Capítulo 13

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—¡Lo estás haciendo increíble, Soyeon! —le animó Yuqi, con los ojos brillando de entusiasmo.

Por primera vez en mucho tiempo, Soyeon lograba manipular su magia, el agua fluía a su alrededor en una danza controlada, moviéndose en armonía con sus gestos. Su confianza crecía, y Yuqi sentía una emoción cálida al verla avanzar.

Pero entonces, la voz fría y burlona de Camula irrumpió en la mente de Soyeon.

"¿Crees que podrás salvarlos? Mira a tu alrededor... Todos morirán. Uno por uno. Empezaré con ellos."

El cuerpo de Soyeon se tensó de inmediato, su respiración acelerándose. De repente, el agua que estaba manipulando cayó al suelo, salpicando a sus pies, y su visión comenzó a distorsionarse. Ante sus ojos, sus amigas, yacían en el suelo, inmóviles. Jennie, Lisa, Minnie, Miyeon… todas caídas, sus cuerpos sin vida.

"Esto es lo que te espera." La voz de Camula resonaba, venenosa.

Soyeon sintió cómo el pánico la invadía, y de pronto, el hechizo que estaba manejando se descontroló. El agua se agitó en el aire, y antes de que pudiera detenerlo, el flujo de energía se desvió, dirigiéndose hacia Yuqi. Sin darse cuenta, el poder de Soyeon se volvió peligroso.

—¡Soyeon, no! —gritó Yuqi, viendo el ataque venir hacia ella.

Instintivamente, Yuqi levantó su mano, creando un escudo de fuego a su alrededor. Las llamas chisporrotearon, formando una barrera protectora justo a tiempo. El agua chocó violentamente contra el escudo, evaporándose en un estallido de vapor. Pero más allá de la magia, lo que realmente le preocupaba a Yuqi era el estado de Soyeon.

Cuando el vapor se disipó, Yuqi corrió hacia ella. Soyeon estaba de rodillas en el suelo, sus manos temblando, con los ojos desbordados de lágrimas. Gritos desgarradores escapaban de su garganta mientras su mente seguía atrapada en la ilusión de Camula. En su cabeza, las imágenes de sus amigas muertas no desaparecían.

—¡Soyeon! ¡Mírame, por favor! —Yuqi cayó de rodillas junto a ella, sujetando sus hombros, tratando de calmarla—. No es real. Todo está bien, estamos aquí. ¡Estoy aquí!

Soyeon no reaccionaba, como si no pudiera oírla. Seguía viendo los cuerpos de sus amigas, sintiendo la desesperación de haber fallado. Camula seguía riéndose en su mente, disfrutando de su tormento.

—¡Vas a matarlas a todas! —escuchaba una y otra vez en su cabeza.

Yuqi, desesperada, tomó el rostro de Soyeon entre sus manos, forzándola a mirarla directamente a los ojos.

—¡Soyeon, escúchame! —gritó Yuqi, con lágrimas de frustración acumulándose en sus propios ojos—. ¡Camula no está aquí! No es real, nada de esto lo es. Estoy aquí, y no voy a dejar que te hagas daño.

Finalmente, los ojos de Soyeon enfocaron a Yuqi. El pánico seguía ahí, pero al ver el rostro de Yuqi, algo dentro de ella empezó a calmarse. Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, pero el eco de la voz de Camula se desvanecía poco a poco.

—Y-Yuqi… —susurró Soyeon entre sollozos—. No quiero que te lastime… no quiero perderte.

Yuqi la abrazó con fuerza, sus manos recorriendo su espalda en un gesto protector. El corazón de Soyeon seguía acelerado, pero el calor de Yuqi a su lado era un ancla que la traía de vuelta a la realidad.

—No me vas a perder, Soyeon. Estoy aquí, y no me voy a ir. Pase lo que pase, lo enfrentaremos juntas.

Soyeon, temblando, se aferró a Yuqi como si su vida dependiera de ello. La imagen de sus amigas caídas comenzaba a desvanecerse, pero el miedo a Camula seguía latente, como una sombra que se negaba a marcharse.

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