-¡Ya dímelo de una vez! -gritó Selena, su dedo presionando el gatillo, su voz temblando de rabia.
-No, lo único que puedo decirte es que no fui yo quien mató a tu madre -respondió Astrid, su voz serena.
-¡Déjate de rodeos! -gritó Selena, su voz quebrada por la ansiedad-. ¿Qué hiciste con mi padre? -su mirada quemaba de impaciencia-. ¡Dime la verdad!
-No creo que quieras que... -empezó Astrid, pero Selena la cortó con un gesto brusco, su voz elevada en un ademán imperioso.
-¡Tú no tienes ni la menor idea de lo que quiero en mi vida! -le gritó Selena, su voz desgarradora, antes de clavar sus ojos en Astrid y exigir-: Si tú no mataste a mi madre, ¿quién fue? ¿Qué hiciste con mi padre? ¿Lo mataste también? -cada palabra salía como un latigazo.
Astrid permaneció en silencio porque no solo tendría que decirle a Selena que su padre fue quien había asesinado a su madre, sino que también debía decirle que su padre fue quien la vendió como si fuese un objeto.
-No -negó Astrid, su voz firme-, no te lo diré.
-¿Por qué? -estalló Selena, su voz cargada de desesperación y rabia-. ¿Cómo puedes negarme la verdad? ¿Qué te da el derecho a decidir qué debo saber y qué no? Eres capaz de hacer cosas terribles, pero no tienes el valor de hacer frente a ellas.
-Porque no tengo que hacerle frente a algo que yo no hice -replicó Astrid, su voz subiendo de tono, su mirada desafiante-. Tu padre no está muerto -dijo finalmente, su voz baja y grave-, pero lo estará, y antes de eso, él mismo te dirá qué hizo, y cómo el desgraciado que es, te hará sufrir.
Astrid iba a darse la vuelta confiada en que Selena no era capaz de disparar, iba a ordenarle a sus hombres traerla. Pero Selena no la dejo hacerlo.
-¡No, no hables así de mi padre! -gritó Selena, su voz desgarradora, mientras jalaba de la blusa de Astrid con su mano izquierda, su fuerza desesperada casi rasgando la tela.
Astrid se tambaleó hacia atrás, su rostro lleno de sorpresa, mientras Selena la mantenía sujetada.
-¡No seas cobarde, mentirosa! -espetó Selena, su aliento caliente en la cara de Astrid-. ¡Di la verdad!
Astrid se liberó del agarre de Selena con brusquedad, su mirada transformándose en un destello de ira y desafío. Sus ojos, antes neutros, ahora brillaban con una intensidad que hizo retroceder a Selena.
-Bien -dijo Astrid, su voz cargada de ira y desafío-. Tu padre, ese hombre al que estás defendiendo con uñas y dientes, fue el asesino de tu madre -Astrid sostuvo la mirada de Selena.
Selena se quedó con la boca abierta, su rostro pálido de shock y horror. El lugar pareció girar a su alrededor, como si el suelo se hubiera desvanecido bajo sus pies.
-¡Mentirosa! -gritó Selena, sus ojos desbordados de lágrimas, su voz temblorosa de dolor y rabia-. ¿Cómo puedes mentir sobre algo así para librarte de tu maldita culpa? -su cuerpo se sacudía con sollozos, su rostro contorsionado por la angustia.
-No soy cobarde, Selena -renegó Astrid, su voz firme y resuelta-. Si yo hubiese asesinado a tu madre, te lo diría de frente, pero yo no lo hice, fue tu padre -Astrid hizo una pausa, su mirada penetrante-. ¿Y sabes qué otra cosa hizo? -su voz se redujo a un susurro-. Te vendió.
-¡Cállate! -exclamó Lorena, sus manos temblando de rabia y desesperación, su voz estridente en el lugar silencioso-. No puedes decir esas cosas -su mirada acusadora se clavó en Astrid.
-Sí, eso hizo -reiteró Astrid, su voz firme y resuelta-. Él es la razón por la que terminaste en este mundo, Selena.
-¡Ya cállate! -exclamó Selena, su voz desgarradora, mientras empujaba a Astrid con fuerza, su cuerpo temblando de rabia y desesperación.