FUERRA DE CARRIL

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“ALEXA”

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“ALEXA”

— ¡Ese hijo de puta del ministro!

Mis ojos se abren demás al escuchar al sumo sacerdote decir semejantes palabras, ahora le creo a Alina cuando había dicho la otra vez que el hombre de Dios no era ningún santo, es más…menciono que un día le coqueteo, aunque esto último se lo invento para añadir más drama, a pesar de todo, mi hermana era una dramática.

— ¡Jesucristo! ¿Usted puede decir semejantes palabras, sumo?
El hombre alterado y con cara roja me miro con furia.

—Dios perdona todo. Ahora, ¿Cómo vamos a investigar?

Por eso no creo en las religiones lo que son parte de ellas son hipócrita ante Dios.

—Le ordene a la secretaria de Hades que investigara en secreto, la mujer debe de estar por llegar.

El sumo sacerdote asiente.
Tuve que amenazar a esa estúpida para que me pudiera ayudar con lo que le pedí o de lo contrario la joderia todo el mes y los siguientes así como hace mi esposo con ella, tengo entendido que siempre que puede la jode ya sea que ordena que no cobre o la hace trabajar tan tarde que ni siquiera le dé chance de ir a casa hasta el punto de castigarla como a los cadetes que desobedecen.
Me compadezco de ella, pero por tonta que se joda.

—Por cierto, ¿Creí que tenías autoridad en el comando?

—Lo tenía hasta que la republica descubrió que me seguía viendo a escondidas con el ministro.

El sumo sacerdote sabía todo sobre mí y la relación que tenía con William Johnson.

—Por calentura ahora te has quedado sin poder, ¡Estúpida!

Antes de que pudiera decir algo…, la secretaria de mi esposo estaba parada mirándome. ¿Habrá escuchado? No lo creo.

— ¿Qué haces ahí parada? Dame la información que pedí.

Ella me miro con frialdad y desprecio.

—Investigue lo que pude, el señor ministro estaba algo rabioso por su discusión con usted así que estaba con ojos de águila——se escusa—. Pero si me lo pregunta, este caso es algo misterioso.

La miro fijamente a los ojos.

— ¿Por qué lo dice? —pregunta el sumo sacerdote lo que hace la mujer quede con la boca abierta por la belleza del hombre.

—Yo…, bueno, en…—titubeo sin dejar de mirar al hombre frente a ella—, Dos jovencitas con padres ricos y con problemas de atención, es evidente que puede ser un auto secuestro. Por supuesto son suposiciones mías.

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