16. Praise kink

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Jos jamás lo diría en voz alta, pero Michael lo tenía a sus pies, el mayor solo tenía que decir unas cuantas palabras dulces en su oído y sería un idiota por él.

Haría cualquier cosa por él.

Como tener sexo en el estacionamiento del restaurante que acababan de visitar.

Tener relaciones en el auto era incomodo, pero si el alemán lo miraba con esos ojos llenos de suplica y susurraba palabras lindas no tendría ningún problema con ello.

Y por supuesto que el mayor se habría dado cuenta de su debilidad y la explotaba al máximo.

Al principio de la situación se había negado, muchas cosas podrían salir mal, y entonces el caos que vendría no habrá valido la pena, ni siquiera sabía si el alemán se quedaría a su lado, así que por supuesto que no tenía la mínima intención de ceder esta vez.

Pero entonces las manos empezaron a vagar, con toques casi inexistentes en su espalda baja, y sonrisas coquetas en su dirección, después vinieron los toques más atrevidos, en su trasero y las palabras susurradas en su oído que le causaron escalofríos.

No pudo resistir mucho, como siempre, y ahora se encontraba en la posición que había querido negar, pero que en el fondo anhelaba.

– Vamos bebé, sigue saltando para mí, tan lindo, obediente y dispuesto, pero solo para mí, ¿No es así?, todo esto solo es mío, porque solo yo puedo ver lo dulce que eres – el neerlandés se contrajo, estrujando el pene en su interior, causando una embestida más fuerte por parte del alemán, lo que provocó que un grito fuerte y agudo saliera de sus labios.

En seguida cubrió su boca con una de sus manos y miro suplicante al mayor, no quería llamar la atención.

– Se un chico bueno, déjame escucharte, por favor mi tulipán, déjame escuchar esos dulces sonidos saliendo de tus apetitosos labios, quiero escuchar como pronuncias mi nombre mientras sigo jodiendo este agujero hecho a mi medida – Jos jadeo y cerro los ojos con fuerza, no podía hacerle esto, cualquiera los podría encontrar.

Cualquiera podría ver a dos pilotos de Formula 1 teniendo sexo dentro de un auto como si fueran unos depravados y entonces estaría en las noticias por todas partes y sabrían que Michael podía manejarlo a su antojo.

– ¿No quieres ser mi chico bueno?, tan bueno para mí, demostrando que eres solo mío, ¿O acaso quieres ser malo y que no te toque en días? – el pánico se apoderó de él y abrió los ojo en seguida, suplicando que no hiciera eso.

El mayor le regalo una sonrisa socarrona.

 – Tranquilo precioso, solo tienes que quitar tu mano de tu boca y dejarme escuchar esos lindos sonidos que provoco mientras me hundo en tu apretado agujero.

Jos se removió y decidió quitar su mano, bajándola para entrelazarla con la del mayor, suplicando con la mirada que terminara con su tormento.

– Ese es mi lindo chico, vamos, gime mi nombre – el mayor aumento las embestidas y se inclino a besar su cuello.

 Pudo sentir los dientes en su piel, dejando marcas por todas partes.

El neerlandés no pudo controlar más sus gemidos, y no quería.

– Tan lindo, y todo para mi, demasiado cruel y duro con los demás, si solo supieran que todo lo que necesitas es que te digan cosas lindas para tenerte así, a su merced, pero entonces solo quiero que estés así conmigo, porque eres mein süßer Nörgler – Jos se estremeció al escuchar las palabras, y empezó a mover su cuerpo más rápido.

Michael empezó a recorrer sus manos por toda su piel, sus manos por debajo de su camisa, tocando a su antojo, provocando aun más al neerlandés, volviéndolo loco con sus toques.

Grito nuevamente cuando el mayor encontró su próstata, entonces Jos supo que estaba jodido.

El más alto no se contuvo y comenzó a castigar su zona de estimulación al punto de llegar a ser casi doloroso, llenando de fuego sus nervios y cada uno de sus músculos por el inmenso placer que corría por su cuerpo.

Sí el mayor seguía jodiéndolo así no iba a durar mucho más, mucho menos con las palabras susurradas en su oído.

– Eso es, grita mi nombre precioso, grita demostrando todo el placer que sientes gracias a mi, demuéstrales que eres mi dulce muchacho, solo para mí – se corrió tan fuerte que se quedo deshuesado encima del alemán.

Ni siquiera podía mover los músculos de su boca para hablar, todo lo que salía eran sonidos porque el mayor siguió follando su agujero hasta que él también se corrió.

Se estremeció con violencia al sentir eso, pero su cuerpo empezó a relajarse en cuanto sintió las caricias en su cabello, no podía evitarlo, siempre era lo mismo con Michael.

O al menos así fue hasta que recordó lo fuerte que había gritado y lo expuesto que seguía, por lo que con un esfuerzo casi inhumano se levantó y miro alterado a todos lados, el alemán puso su mano sobre una de sus mejillas, obligándolo a verlo.

– No tienes nada de que preocuparte muñeco, cerre el estacionamiento, no iba a permitir que nadie más viera lo bueno que eres para mí, como haces tan bien esos movimientos, y como me deleitas con esos sonidos que salen de tu boquita, te lo dije, eres solo mío – el mayor beso sus labios, de una manera tan dulce como sus palabras.

Jos solo pudo mirarlo con duda y cariño.

No tenía porque hacerlo, solo estaban teniendo sexo después de todo.

– Acostúmbrate, bonito, una vez que seas mi esposo voy a querer tener sexo contigo por todas partes – un segundo, ¿Esposo?.

Iba a negar que eso sucediera, pero entonces estaría negando todos sus sueños, así que en cambio sonrió, primero dulcemente y luego con coquetería.

– Esa es la propuesta menos romántica del mundo, pero acepto señor Schumacher... ¿Por qué no celebramos mientras me tomas sobre el capó del auto usando tu playera del campeón del mundo? – Michael lo miro con el deseo corriendo nuevamente.

–  Lo sabía, la mejor jodida decisión, vamos, que también quiero tenerte contra esa pared de allá, mein süßer Nörgler.

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¿Cómo padre, cómo hijo?, no sé que hice, pero lo hice, es la última vez que escribo de este señor.

mein süßer Nörgler -- mi dulce gruñón.

Nos leemos hasta la próxima.

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