9. Fingering

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Kevin sentía sus piernas desfallecer, no podía durar más en la posición, sin embargo, era una sensación que hacía estallar todas sus terminaciones nerviosas hasta llegar al punto de ser casi insoportable.

Los dedos dentro de él hacían un trabajo maravilloso para llevar al danés al borde de la locura.

Todos llenos de lubricante, el mayor utilizaba bastante cuando hacía cosas como esas, por lo que siempre terminaba con un desastre entre sus piernas y en la mayor parte de su cuerpo, además, el sonido que provocaba el líquido era francamente sucio.

Su interior se contrae al sentir como uno de los miembros del más alto acaricia justo su punto más sensible.

Un gemido roto sale de su boca, lo que provoca una sonrisa socarrona en los labios de su pareja.

–  Ahí está, este es el lugar, ¿No es así?, ¿Crees que puedas esperar hasta que llegue el medio tiempo?

Kevin odiaba el fútbol, incluso si era su tercer deporte favorito, porque siempre que jugaba un equipo que su novio apoyaba le quitaba su atención.

Así que habían llegado a un acuerdo, cada vez que el danés quisiera atención del alemán durante un partido tenía que pedirla de cualquier manera que no fuera penetración.

Al principio había sido una maravillosa idea, y entonces se había dado cuenta a mitad del primer intento que era un impaciente de lo peor.

Una vez que empezaba quería que su pareja terminara jodiendolo de la manera más vulgar que se le pudiera ocurrir y entonces eso lo dejaría dolorido por días.

Para el mayor era como tener todo lo que más amaba a la mano.

Pero para el menor no era así, era una tortura de lo peor, que terminaba haciéndolo llorar de la frustración.

Aún así, lo seguían haciendo, porque hacía feliz a Nico.

Y esa era la razón por la que estaba sobre su regazo, con la espalda pegada al pecho del más alto, y los dedos del otro en su interior, llenos del líquido viscoso.

Dos dedos dentro de él y ya estaba temblando de la necesidad.

A veces si creía que era un adicto al sexo, como se lo había dicho su novio.

Había que conocer a uno para reconocerlo después de todo.

Ahogo un grito cuando el mayor tocó si próstata a propósito, supuso que se había distraído como para provocar esa reacción.

– Te pregunté algo bonito, supongo que no es suficiente si no tengo tu atención – Nico lo alzó con un brazo por su cintura y empezó a penetrarlo nuevamente, está vez con cuatro dedos.

Kevin abrió la boca en un grito silencioso, era demasiado.

– Salta, Schatzhase – el danés respiro profundo antes de levantar sus piernas temblorosas.

Soltó un jadeo cuando los dedos llegaron más profundo.

Enfoco su vista en el reloj del partido, solo 3 minutos para el medio tiempo, podía hacerlo.

Cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación, lo lleno que se sentía, la longitud que tocaba su próstata cada vez que volvían a tocarla, la manera en la que el brazo del hombre en su espalda lo envolvía, el miembro erecto de su pareja que se podía sentir debajo de su ropa.

Y estaba seguro de que se iba a correr cuando el mayor saco sus dedos de golpe.

Kevin jadeo de frustración, y trato de llevar la mano del otro de vuelta al lugar.

La risa del alemán lleno la habitación.

– Ya, ya, te daré lo que quieres… pero en el momento en el que yo quiera – los dedos volvieron.

Pero ahora eran menos, solo dos, sujeto con fuerza el brazo de su novio.

Era increíble volver a tener algo dentro de él, pero no era suficiente, necesitaba más.

Mere, mere, mere, mere, Nico, jeg vil have mere – el hombre que lo estaba torturando se rió contra su oído.

– Calma, Hase, llegaremos ahí – los dedos dentro de él comenzaron a hacer tijeras.

El movimiento estiro sus paredes, casi lo que necesitaba, pero todavía no estaba ahí.

Comenzaron los besos y mordidas en su hombro y clavícula, lo que lo distrajo un poco de la tortura en su interior.

Pero sobre todo lamer la sal de piel, el sudor acumulado ahora era bastante, así que el alemán podía hacer una de sus actividades favoritas durante el sexo.

Nico tenía una fijación por saborear su piel.

Afirmaba que la saladez solo hacía que el danés fuera más apetitoso.

Y no es que él se quejara, sentir la lengua caliente y gruesa del otro delinear cada uno de sus músculos provocaba sensaciones maravillosas en su cuerpo.

Aunque le gustaba más cuando estaba dentro de él.

Giv mig en finger til, jeg vil have en finger til, en anden, mere, jeg vil give dig hvad du vil – Nico sonrió contea su piel.

– ¿Lo que quiera?, ¿Vas a darme lo que quiera si meto otro dedo dentro de este apretado y codicioso agujero?

ja, ja, ja, hvad du vil, så giv mig det bare.

– Bien, te lo daré, pero primero te diré que es lo que quiero.

Kevin salto con más entusiasmo sobre los dedos de su interior cuando su movimiento empezó a ganar velocidad.

¿Que querría el mayor?

– Hay un disfraz que quiero que uses, y… bueno, ¿Para que mentir?, quiero que actúes como el atuendo lo indica, ¿Quieres saber que es?

Kevin asintió, ya no podía formular  las palabras, solo quería otro dedo dentro de él.

– Un vaquero, en realidad yo también sería uno, pero bueno, que me montes vestido como uno, es bastante sexy para mí, Hase.

El danés asintió, montar a su novio, quería montar a su novio.

Gimió al sentir un tercer dedo dentro de él, jadeos salían descontrolados de su boca, estaba a nada.

– Eso es, sigue saltando para mí, mi Schatzhase, tan lindo, tan necesitado, mira como tu agujero me exige mi cuarto dedo.

Y es que el mayor lo estaba provocando, pasando el dedo meñique por su abertura.

El más alto hizo eso unas cuantas veces más, pero cuando el mayor por fin lo penetró con el cuarto dedo, se corrió por todo su abdomen.

– Mi turno – Kevin apenas tuvo tiempo de respirar cuando el alemán ya estaba penetrandolo con su miembro erecto.

Mucho mejor que los dedos.

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Nos leemos hasta la próxima.

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