-En un mundo donde el amor es un arma letal y la traición arde como fuego, solo los más feroces sobrevivirán.
Dominio te atrapa en un laberinto de sombras y secretos, donde el amor se convierte en un juego mortal en un mundo mafioso. Las traiciones...
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“HADES”
El buen gancho de mi padre en la mandíbula estuvo fuera de lugar, como se atreve a golpearme, la actitud de William Johnson no parece normal, nunca me había puesto un dedo encima ni siendo adolescente fue agresivo.
Necesito una explicación por lo tanto voy a ver a Alexa, escuché la voz de mi padre en la habitación así que me detuve.
—La república no debió castigarte, en todo caso...debió hacerlo conmigo.
—Está bien.
— ¡No lo está!
—Will...
—Eres una niña debió compadecerse de ti.
Una risa irónica sale de los labios de mi esposa.
—Ha estas alturas sigo siendo una niña para ti, ¿En serio?
—Lo eres y lo serás.
Creo que es momento de interrumpir su estúpida charla, entro a la habitación y mi padre me mira detenidamente.
—Por fin despiertas, ¿Me explicaras que sucede?
Mi padre se acerca y analiza el golpe de la mandíbula.
—Lo siento, hijo—se disculpa.
—Está bien, ahora déjame con mi esposa—digo con un tono frio y distante—. Necesito aclarar ciertas cosas con ella.
—Bueno—dice volteándose para ver a su nuera—. Que te mejores Alexa.
Mi esposa asistió y mi padre se marchó dejándome a solas con ella. Le echo un vistazo a la espalda de Alexa las heridas no son tan leves, sus líneas marcadas por el fino látigo hizo su piel roja teniendo en cuenta que su piel es blanca como la porcelana.
— ¿Qué hiciste para provocar a la república?
—Una tontería nada de que debas preocuparte.
— ¿Una tontería? ¡Maldita sea! —le digo con tanta rabia— ¡Eres mi esposa! Por lo tanto no debes ocultarme nada.
Alexa permanece en silencio y eso me jode aún más. Nunca había odiado tanto el silencio de una mujer hasta ahora.
¡Maldición! Todo es una mierda de vida. Lo único que quiero es encontrar a mis hermanas y largarme con ellas a una isla desierta para nunca saber de nadie, solo seriamos ellas y yo...
—Bien no digas nada, tampoco me interesa saberlo.
Salgo de la habitación y de la casa también, necesito un respiro el día no ha sido nada bueno conmigo.
Estaba de camino a visitar a mi madre al hospital central cuando un mensaje inesperado llega.
