Hemos hablado de muchas cosas pero, ¿que estaba pasando con René en ese momento?
René se sentaba en una silla, sola en una habitación casi en penumbra. Su mirada se hundía en el suelo, como si buscara respuestas en las sombras. La puerta se abrió y Klaus entró, su sonrisa amable iluminó el espacio, pero una sombra de intensidad en sus ojos delataba una profundidad más oscura.
Klaus: el mafioso que quiere a Selena.
—René, querida —dijo Klaus, acercándose a ella con una sonrisa engañosa—. ¿Qué te parece si negociamos tu libertad?
René mantuvo su mirada baja, evitando el contacto visual con su captor. La ira y el dolor aún ardían en su interior, recordando las palizas y el secuestro. El moretón en su rostro, un recuerdo cruel de su última confrontación para molestar a Astrid, aún dolía.
—Necesito que me digas dónde está exactamente Astrid —dijo él con una amabilidad que sonaba falsa—. Solo quiero hablar con ella.
René se mantuvo en silencio, su mirada fija en el suelo, ignorándolo deliberadamente. No había forma de que ella revelara la ubicación de Astrid a ese monstruo que la había secuestrado y golpeado. La mera idea de ayudarlo le revolvía el estómago.
Klaus suspiró, su sonrisa se desvaneció, y su rostro se ensombreció al darse cuenta de que René lo trataba como si fuera invisible.
—Vamos, René—dijo, su voz ahora tintada de frustración—. Puedo ofrecerte todo lo que quieras: dinero, propiedades, poder... —su voz se elevó ligeramente—. Solo dime dónde está Astrid.
René levantó la vista, sus ojos brillaban con desdén y una profunda repulsión.
—Eres un hombre sin alma —espetó, su voz llena de veneno—. No tienes valores, no tienes principios. ¿Crees que puedo vender a mi niña, a la persona que más amo, por dinero o cualquier otra cosa que ofrezcas? —La mirada de René se clavó en Klaus, desafiante y firme.
—¿Y tu "niña" tiene principios? —cuestionó Klaus, su sonrisa irónica se curvó en una mueca de desprecio—. Esa "niña" que defiendes con tanta pasión es una asesina sin conciencia, una mujer egoísta que cree que todo le pertenece. Astrid no es una mujer inocente, René. —Klaus se acercó, su voz se convirtió en un susurro venenoso—. No tienes autoridad moral para juzgarme, cuando proteges a alguien tan corrupta.
René lo miró con un odio intenso, pero se contuvo, decidida a no caer en las provocaciones de Klaus. Sin embargo, su silencio solo pareció aumentar la ira de este.
Klaus perdió la paciencia, su rostro se tensó y sus ojos brillaron con una furia contenida.
—Cuando se me antoje, puedo ordenar que te eliminen —amenazó con voz baja y seria, su tono helando el aire—. Puedo hacer que desaparezcas sin dejar rastro, sin que nadie se atreva a buscar tu nombre.
René no se inmutó, su voz sonó firme y desafiante. —Si mi muerte asegurara la seguridad de mi niña, estaría dispuesta a dar mi vida sin dudarlo —afirmó, su mirada fija y desafiante clavada en Klaus—. Así que haz lo que quieras, no me importa.
Klaus se frustró, su rostro enrojecido por la ira. Lanzó el vaso de vidrio con whisky contra la pared, haciéndolo estallar en pedazos. "Estarías muerta si no fueses lo que necesito para quedarme con Selena", gritó, su voz resonando en la habitación. Después, se dio la vuelta y se marchó, dejando atrás un silencio tenso.
La habitación quedó en un silencio sepulcral, solo interrumpido por el sonido de los pedazos de vidrio que se deslizaban por el suelo. René seguía sentada, inmóvil, su mirada fija en el suelo. Su corazón latía con determinación y odio hacia el hombre que había amenazado a Astrid, la persona que ella consideraba "su niña", su razón de ser.