La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo.
Y por si eso fuera poco,
giras sin billete en un carrusel de planetas
y junto a éste, de gorra, en un torbellino de galaxias,
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse.
Porque mira bien:
la mesa está donde estaba,
en la mesa una carta, colocada como estaba,
a través de la ventana un soplo solamente de aire,
y en las paredes ninguna terrorífica fisura
por la que el viento se te lleve a ninguna parte.
("Aquí", Wislawa Szymborska)
Jember ―Milo― tenía apenas diez minutos en el taller.
Chopper le había sonreído en cuanto lo vio en el quicio de la puerta y le señaló una vieja motocicleta, bastante venida a menos. Milo ―Jember― se acercó al vehículo, lo miró por todos lados, lo tomó del manillar y le dedicó una larga caricia que recorrió el asiento, como para comprobar si era o no cómodo.
Luego probó la flexibilidad del pedal de arranque. Lo sintió un poco rígido y empezó a revisarlo, parsimonioso.
―¿De quién es esta moto? ―preguntó al aire, sin dirigir la vista al hombretón que a su vez trabajaba en otro aparato.
―De nadie. La encontré en el deshuesadero y me dio lástima. Me la traje, a ver qué se puede hacer por ella. Será tu proyecto mientras estés aquí.
―¿Pretendes que me quede mucho tiempo?
―Te quedarás lo que tengas que quedarte. Y mientras tanto, tienes trabajo para distraerte. Disfrútalo.
Milo observó, ceñudo, a su padre. Luego redirigió su mirada al aparato que le había sido asignado.
―Es bonita.
―¿Tú crees?
―Sí. Sólo está un poco descuidada. Pero es hermosa. O lo será una vez que esté en forma.
―Pues ya está. Empieza a desbrozarla: quítale la fealdad de encima y ponla a punto.
Milo se dirigió hacia el depósito de herramientas del local. Empezó por buscar un trapo para limpiar la moto. Y aceite, a ver si con eso bastaba para hacer más flexible el pedal.
Apenas estaba limpiando el pedal cuando ambos, Chopper y Milo ―Jember―, escucharon un batir furioso de alas.
El enorme cuervo de lustrosas plumas negroazuladas empezó a graznar.
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Nada sucede dos veces
أدب الهواة"Lo único que ruego a mi pequeña Diosa es que tenga la bondad de dejarme morir primero", leyó Milo en el diario de Kardia, mientras se documentaba sobre los dos santos perdidos en la Atlántida durante la guerra que marcó la juventud de Shion y Dohko...