido esa noche, y ambos sabían que, sin importar lo que el futuro trajera, siempre tendrían un lugar en la vida del otro.
Mientras Price se alejaba, Carlos se quedó en el patio, mirando las estrellas y reflexionando sobre el camino que había tomado. Las memorias del pasado siempre estarían allí, pero era el presente y las conexiones que había cultivado las que realmente importaban. Sabía que la vida era un equilibrio entre el amor, la amistad y los recuerdos, y estaba listo para abrazar cada uno de esos momentos, sin arrepentimientos.
Price se alejaba con el corazón pesado, sin poder revelar lo que había sentido por Carlos. En su interior, se prometió ser un buen amigo y seguir apoyando a quien había sido una parte fundamental de su vida. Aunque el amor que había albergado en secreto permanecería oculto, su lealtad y amistad continuarían, más fuertes que nunca.