Astrid observó la escena, sus ojos inundados de lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento. Había imaginado este reencuentro mil veces, y siempre pensó que correría hacia ellas, abrazándolas con fuerza y derramando lágrimas de alegría. Quería decirles cuánto las había extrañado, cuánto las había buscado, y cuánto las amaba.
Pero ahora, en ese momento crucial, se sentía paralizada. Sus manos agarrotadas en el volante, como si fueran raíces, que la mantenían firme en su asiento. Su mente estaba en blanco, incapaz de procesar la emoción que la inundaba. El shock la había dejado sin aliento, sin palabras, sin movimiento.
De repente, la niña señaló hacia Astrid con una sonrisa inocente, como si compartiera un secreto con Lorena. La mirada de Astrid siguió el gesto, y vio cómo Lorena se giraba hacia ella, sus ojos buscando el objeto de la atención de la niña. El tiempo pareció ralentizarse mientras Lorena dirigía su mirada hacia el auto que estaba junto a ella, hacia Astrid.
Fue entonces cuando una oleada de pánico se apoderó de Astrid, su cuerpo se tensó como una cuerda de violín y sus manos aferraron el volante con una fuerza que hizo blanquear sus nudillos. No entendía por qué sentía ese miedo repentino, por qué su corazón latía con tanta fuerza que parecía salírsele del pecho.
Su pie presionó el pedal con una urgencia repentina, como si el instinto de supervivencia hubiera tomado el control. A pesar de años de búsqueda, de años de anhelar este momento, ahora parecía que el miedo a ser reconocida por Lorena era más fuerte. El semáforo se puso en verde y, en un movimiento casi reflejo, Astrid aceleró, dejando atrás la escena que había imaginado durante tanto tiempo.
Los neumáticos chirriaron en el asfalto, marcando una línea de escape veloz. Era como si Astrid estuviera huyendo de su propio destino, de la conexión que había estado buscando con tanta desesperación. La ironía era cruel: después de tanto tiempo de búsqueda, ahora parecía que el encuentro era demasiado para ella.
Selena frunció el ceño, intrigada. La repentina aceleración de Astrid parecía impulsada por un pánico repentino, como si una sombra mortal la estuviera persiguiendo. Giró la cabeza para mirar hacia atrás, esperando encontrar alguna explicación, pero solo vio las camionetas de los hombres de Astrid, que habían estado escoltándolas durante todo el viaje. La normalidad de la escena contrastaba con la ansiedad que parecía consumir a Astrid.
—¿Qué pasa, Astrid? —insistió Selena, su voz suave pero firme—. ¿Qué sucede?
La mirada de Astrid permaneció fija en el camino, sus ojos brillantes como si estuvieran a punto de desbordarse en lágrimas. Su silencio era opresivo, y Selena sintió una oleada de preocupación que se intensificaba con cada segundo que pasaba sin obtener respuesta.
—Astrid, detén el auto —repitió Selena, su voz ligeramente más alta y urgente—. No puedes seguir conduciendo así. Estás demasiado ansiosa, demasiado...
Selena se apoderó del volante con firmeza, intentando liberar las manos de Astrid del mismo. La urgencia e insistencia en su voz y acciones hicieron que Astrid reaccionara, pisando el freno con fuerza. El auto se detuvo bruscamente en el arcén, el motor aún en marcha.
—¿Qué sucede, Astrid? —insistió Selena, su voz llena de preocupación y suave como una caricia—. No puedes seguir así, sin hablar, sin decirme nada. ¿Qué te ha pasado?
Astrid no respondió, su cuerpo se convirtió en una estatua, rígida y silenciosa. Su cabeza recostada en el volante, su rostro oculto detrás de sus manos. Selena podía ver su respiración agitada, su pecho subiendo y bajando con rapidez. Astrid cubría su rostro como si no quisiera que Selena notara sus lágrimas.
Pero Selena estaba demasiado preocupada y quería averiguar qué le sucedía a Astrid para poder ayudarla. Sabía que esa actitud extraña de Astrid había comenzado luego de que ella le señalara a la niña, y ahora quería saber qué le causaba tanta ansiedad. ¿Que tenía que ver la niña?