#8 Aferrarse a la resignación

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Namta intentaba ocultar su nerviosismo mientras respiraba hondo. Su corazón latía tan rápido que temía que se notara, así que desvió la mirada sin motivo hacia el carbón al lado del fuego. Tenía que mostrar el porte de un líder, pero al encontrarse con los ojos entrecerrados del hombre que tenía delante, bajó la cabeza de forma instintiva.

Ese hombre había sido el máximo guerrero que lideraba a los soldados de una de las grandes tribus guerreras del sur, los To. Aunque ahora trabajaba por encargo, después de haberse marchado de los To por razones desconocidas, no era alguien que se pudiera tratar a la ligera. Además, tenía a muchos guerreros bajo su mando. De hecho, la mayoría de los guerreros expulsados o caídos en desgracia de diversas tribus guerreras se encontraban trabajando para él.

─ Esto no es lo que acordamos.

Namta había esperado que el asunto pasara desapercibido, pero el hombre no era alguien fácil de convencer.

─ Pronto llegarán los tributos. Los completaré cuando lleguen.

─ ¿No dijiste lo mismo la última vez? Entonces, lo dejé pasar por el bien de nuestra relación pasada, pero no puedo hacerlo dos veces.

─ Esta vez cumpliré, solo espera un poco más.

─ Lo haces todo más difícil. ¿No te cansa? Sería más sencillo si aceptaras mis condiciones y resolveríamos todo de inmediato.

─ ...Ya te dije que no puedo hacer eso.

Apenas había logrado deshacerse de Bart expulsándolo de la tribu Gima, y no podía permitirse crear otro rival.

─ Solo te pido que traigas a unas pocas mujeres y niños, ¿por qué tanto problema?

─ Mantén el acuerdo original.

─ Entonces págame lo que corresponde, ¡como se acordó!

El tono del hombre subió, y Namta, sin darse cuenta, tembló ligeramente. Al ver eso, el hombre soltó una risa burlona y añadió.

─ Lo supe desde el momento en que no pudiste ni hablar bien frente a ese imbécil de Bart. Tsk.

─ ¿Qué?

Las palabras del hombre encendieron la ira en los ojos de Namta. Él era el líder de los Gima, la tribu que había derrotado a los Cheongcheon. No había otra tribu en el continente, salvo los To, que pudiera enfrentarse a los Gima. Y ahora, este guerrero errante se atrevía a menospreciarlo. Lo había tratado con respeto debido a sus habilidades, pero ¿cómo se atrevía a despreciarlo? No importaba cuán fuerte fuera, seguía siendo un guerrero errante, mientras que Namta era el líder de los Gima.

─ Bueno, en realidad, gracias a eso, he obtenido algún beneficio.

─ ¡Mide tus palabras! ¿Cómo te atreves a hablar de esa manera frente a mí? Soy el líder de los Gima y soy quien te paga.

El hombre soltó una risa burlona, claramente incrédulo, mientras se levantaba de su asiento.

─ Solo hasta el próximo tributo.

La manera autoritaria en que lo dijo hizo que los ojos de Namta se crisparan de rabia. Por muy hábil que fuera como guerrero, él, Namta, seguía siendo el líder. Como guerrero, ese hombre debía mostrar respeto a su líder. Aunque estuviera temporalmente allí, debía obedecer sus órdenes, no al revés.

─ Un miserable de una aldea sin nombre se atreve a... Ni siquiera tiene raíces en ningún lugar, solo es un errante.

El hombre, que se dirigía hacia la salida, se detuvo al escuchar las palabras de Namta. Permaneció en silencio un momento, luego se echó a reír suavemente. Esa risa le recordó a Bart, y Namta sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Cerró los puños una y otra vez, tratando de controlar el miedo que lo invadía.

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