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Alexander

- Deja ya de venir Alexander.

Me mordí el labio inferior para aguantar la risa que advertía con salir. Mamá está que echa humo y yo solo me río con mi hermana en brazos.

Sin duda alguna, yo no aprecio mi vida.

Si lo hiciera no estaría en una situación tan grave. Y digo grave porque reírte delante de tu mamá totalmente molesta te pone en peligro de extinción. Pero e sobrevivido veinte años con ella, no creo que pase nada a estas alturas.

- Solo me comporto como el caballero que soy- le digo, socarrón.

Estella- mi hermana-, también se ríe, intentando ocultar su boca con sus manitos. Mamá en cambio me pone mala cara por décima vez en lo que llevamos de mañana. A este ritmo no llegaré vivo a la cena.

- Cuando te comportas como caballero enamoras a todas mis clientas- me reprocha mientras recoge algunas cosas del suelo y las coloca en su lugar.

- ¿Que te puedo decir mamá? Soy encantador.

- Amelia me a dicho que quiere presentarte a su nieta.

- La señora Anderson me cae bien, pero dudo que su nieta me caiga la mitad de bien que ella.

- Pues caso cerrado, te casas con Amelia.

- La señora Anderson me dobla en edad mamá.

- Pues no te aparezcas por aquí tan seguido Alexander. La mayoría de mis clientas solo hablan de lo bien que te portas con ellas y lo inteligente que eres. A veces dudo que vengan aquí por como trabajo o por ti.

Miro a mi hermana fingiendo un mohín.

- ¿Quién lo diría Estella? Después de tanto tiempo, mamá no quiere que la visite mientras trabaja.

- No metas a tu hermana en esto.

Me río divertido y dejo a Estella en el suelo para que gatee felizmente como siempre hace. No sé cuándo empezará a caminar esa pulga. Me muero por enseñarle a jugar fútbol.

- ¿Y tus clases?

Me siento en una silla mientras juego con un shampoo totalmente distraído.

- Van bien.

- Eso lo sé hijo.

- ¿Entonces qué quieres saber?

- Hablo de esos chicos que te vienen a buscar a casa cada tanto siempre que tú no estás.

Aprieto con fuerza el envase de shampoo, aunque mamá está tan distraída que parece no notarlo. Después de tanto tiempo siguen viniendo. Y eso solo me genera ganas de reventarle la nariz a cada uno de ellos.

- No te preocupes por eso mamá.

- ¿Como quieres que no me preocupe Alexander?-Ella toma una silla y se sienta delante de mí arreglando su camisa de botones blanca-. Soy tu madre cariño. Tengo el derecho de saber si le está pasando algo a alguno de mis hijos- toma mis manos entre las suyas a la vez que me sonríe con ternura-. Sabes que puedes decirme lo que sea.

- Lo sé mamá.

Respiro hondo y busco las mejores palabras para decirle que de verdad no tiene de qué preocuparse. Mis problemas los han estado afectando a todos desde que me metí en ellos. Nadie me obligó y por tanto debo arreglar toda mi porquería yo solo. No quiero involucrar a nadie. Estoy a punto de hablar cuando de repente la puerta del spa se abre, como una salvación para mí. Sonrío como todo un ganador y me aparto de mamá que ya está mirando hacia esa dirección.

El camino para escapar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora