17. Nipple play.

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Todo había iniciado con el brillo en los ojos de su esposo, ese que significaba que iban a estar en problemas, de los problemas buenos que significaban que iba a tenerlo gritando contra la superficie más cercana, varias veces, si se salía con la suya.

Y así había sido.

Sebastian seguía jadeando luego de la ronda que habían tenido, su pecho subía y bajaba rápidamente, estaba lleno de semen y lubricante por todas partes, el tapón anal firmemente en su lugar, dejándolo abierto para la ronda que seguiría luego de las entrevistas que tendrían con los medios.

Su rostro estaba lleno de sudor, saliva y lágrimas, se sentía tan sucio, pero al mismo tiempo incompleto.

Después de todo seguía totalmente erecto, Kimi le había prohibido correrse hasta que el le dijera explícitamente que podía hacerlo, y eso no había sucedido.

Trato de levantar sus brazos cansados para tocar la piel a su disposición, pero era simplemente imposible, gimió de frustración, ahí estaba su marido luciendo como un maldito adonis y no podía tocarlo porque estaba demasiado cansado.

El más alto lo había tenido contra la pared, luego contra la mesita de noche y finalmente en la alfombra, que era donde estaban en estos momentos.

–  ¿Qué pasó, abejita?, ¿Consumí toda tu energía? – si, eso había hecho, el animal insaciable que había hecho.

Cerró los ojos para descansar unos segundos, pero por supuesto que el finlandés aprovecharía eso para prender algo que hizo que Sebastian se estremeciera y gritará.

El vibrador empezó a recorrer todo su cuerpo, a excepción de su entrepierna, cosa que lo tenía temblando sin ningún control bajo las manos expertas de su esposo.

– ¿Cómo quieres correrte? – Sebastian pudo arquear su espalda, dejando en claro donde quería la atención esta vez.

Kimi mordió uno de sus pezones mientras atacaba el otro con el vibrador en su máxima potencia, haciendo que el alemán gimiera en voz alta.

– Tus deseos son ordenes, mi abejita, me haré cargo de ti, lo prometo – la mano libre empezó a pasar de arriba a abajo por su costado, enviando más terminaciones nerviosas en espiral, provocando espasmos en su cuerpo.

 Ya había estado nervioso por todo el uso que Kimi le había dado a su cuerpo, demasiado sensible por todas sus actividades pasadas, y que el finlandés se dedicara a mordisquear, provocar y lamer sus pezones lo acercaban cada vez más a su orgasmo.

– Debería hacer que quedarás embarazado nuevamente, imagina el tamaño de tus pechos, tan llenos y aun más sensibles, me encantaba como se sentían estos dos pequeños botoncitos, pero me siguen encantado así – el finlandés tomo su pezón izquierdo en su boca y lo jalo con sus dientes, provocando que un jadeo saliera de su boca.

Su polla se estremeció ante la atención.

El vibrador se movió por su pecho y llego hasta el pezón ahora sensible, cosa que lo hizo saltar.

Demasiado, demasiado, era demasiado.

La boca de Kimi bajo a morder el pezón que había sido librado de su tortura con el juguete en la mano de su marido.

– Sigue tú, mi abejita, termina de darte placer – Sebastian se quedó confundido cuando escucho eso, y entonces la boca y el vibrador habían desaparecido de su pecho, lo que lo hizo gemir inconforme, no faltaba mucho, ya casi, no necesitaba mucho más para correrse.

El alemán miro suplicante a su marido, quien lo miro con esa sonrisa de lado que tanto amaba y lo volvía loco, con solo ver eso sabía cual sería la siguiente acción del más alto.

– Vamos, corazón, ven, te ayudo – el finlandés tomo sus dos manos entre las suyas y las subió hasta dejarlas sobre sus pezones, haciendo que Sebastian pellizcara ambas protuberancias entre sus dedos.

La acción lo hizo gemir.

Y pronto no pudo detenerse, era algo simple, pero que no dejaba de enviar a su cuerpo en un shock constante por sentirse tan bien al hacer eso.

Podía sentir la textura de sus dedos y al mismo tiempo la de sus pezones, unos tan suaves y los otros tan firmes, pero con esa falta de callosidad que existía en la mano de su marido.

Sin embargo era absolutamente diabólico la forma en la que se sentía tan bien al ser observado por ese par de ojos azules glaciares que lo obligaban a ir más rápido, más lento, más fuerte, un poco más suave.

Más, más, más.

Retorció uno de sus pezones provocando que un chorro de su semen saliera de su miembro dolorido.

– Si que te estás divirtiendo, ¿Debería ayudarte? – Sebastian asintió sin control alguno, sí, si, si quería correrse.

 Siguió retorciendo sus protuberancias, asegurándose de tocar de la manera correcta, esa que hacía que todo se sintiera tan vivo.

Kimi reclamo su boca con un beso demandante, que le robo el aliento, y en el que la lengua del más alto invadió sin ninguna compasión su boca, provocando que el alemán se retorciera aun más.

La sensación que corría por su pecho lo hacía querer que su esposo lo tuviera de nuevo, pero sobre todo, quería tener su anhelado orgasmo.

Cosa que consiguió cuando volvió a escuchar el zumbido y las vibraciones volvieron a su pecho.

Grito cuando se corrió, sintiendo la intensidad de su orgasmo, el como su polla latía mientras sacaba todo el líquido blanquecino por su piel y la del más alto, llenándolos a los dos de su corrida.

Cosa que no le importo a su esposo porque seguía devorando su boca, incluso si Sebastian no era más que un muñeco sin cuerdas, demasiado lleno de placer y satisfacción como para importarle.

En cambio siguió sintiendo las pulsaciones en sus pezones de lo maltratados que estaban, la pequeña quemadura que tenía cortesía de la alfombra, y el dolor en todos sus músculos, los que ni siquiera sabía que podían dolerle.

Eso había sido demasiado intenso.

Una vez que se recupero de la sensación de placer se enfocó en su marido.

– No dejaste que me corriera por tres rondas, tres, donde abusaste de mi próstata una y otra vez, y no solo eso, mira como dejaste mis pezones – Kimi sonrió lleno de dientes y sin vergüenza.

– Ese fuiste tú, tu solito te maltrataste de esa manera... mi abejita – el más alto tuvo la desvergüenza de agacharse y morder una vez más el pezón sensible de Sebastian, provocando un grito en respuesta.

Quizá deberían dejarlos en paz por unos días, aunque la mirada hambrienta del mayor le dijo que no sería así, en el fondo, eso no lo molestaba para nada.

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Nos leemos hasta la próxima.

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