He tratado de dejar detalles sobre el plan de Astrid, tratando de que sea lo más convincente posible, pero recuerden que esta es una historia ficticia en la que le doy rienda suelta a mi imaginación. Así que concéntrense en disfrutar.
Selena se sintió envuelta en el calor de Astrid, su corazón latiendo con una intensidad que la dejó sin aliento.
—Esos labios rojos son una tentación irresistible —murmuró Astrid, su voz ronca de deseo, antes de atraer a Selena hacia sí con una pasión que la consumía.
Su boca se posó sobre la de Selena, besándola con una intensidad que dejó a Selena sin aliento. Selena se rindió al beso, permitiendo que Astrid explorara cada rincón de su boca.
Mientras se besaban, Astrid continuó desajustando el vestido, su tacto experto deslizando los corchetes con facilidad. El vestido cayó con un susurro, dejando a Selena envuelta en la luz de la habitación y en la mirada ardiente de Astrid. El vestido se estancó en sus caderas con un susurro, dejando a Selena algo expuesta a la mirada ardiente de Astrid.
En ese momento, Astrid no podía tolerar ninguna barrera entre ellas. El disfraz de Selena, que antes había sido una parte esencial del plan, ahora era un obstáculo que impedía su conexión más profunda.
Con un movimiento decidido, Astrid deslizó el vestido de Selena hacia abajo, liberándola de su prisión de seda.
Los besos de Astrid se deslizaron desde los labios de Selena hasta su cuello, enviando escalofríos de placer por toda su piel. Selena levantó el rostro hacia el techo, ofreciéndose a Astrid sin reservas.
Astrid se apoderó de su cuello, besándolo con una pasión que dejó a Selena sin aliento. Su respiración se volvió entrecortada, y su corazón latió con una intensidad que parecía explotar en cualquier momento.
Las manos de Astrid se deslizaron por la cintura de Selena con una precisión que hizo que su piel temblara. Su tacto era suave, pero posesivo, recordando a Selena que Astrid jamás dejaba de lado su dominio.
—Me fascina la idea de saber que soy la única persona que te ha tocado —murmuró Astrid, su voz ronca de deseo, mientras su sonrisa se curvaba en una línea seductora. Sus labios se acercaron a los de Selena, hasta que casi se tocaron.
—Reina blanca, reina mía... —susurró Astrid, su aliento cálido en la piel de Selena—. Déjame sentarte en un trono y ponerme de rodillas ante ti para llenarte de placer. Quiero adorarte, Selena. Quiero ser tu única verdad.
Astrid se despojó lentamente de su disfraz, revelando su belleza natural. Selena no pudo contener su impaciencia, pasando sus manos por el cabello de Astrid con una ternura que contrastaba con la pasión que ardía en sus ojos.
El tono de cabello de Astrid parecía darle una inocencia que su mirada desmentía, un contraste que solo aumentaba la atracción de Selena.
—Cierra esos ojitos —murmuró Astrid, su sonrisa una promesa de placer—. Deja que tus otros sentidos te guíen. Siente mi calor, mi aliento en tu piel, mi tacto que te hace temblar.
Selena cerró los ojos, sumergiéndose en la sensualidad de la escena. La voz de Astrid se convirtió en un susurro seductor que la envolvía, haciéndola sentir cada centímetro de su cuerpo.
Selena sintió los dedos de Astrid guiándola con suavidad, pero ella no necesitaba ver para confiar en ella. Mantuvo sus ojos cerrados, sumergida en la sensación de seguridad que Astrid le transmitía.
De repente, el frío de la pared en su espalda contrastó con el calor que Astrid irradiaba, envolviéndola en una llama de pasión.
—¿Puedo abrir mis ojos? —preguntó Selena, su voz apenas un susurro, mientras mantenía sus ojos cerrados, entregada a la voluntad de Astrid.