-En un mundo donde el amor es un arma letal y la traición arde como fuego, solo los más feroces sobrevivirán.
Dominio te atrapa en un laberinto de sombras y secretos, donde el amor se convierte en un juego mortal en un mundo mafioso. Las traiciones...
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“HADES”
El aire pesado y la luz del sol se filtraban a través de las nubes, creando el suelo cubierto de escombros. Era un lugar olvidado, un eco de lo que alguna vez fue, y esa atmosfera desolada me recordaba que aquí en la oscuridad, se tejían los hilos de un juego peligroso.
Me apoye contra la pared de ladrillos desgastados, sintiendo la textura fría contra mi espalda. Frente a mí.
—Buongiorno Ade—me dice el maldito confianzudo.
Lo miro con frialdad.
— ¿Acaso somos cercano?
—Lo siento, comandante.
—Habla que no tengo tiempo para estupideces.
Alina me informo que un nuevo agente se infiltró en uno de los clubes de Lucas Lombardi ya hace tiempo lo que agiliza el trabajo. El hombre era atractivo no tanto como yo, pero si para el montón de mujeres conformistas que hay en el mundo.
—Pero que delicado es usted mi comandante.
Le tiro una mirada matadora lo que hace que se estremezca.
— ¿Alguien alguna vez te ha metido un palo por el culo, agente?
Abrió sus ojos demás con sorpresa.
—Un palo no, pero algo parecido sí. Hijo de puta.
— ¡Déjate de tonterías! —grito.
Por suerte estábamos en un terreno abandonado, donde podría matarlo y nadie sabría.
—Bueno, bueno, parece que alguien se convierte en Hulk—continua—. Bueno, Hulk, tengo los nombres de los clubes de Lucas Lombardi donde distribuye la droga, también tengo información sobre una posible, pero posible negocio con la bratva. Aun no tengo algo detallado.
Los clubes de Lucas Lombardi en estados unidos eran el corazón de su negocio o bueno de la familia.
—Para nadie es un secreto que la bratva se lleva de maravilla con los Lombardi, averigua ese negocio con detalle. Debe informar al comanda esta información, buen trabajo.
El hombre sonrió de oreja a oreja.
—De nada, Hulk.
— ¡No me llames así!
Camino hacia mi auto y me marcho del lugar. Quede en verme con Rea en la playa para pasar el día. Rea y yo hemos establecido una fuerte conexión del minuto uno. Era como si me atrajera algo de ella, pero que no he podido descifrar.
Treinta minutos después, bajo del auto y de inmediato el viento soplaba suavemente, llevándome consigo el aroma salado de mar. La playa se extendía ante mí, un vasto lienzo de arena dorada y olas que rompían con un suave murmullo. Era un lugar tranquilo, un respiro en medio del caos que solía rodear mi vida. Allí, en la orilla, vi a Rea, su figura recortada contra el horizonte, observando las olas con una concentración casi hipnótica.
