ENTRE MAFIAS

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“MILA”

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“MILA”

El jet privado surcaba el cielo gris de Moscú, su silueta elegante recortándose contra las nubes pesadas. Había llegado a Rusia bajo la entidad de Atenea Wolkott como la viuda del empresario, pero mercenario de Estefano Wolkott, mi misión era clara: desmantelar la conexión entre la mafia italiana y rusa desde dentro, y descubrir los verdaderos rostros de los jefes de jefes.

De repente, mi teléfono vibro en el bolsillo. Era un mensaje de la sacerdotisa Griffin quien había aterrizado desde ayer a Moscú con el propósito de hacer reconocimiento con los hijos del mercenario Wolkott, aunque hace unas horas me acababa de enterar que la mujer ya hace tiempo estaba frecuentando a los mercenarios, en pocas palabras ya se infiltro hacía tiempo ganando terreno en la misión.

“Atenea, tus hijastros están en problemas. Clientes insatisfechos han organizado una emboscada, necesitamos tu ayuda de inmediato”.

la sacerdotisa no dio muchos detalles, solo que necesitaban respaldo. Una sonrisa maliciosa se dibuja en mi al saber que era hora de la acción.

El jet privado aterrizo suavemente en la pista de aterrizaje privada, y el sonido de los motores se desvaneció, dejando solo el murmullo del viento frio de Moscú. Con una determinación, abrí la puerta del jet y descendí, el aire helado golpeando mi rostro. La noche estaba oscura, pero las luces de la ciudad brillaban a lo lejos, recordándome la misión que tenía entre manos y el puto rescate de los hijos de puta de Estefano.
Volví a mi patria, pero no como yo quería.

Con pasos firmes, me dirigí hacia la camioneta blindada que esperaba a pocos metros. Sin perder un segundo, la camioneta acelero yendo directo a la dirección que me paso Samantha, nada podía salir mal a menos que quiera que eso pase eso sería otra voz.

La ciudad de Moscú brillaba a lo lejos, pero yo sabía que el verdadero peligro estaba a solo unos minutos, atravesando las calles. Quince minutos después, mi gente y yo llegamos al lugar. Abrí la puerta trasera de la camioneta y me deslice dentro. El inferior era un arsenal, equipado con armamento y tecnología de vanguardia. El fallecido Estefano en todas sus camionetas tenía todo este equipo, así que como su viuda debo seguir su ejemplo.
Mi corazón latía con fuerza, pero mi mente estaba clara.

—Hay una entrada trasera, pero la seguridad intensa—me dice el hombre de confianza de Estefano quien la república en persona o algo así, le propuso un trato para ayudarnos en la misión, supongo que llegaron un acuerdo de inmunidad.
Tomo mi arma y sintiendo su peso en mi mano.

—Que la bala no te mate—le digo.
Aquella frase siempre suelo decir en una misión o en un enfrentamiento contra el enemigo, no sé de donde la escuche, pero desde niña la he tenido en mis pensamientos.

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